Ahmed Bensalha (*)
Ahmed Bensalha (en la foto) lamenta que el Gobierno español no se haya atrevido a conceder la nacionalidad española a los descendientes de los moriscos, como sí ha hecho con los sefardíes, los judíos que fueron expulsados de España durante la Reconquista católica
España ha sorprendido, sin previo aviso, al hacer pública su intención de conceder la nacionalidad española de manera discrecional a aproximadamente un cuarto de millón de sefardíes, los judíos que fueron expulsados de España durante el reinado de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, que fueron los promotores de los tribunales de la Inquisición. En principio, la decisión española no es para nada sorprendente, sino es, una vez más, soberana y calculada, visto que el propio rey español, Juan Carlos I, había presentado sus disculpas a la comunidad sefardí. Pero no hizo un gesto igual con la comunidad morisca, que a su vez fue expulsada por razones religiosas, onomásticas, culturales, raciales y lingüísticas de España. Aunque España haya votado a favor de Palestina, patria musulmana, como País Observador en Naciones Unidas, y aunque se considere España como el primer artífice occidental y promotor del Diálogo de Culturas y Alianza de Civilizaciones, por desgracia, aún no ha podido dar por zanjado un capítulo siniestro de su historia, como es el caso de la asignatura pendiente de los moriscos, o sea, los musulmanes que fueron expulsados de España durante el reinado de la castellana Isabel y el aragonés Fernando por las mismísimas consideraciones por las que fueron expulsados los sefardíes, que, hoy en día, son objeto de naturalización en España.
La decisión de conceder la nacionalidad española a los nietos de los hebraicos de la España de los siglos XV y XVI, desconociendo a los moriscos, nietos de los musulmanes, es, sin duda, una flagrante segregación y una incuestionable discriminación, ya que ambas comunidades sufrieron a la par lo que sufrieron, en la España de aquel entonces. También podría considerarse tal decisión por parte de la comunidad internacional como una absoluta inmoralidad e injusticia históricas. Incluso podría considerarse como una política puramente selectiva que innegablemente afectaría a la imagen de España entre el mundo arábigo-musulmán. ¿No se trata de aplicar la ley del embudo? ¿Por qué no trata España la cuestión morisca y sefardí por el mismo rasero? ¿No es pescar a río revuelto hacer justicia a unos y discriminar a otros? ¿Es España consciente de lo que podría suponer estar de uñas con unos y hacer paces con otros? ¿Es España consciente de lo que podría costarle una similar decisión? ¿Ha reflexionado España que podría poner en riesgo las multitudinarias inversiones que llevan a cabo los musulmanes en su territorio? ¿Tiene España alternativas en inversión extranjera a los capitales musulmanes, si algún día esos capitales desembarcan a otros destinos por su decisión segregacionista hacia los musulmanes?
Esta decisión se ha tomado tras haber incluido como delito en el Código Penal la negación y trivialización del Holocausto, la aniquilación de judíos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, y es absolutamente ignominiosa y deshonrosa. A decir verdad, esa medida hubiera sido una acción laudable si hubiera incluido en pie de igualdad a los moriscos junto a los sefardíes. Pero, como los descendientes de los musulmanes han sido excluidos, la decisión resulta, a mi juicio, indigna y condenable. También podría haber sido una acción audaz y un primer escalón para la conciliación y la normalización si no hubiera sido selectiva y discriminatoria. La medida española se contradice con su propia implicación, aunque sea simbólica, en su promoción e inauguración, recientemente, en Viena, del Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso e Intercultural “Rey Abdulá Benabdelaziz”. También se contradice con la propia declaración del ministro de Exteriores, cuando dice: “La coexistencia pacífica de diferentes culturas y religiones es uno de los principales desafíos del proceso de globalización, y, por tanto, es preciso – dijo Margallo – favorecer el diálogo sin prejuicios que han envenenado la convivencia durante mucho tiempo y que siguen envenenando la convivencia en muchos lugares del mundo todavía hoy”.
