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La nacionalidad a los moriscos requiere mucha documentación, según la CIM

Local | 01 Diciembre 2015 | M. V.

El presidente de la Comisión Islámica de Melilla (CIM), Dris Mohamed Amar, consideró ayer que existen dificultades para la concesión de la nacionalidad española a los descendientes de los moriscos expulsados de España en el siglo XVII debido a que ello requiere “mucho trabajo de documentación”. 

El dirigente de la CIM efectuó estas declaraciones tras ser consultado por El Faro por una posible comparación entre el caso de los moriscos con el de la concesión del pasaporte español a unos 4.000 descendientes de judíos expulsados de España en 1492. 

Según Dris Mohamed Amar, los sefardíes “conservaron documentación” que acreditaba su origen español. Sin embargo, los descendientes de los moriscos tienen más dificultades para demostrar su procedencia de tierra española.  

No obstante, recordó que el Parlamento reconoció en 1992 el “arraigo” de la comunidad musulmana en nuestro país.  
Memorándum jurídico 
El pasado octubre, Nayib Lubaris, presidente de la Asociación Memoria de los Andalusíes y voz más destacada entre los descendientes de los moriscos en el Magreb, anunció en Rabat que la entidad que encabeza va a preparar un memorándum jurídico para solicitar el derecho a la nacionalidad española, al igual que los descendientes de los sefardíes. 

Para ello, la asociación organizará en la capital marroquí un congreso de carácter jurídico el próximo  marzo.

Marruecos fue el lugar de destino para la mayor parte de los moriscos expulsados de España entre 1609 y 1613.

Fuente: http://elfarodigital.es/melilla/sociedad/175358-la-nacionalidad-a-los-moriscos-requiere-mucha-documentacion-segun-la-cim.html#

¿Por qué los sefardíes podrán ser españoles, pero no los moriscos?

Ignacio Cembrero


No todo ha cambiado con la llegada de Rafael Catalá al frente del Ministerio de Justicia en sustitución de Alberto Ruiz Gallardón. La ley del aborto ha quedado enterrada, pero no así el proyecto de ley que facilitará la obtención de la nacionalidad española a los descendientes de judíos sefardíes sin que tengan que renunciar a la que ya ostentan.
En su primera comparecencia en el Congreso de los Diputados, Catalá confirmó en octubre que la iniciativa permitirá otorgar la nacionalidad española "a aquellos descendientes que prueben su condición de sefardíes originarios de España" y "demuestren también una especial vinculación con España".
La primera "habrá de probarse ante un notario", según el ministro, y bastará, probablemente, con tener uno de los más de cinco mil apellidos sefardíes. La segunda requerirá que el aspirante se someta a una "prueba lingüística en el Instituto Cervantes" más cercano a menos que no resida en un país cuyo idioma sea el español.
 ¿Cuántos podrán solicitar la nacionalidad española? Justicia no da datos, pero se calcula que los descendientes de los judíos expulsados de España y Portugal a partir de 1492 son hoy en día entre tres y 3,5 millones afincados mayoritariamente en Israel aunque también hay comunidades en EE UU, América Latina, Turquía y en los Balcanes. 
A lo largo de las últimas décadas casi todos han dejado de hablar el ladino o judeoespañol, el idioma medieval en el que se expresaban cuando salieron de España, pero algunos conocen, en cambio, el español moderno que han estudiado. Para muchos de ellos un pasaporte español es atractivo porque es más cómodo que el israelí para viajar por el mundo, porque abre las puertas para trabajar en toda la Unión Europea. 
El proyecto de ley supone, según Catalá, una "reconciliación no solo con los descendientes de los judíos expulsados en 1492, sino también con el pasado español y con su vocación presente de sociedad abierta". "Tiene una importante repercusión más allá de nuestras fronteras", añadió. 
A nadie en el Congreso de los Diputados le parece mal reparar, cinco siglos después, el daño causado a los sefardíes. Izquierda Plural, en la que está integrada Izquierda Unida, y Esquerra Republicana de Catalunya, han presentados, sin embargo, sendas enmiendas a la totalidad del proyecto de ley.
Consideran que a los sefardíes habría que añadir otros tres grupos: los saharauis; los nietos de españoles no nacidos en España y los moriscos. Llegaron incluso a mencionar a los habitantes de Sidi Ifni, una ciudad marroquí de la que España se retiró en 1969, pero renunciaron a ello.
Los saharauis son un pueblo descolonizado aunque el conflicto persistente les coloca en una situación difícil. Si se les ofrece esa vía también habría que hacerlo, por ejemplo, con los ecuatoguineanos y hasta con cubanos y filipinos. Los nietos de españoles nacidos en el extranjero ya tuvieron esa oportunidad de ser también españoles, en el marco de la ley de memoria histórica, hasta diciembre de 2011.
Los moriscos, es decir los musulmanes que aparentaban haberse convertido al cristianismo pero practicaban con frecuencia el islam a escondidas, fueron expulsados de España un siglo después de los judíos. Eran unos 300.000 que en su mayoría se instalaron en el Magreb, sobre todo en Marruecos donde se les llama andalusíes. Tienen también apellidos específicos como Bargachi, Piro, Molato, Sordo, Mulin, Denia, etcétera. 
¿Por qué el Gobierno quiere conceder a los sefardíes lo que no está dispuesto a dar a los moriscos? En Justicia y en Asuntos Exteriores argumentan bajo cuerda que estos últimos, a diferencia de los primeros, han perdido cualquier vínculo cultural y lingüístico con España. Muchos sefardíes tampoco tienen lazos con la que fue su patria y, sin embargo, tendrán la ocasión de demostrar lo contrario.
¿Por qué los moriscos no tendrán esa misma oportunidad si el objetivo es, como dijo Catalán, reconciliar a España con su pasado?

Decisión discriminatoria

Bayib Loubaris, marroquí y presidente de la Asociación Memoria de los Andalusíes, aseguraba, en declaraciones a la agencia EFE, que el Estado español debería "reconocer el mismo derecho para el resto de los expulsados"  y no solo para los judíos. "De lo contrario su decisión sería selectiva por no decir racista", recalcaba. 
En su gran mayoría los moriscos no hablan español, pero varios centenares de familias en Fez, Rabat o Tánger sí conservan tradiciones musicales, culinarias y arquitectónicas de la España que dejaron. Por su proximidad geográfica con España conocen a veces mejor el país de sus antepasados que los sefardíes de Estambul o Los Ángeles. Por sorprendente que parezca esta doble vara de medir del Ejecutivo español apenas ha suscitado reprobación en el mundo árabe.
Más allá del pretexto de su carencia de nexos con España hay otras razones que aconsejaban a los ministerios españoles de Justicia y Asuntos Exteriores apostar por los sefardíes. Gaspar Llamazares, de IU, sospecha que actúan así para "compensar el voto favorable de España al reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas". Otros 137 países votaron a favor.
No se trata ahora de un gesto hacia Israel sino más bien hacia EE UU donde los lobbies judíos tienen mucho peso y la iniciativa española ha sido alabada. Atraer a sefardíes puede además significar captar inversión y dinamizar una economía española que necesita estímulos. Los moriscos no pueden ofrecer lo mismo.
Fuente: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/orilla-sur/2014/11/12/por-que-los-sefardies-podran-ser.html

Después de los sefardíes, ¿los moriscos?