Los ministros de Justicia y Exteriores de España, artífices de la medida, están echando leña al fuego, porque están, por conciencia o inconciencia, haciéndolo adrede o por inadvertencia, provocando con su incendiaria y sediciosa medida, improvisada e indiferente, la moral de los musulmanes, porque los judíos así como los moriscos dieron juntos durante su estancia en España palpables pruebas de avenencia y convivencia antes de que la megalomanía excesiva de Isabel y Fernando cometiera sus siniestros estragos de echarlos injusta y arbitrariamente fuera de España. A mi modo de concebir la decisión, una vez más soberana, pienso que con la medida, España silencia una parte considerable de su legado tan significativo como nadie, porque los moriscos desempeñaron un papel monumental en España; prueba de ello, es que sus vestigios aún son patentes en muchísimos aspectos en la España de hoy en día. Huellas arquitectónicas en la Alhambra y en el Alcázar de Segovia. Huellas litúrgicas en los atentos de los Reyes Magos. Huellas idiomáticas en los arabismos incluidos en la lengua española. Huellas toponímicas en ciudades como Alicante, Madrid, Sevilla y Valladolid y vestigios onomásticos en el apellido Alcántara, por poner un ejemplo.
Como colofón, es absolutamente curioso que España, plural y múltiple, se reconcilie con los descendientes de los judíos sin reconciliarse con los nietos de los musulmanes. Sería un craso error para España no haber tratado ese capitulo por el mismo rasero. ¡Espero equivocarme! Pienso que si España naturaliza también a los moriscos, como planteó Mansur Escudero, ex presidente de la Junta Islámica de España, incrementaría su riqueza lingüística, cultural y étnica y se consideraría pionera y referente modélico y justo en la conciliación con su pasado en el plano internacional. España tiene a mano una ocasión histórica e irrepetible para remediar la fractura que padecía su columna vertebral al denegar hasta el momento a los moriscos lo que concedió a los sefardíes. En definitiva, los moriscos no piden ni naturalización ni indemnización, sino piden la consideración y rehabilitación. O sea, ¡un simple perdón!
(*) Ahmed Bensalha es periodista y vive en Casablanca. Hispanófono y buen conocedor de las relaciones hispanomarroquíes, es también traductor de profesión. Trabajó en el primer semanario marroquí en lengua española, Marruecos Siglo XXI.
Fuente: http://www.correodiplomatico.com/5643-la-nacionalidad-espanola-legitima-para-los-sefardies-ilegitima-para-los-moriscos.html
Si España, no ha reconocido en igaualdad de condiciones a Sefardis y moriscos, ha sido porque al reconocer a sefardis , no corre ningun riesgo, de que vengan los sefardis a vivir a España, lo que en su caso no ocurriria, si reconociera como españoles a los descendientes de los moriscos,pues es sabido, que vendrian por miles los marroquis descedientes de moriscos, cosa que el gobierno de Madrid, no querria, de ningun modo, asi estan las cosas en España.
ResponderEliminara ver, hay diferencias. En primer lugar los beneficiarios de la ley de nacionalidad para sefardíes no son 250.000, sino entre 2-3 millones, que es la población sefardí estimada, ya que el hablar ladino no es requisito imprescindible sino un factor más a la hora de probar la ascendencia sefaradí. Respecto a las diferencias están claras, mientras los judíos se integraron en la sociedad medieval mayoritaria cristiana manteniendo su religión, los moriscos constituían una sociedad paralela, la mayoría ni sabía hablar las lenguas peninsulares de los territorios donde vivían( castellano, catalán..) y por eso con la expulsión no mantuvieron esas lenguas que de entrada no conocían o malconocían. Es sabido que solo los moriscos castellanos y aragoneses estaban parcialmente integrados, mientras los valencianos y granadinos no estaban nada integrados
ResponderEliminara ver, hay diferencias. En primer lugar los beneficiarios de la ley de nacionalidad para sefardíes no son 250.000, sino entre 2-3 millones, que es la población sefardí estimada, ya que el hablar ladino no es requisito imprescindible sino un factor más a la hora de probar la ascendencia sefaradí. Respecto a las diferencias están claras, mientras los judíos se integraron en la sociedad medieval mayoritaria cristiana manteniendo su religión, los moriscos constituían una sociedad paralela, la mayoría ni sabía hablar las lenguas peninsulares de los territorios donde vivían( castellano, catalán..) y por eso con la expulsión no mantuvieron esas lenguas que de entrada no conocían o malconocían. Es sabido que solo los moriscos castellanos y aragoneses estaban parcialmente integrados, mientras los valencianos y granadinos no estaban nada integrados
ResponderEliminarEsto no es verdad. Los Moriscos si hablaban castellano. Ejemplo de ello son los escritos aljamiados, que se encontraron entre los moriscos despues del siglo XVI, que son escritos en español con letras Arabes. La expulsion de los Moriscos es paralelamente igual a la de los judios. Las mismas razones de odio antisemita, y ademas, la supuesta quinta columna de musulmanes a favor de los otomanos viviendo bajoe el nuevo reino catolico. Entiendo que existe una tremenda desesperacion en no reconocer el pasado Arabe-Musulman como parte de la cultura española, y siguen tratando 800 años de historia como un fenomeno aislado.
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ResponderEliminarInteresante artículo, pero querría manifestar que existen algunas diferencias ostensibles entre sefardíes y aquellos que se reivindican como "moriscos":
Los sefardíes estuvieron en España durante milenios, incluso antes de la llegada de los romanos. Incluso nos podemos retrotraer más aún si tenemos en cuenta la presencia de sus antecesores, los fenicios. Por lo tanto los sefardíes eran tan autóctonos como el resto de habitantes de la península y su reprobable expulsión fue el culmen del clima de intolerancia religiosa de la época de una mayoría hacia una minoría.
Por otro lado, los sefardíes se han mantenido todo este tiempo como una verdadera comunidad étnica con su propia cultura e identidad, reflejo indubitable de su origen español.
El caso de los arabo-musulmanes es diametralmente divergente y cualquier semejanza es meramente formal, pues lo que se produjo es una expulsión de un pueblo colonizador que impuso su yugo político y cultural sobre la población autóctona. Es verdad que tras la reunificación de España al vencerse al último monarca musulmán lo deseable hubiese sido la integración de los descendientes de aquellos colonos arabo-musulmanes en la sociedad española pero en cualquier caso ese fracaso también es atribuible a la polarización que existía entre ambas “civilizaciones” (la musulmana y la cristiana) y no es exclusiva ni de España ni del mundo cristiano sino que se daba en todos los países de la época tanto cristianos como musulmanes, o sea, era algo consustancial a la época y no puede ser utilizado para acrecentar la “leyenda negra”. En ese sentido, me parece desafortunado que, por ej. los marroquíes luchasen por su libertad y descolonización y ahora algunos de ellos nieguen el mismo derecho a los españoles, pues honestamente creo que el tema “morisco” está siendo utilizado por el nacionalismo marroquí más que por verdaderos “moriscos”.
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ResponderEliminarOtro aspecto fundamental es que los “moriscos” como comunidad étnica no existen, es verdad que se puede rastrear su existencia en apellidos y algunos elementos culturales del norte de África pero no hay una verdadera comunidad étnica “morisca” con su propia cultura e identidad que sea reflejo indubitable de su origen español. En realidad, nada diferencia a un marroquí cuyo origen sea presuntamente morisco de otro ciudadano marroquí, su cultura y todo lo demás es idéntico. En realidad, los “moriscos” y su cultura acabaron difuminándose en la cultura de los países de acogida, y su aporte se puede valorar igual que el aporte “español” en América, pero no por eso los hispanoamericanos son, ni se consideran, españoles por mucho que valorasen el aporte cultural español, y en cualquier caso recordemos que los españoles también estuvimos en América durante siglos y no por eso dejamos de ser colonizadores.
No niego que si dentro de algunos años se “reconstruyese” una comunidad morisca, actualmente inexistente, en el mismo sentido que menciono al principio (homologable a la sefardí) entonces pudiese percibírseles igual que hoy se percibe a los sefardíes, a pesar de que tendría (esa comunidad “morisca) un carácter no genuino pues sería más bien una “recreación”, mientras en el caso sefardí no han tenido que “recuperar” su memoria cultural e identitaria como pueblo pues nunca han dejado de ser sefardíes, y por tan tampoco han dejado de ser españoles pues sefardí y español son sinónimos.
Para concluir, decir, una obviedad, que sólo la democracia es el camino para una verdadera convivencia respetuosa entre personas y colectivos diferentes y no, como muchas veces se intenta reivindicar, regímenes pasados por muy “románticos” que nos parezcan. Y también querría remarcar que me parecería lamentable que determinados grupos nacionalistas (de países arabo-musulmanes) utilizasen el tema de la restitución de la ciudadanía a los sefardíes para enfrentar a pueblos amigos (pero diferentes) como son el español y el marroquí, e incluso fomentar la hispanofobia en sociedades mayoritariamente musulmanas, nadie que haga eso está verdaderamente reivindicando una ciudadanía cuando la actitud que se demuestra no parece estar basada en el afecto hacia el país del cual reclama esa nacionalidad ni en un talante y sentir conciliador hacia los que supuestamente consideraría sus conciudadanos (españoles) sino más bien frentista y “revanchista”.