'La expulsión de los moriscos', de Gabriel Puig Roda (1894).
(Foto: Wikipedia, Joanbanjo)


Ana Goñi | El Confidencial | 16 febrero 2014

"Lo que hacemos hoy es reencontrarnos. Había una deuda histórica con aquellos que siempre han querido ser españoles, que allá donde viviesen han llevado nuestra lengua, el sentido de pertenencia [...]. Muchos de ellos guardaban incluso las llaves de sus casas, esas casas de las que fueron expulsados". Justificaba con estas palabras el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, la propuesta de reforma del Código Civil para la "agilización de la concesión de nacionalidad" a los sefardíes que lo deseen, a los descendientes de aquellos judíos que, tras la toma de Granada y la firma de un edicto por los Reyes Católicos -cuya redacción inspiró el mismísimo Tomás de Torquemada-, no quisieron renunciar a su fe y fueron expulsados por la Corona.
En Chauen (o Xauen, Marruecos) un hombre guarda a buen recaudo una llave mayor que una mano extendida. Abría la puerta de una casa que hoy ya no existe, la de su familia en Granada. Ese hombre habla con locuacidaz la lengua de Cervantes. Sus hijos, tres de los cuales residen hoy en la ciudad andaluza, también. Igual que lo hacía su padre. Y la historia de cómo sus antepasados salieron de Granada hace cinco siglos sigue viva en su memoria, tan viva que cuando la cuenta, parece que hubiera sucedido hace cinco años. Pero este hombre, a pesar del anuncio de Ruiz-Gallardón, no conseguirá fácilmente la nacionalidad española. Porque Abdelgafar Elakel, marroquí de 66 años, no es sefardí. Es morisco, desdendiente de aquellos musulmanes que, como los judíos, tuvieron que abandonar las tierras de la Corona que luego se convertiría en España.
Se calcula que unos 200.000 sefardíes abandonaron la Península después de 1492 (y, según la prensa israelí, unos tres millones y medio de descendientes podrían reclamar hoy la nacionalidad). Se baraja una cifra de hasta medio millón para los musulmanes y conversos (los llamados 'moriscos'; a los conversos judíos bajo sospecha de prácticas judaizantes se los llamó 'marranos') que siguieron ese mismo camino desde ese final del siglo XVI hasta el comienzo del XVII, cuando Felipe III culminó el proceso de expulsión. Corrieron entonces la misma suerte, pero hoy, más de 500 años después, sus caminos no discurren paralelos. Los descendientes de los moriscos tienen que seguir los trámites y plazos de cualquier extranjero para conseguir la nacionalidad. Los sefardíes, como recoge el Código Civil (art.22), pueden hacerlo con sólo dos años de residencia (lo habitual son 10), igual que los provenientes de países iberoamericanos, Andorra, Portugal, Filipinas y Guinea Ecuatorial. Con la propuesta del pasado viernes de Justicia -aprobada en el Consejo de Ministros días antes de que Mariano Rajoy se reuniera con representantes de organizaciones judías de Estados Unidos-, se reformará además el artículo 23, facilitando que obtengan la nacionalidad por carta de naturaleza. Bastará con que prueben su condición de sefardíes y su vinculación con España, y no tendrán que renunciar, como hasta ahora, a su nacionalidad de nacimiento.
Los moriscos llevan tiempo reclamando ese mismo derecho. En 2006 Izquierda Unida planteó a la Junta de Andalucía una proposición no de ley para que este organismo instara al Gobierno español a dotarlos de nacionalidad preferente. No hubo resultado. En noviembre de aquel año, un encuentro de la Alianza de Civilizaciones reclamaba -en la denominada Declaración de Xauen- lo mismo, con idéntica conclusión. Uno de los promotores de aquellas iniciativas, el profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba Antonio Manuel Rodríguez -embarcado hoy también en la reclamación de la titularidad pública de la Mezquita de Córdoba- lo resume con sencillez: "Se trata de que de donde exista la misma razón, exista el mismo derecho. Es una reivindicación no desde el victimismo, sino desde la justicia. El reconocimiento a la comunidad sefardí es simbólico, necesario y justo. Hacer lo mismo con los que han mantenido su identidad morisco andalusí en el exilio también lo es, hacia ellos y especialmente hacia nosotros mismos, en un ejercicio de reconstrucción de la memoria colectiva".
Incide este profesor en la "extranjerización" que se hace en España del pasado. En que Abderramán III (Córdoba, 891), Averroes (Córdoba, 1126) o el judío Maimónides (Córdoba, 1135) son tan hispanos como Séneca(Córdoba, 4 a.C.). En que no se pueden embutir ocho siglos de historia (los de dominio musulmán) en una caja de zapatos olvidada. Y en que la "cerrazón" en no admitir -el ministro Gallardón ni los ha mencionado- a los descendientes de los moriscos andalusíes es fruto de todas esas ignorancias. Desde Chauén, Abdelgafar Elakel dice sentirse musulmán. También marroquí. Y duda de si habrá otras personas que, expulsadas hace más de cinco siglos de la que fue su tierra, guarden ese amor hacia ella: "Las concesiones a los sefardíes a mí me producen satisfacción como morisco: por lo menos se lo han dado a la mitad de los expulsados. Pero no es lógico que se lo den a ellos y no a nosotros. No buscamos la nacionalidad por una cuestión económica, sino moral". Y concluye: "Mi cultura es española, pero en árabe". Lo dice riendo y no en árabe, sino en perfecto castellano.

La nacionalidad española: legítima para los sefardíes, ilegítima para los moriscos


Ahmed Bensalha (*)
Ahmed Bensalha (en la foto) lamenta que el Gobierno español no se haya atrevido a conceder la nacionalidad española a los descendientes de los moriscos, como sí ha hecho con los sefardíes, los judíos que fueron expulsados de España durante la Reconquista católica
España ha sorprendido, sin previo aviso, al hacer pública su intención de conceder la nacionalidad española de manera discrecional a aproximadamente un cuarto de millón de sefardíes, los judíos que fueron expulsados de España durante el reinado de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, que fueron los promotores de los tribunales de la Inquisición. En principio, la decisión española no es para nada sorprendente, sino es, una vez más, soberana y calculada, visto que el propio rey español, Juan Carlos I, había presentado sus disculpas a la comunidad sefardí. Pero no hizo un gesto  igual con la comunidad morisca, que a su vez fue expulsada por razones religiosas, onomásticas, culturales, raciales y lingüísticas de España. Aunque España haya votado a favor de Palestina, patria musulmana, como País Observador en Naciones Unidas, y aunque se considere España como el primer artífice occidental y promotor del Diálogo de Culturas y Alianza de Civilizaciones, por desgracia, aún no ha podido dar por zanjado un capítulo siniestro de su historia, como es el caso de la asignatura pendiente de los moriscos, o sea, los musulmanes que fueron expulsados de España durante el reinado de la castellana Isabel y el aragonés Fernando por las mismísimas consideraciones por las que fueron expulsados los sefardíes, que, hoy en día, son objeto de naturalización en  España.
La decisión de conceder la nacionalidad española a los nietos de los hebraicos de la España de los siglos XV y XVI, desconociendo a los moriscos, nietos de los musulmanes, es, sin duda, una flagrante segregación y una incuestionable discriminación, ya que ambas comunidades sufrieron a la par lo que sufrieron, en la España de aquel entonces. También podría considerarse tal decisión por parte de la comunidad internacional como una absoluta inmoralidad e injusticia históricas. Incluso podría considerarse como una política puramente selectiva que innegablemente afectaría a la imagen de España entre el mundo arábigo-musulmán.  ¿No se trata de aplicar la ley del embudo? ¿Por qué no trata España la cuestión morisca y sefardí por el mismo rasero? ¿No es pescar a río revuelto hacer justicia a unos y discriminar a otros? ¿Es España consciente de lo que podría suponer estar de uñas con unos y hacer paces con otros? ¿Es España consciente de lo que podría costarle una similar decisión? ¿Ha reflexionado España que podría poner en riesgo las multitudinarias inversiones que llevan a cabo los musulmanes en su territorio? ¿Tiene España alternativas en inversión extranjera a los capitales musulmanes, si algún día esos capitales desembarcan a otros destinos por su decisión segregacionista hacia los musulmanes?
Esta decisión se ha tomado tras haber incluido como delito en el Código Penal la negación y trivialización del Holocausto, la aniquilación de judíos por el nazismo  durante la Segunda Guerra Mundial, y es absolutamente ignominiosa y deshonrosa. A decir verdad, esa medida hubiera sido una acción laudable si hubiera incluido en pie de igualdad a los moriscos junto a los sefardíes. Pero, como los descendientes de los musulmanes han sido excluidos, la decisión resulta, a mi juicio, indigna y condenable.  También podría haber sido una acción audaz y un primer escalón para la conciliación y la normalización si no hubiera sido selectiva y discriminatoria. La medida española se contradice con su propia implicación, aunque sea simbólica, en su promoción e inauguración, recientemente, en Viena, del Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso e Intercultural “Rey Abdulá Benabdelaziz”. También se contradice con la propia declaración del ministro de Exteriores, cuando dice: “La coexistencia pacífica de diferentes culturas y religiones es uno de los principales desafíos del proceso de globalización, y, por tanto, es preciso – dijo Margallo – favorecer el diálogo sin prejuicios que han envenenado la convivencia durante mucho tiempo y que siguen envenenando la convivencia en muchos lugares del mundo todavía hoy”.
Los ministros de Justicia y Exteriores de España, artífices de la medida, están echando leña al fuego, porque están, por conciencia o inconciencia, haciéndolo adrede o por inadvertencia, provocando con su incendiaria y sediciosa medida, improvisada e indiferente, la moral de los musulmanes, porque los judíos así como los moriscos dieron juntos durante su estancia en España palpables pruebas de avenencia y convivencia antes de que la megalomanía excesiva de Isabel y Fernando cometiera sus siniestros estragos de echarlos injusta  y arbitrariamente fuera de España.  A mi modo de concebir la decisión, una vez más soberana, pienso que con la medida, España silencia una parte considerable de su legado tan significativo como nadie, porque los moriscos desempeñaron un papel monumental en España; prueba de ello, es que sus vestigios aún son patentes en  muchísimos aspectos en la España de hoy en día. Huellas arquitectónicas en la Alhambra y en el Alcázar de Segovia. Huellas litúrgicas en los atentos de los Reyes Magos. Huellas idiomáticas en los arabismos incluidos en la lengua española. Huellas toponímicas en ciudades como Alicante, Madrid, Sevilla y Valladolid y vestigios onomásticos en el apellido Alcántara,  por poner un ejemplo.
Como colofón, es absolutamente curioso que España, plural y múltiple, se reconcilie con los descendientes de los judíos sin reconciliarse con los nietos de los musulmanes. Sería un craso error para España no haber tratado ese capitulo por el mismo rasero. ¡Espero equivocarme! Pienso que si España naturaliza también a los moriscos,  como planteó Mansur Escudero, ex presidente de la Junta Islámica de España, incrementaría su riqueza lingüística, cultural y étnica y se consideraría pionera y referente modélico y justo en la conciliación con su pasado en el plano internacional. España tiene a mano una ocasión histórica e irrepetible para remediar la fractura que padecía su columna vertebral al denegar hasta el momento a los moriscos lo que concedió a los sefardíes. En definitiva, los moriscos no piden ni naturalización ni indemnización, sino piden la consideración y rehabilitación. O sea, ¡un simple perdón!
(*) Ahmed Bensalha es periodista y vive en Casablanca. Hispanófono y buen conocedor de las relaciones hispanomarroquíes, es también traductor de profesión. Trabajó en el primer semanario marroquí en lengua española, Marruecos Siglo XXI.

Fuente: http://www.correodiplomatico.com/5643-la-nacionalidad-espanola-legitima-para-los-sefardies-ilegitima-para-los-moriscos.html