José Gelardo Navarro
Doctor en Filosofía y Letras (Universidad de Murcia) con la tesis El Flamenco en la Prensa Murciana del siglo XIX. Flamencólogo.
José Gelardo Navarro |
La investigación histórica ha señalado en más de una ocasión la convivencia entre andaluces pobres, gitanos y moriscos en el período anterior a la expulsión de estos últimos (1609) e incluso posteriormente. También la historiografía ha confirmado que no todos fueron expulsados: muchos de ellos, practicando la taquiya o disimulo, consiguieron mezclarse o confundirse con la población andaluza más marginada. Asimismo la investigación y los estudios sobre el flamenco han intentado rastrear la pervivencia y un cierto protagonismo de los moriscos en la elaboración de la copla y cante flamencos.
Un ejemplo elocuente de la relación moriscos-flamenco es la copla objeto de nuestro título, la copla de una siguiriya flamenca, el cante flamenco que más rotundamente expresa la desesperación, el desconsuelo, la pena:
Ar yegá’r Santolio
Los ojos abrió
De las duquitas qu’ar probe le dieron
A propósito de esta copla, Gutiérrez Carbajo, en el apartado en que comenta el tema de la pena o duca gitana, afirma que “Como una excepción aparece alguna copla que inserta el término duca en un contexto humorístico y festivo” [2]. Y es tan excepcional, como poco creíble, que en un contexto en donde aparece el "Santolio", las "duquitas" (las penitas) y la muerte ("meró", murió), pueda admitirse la broma o la chanza y, más aún, teniendo en cuenta que la tradición flamenca nos ha legado esta copla cantada por siguiriyas, cante trágico por excelencia
Mejor encaminada nos parece la opinión de Rodríguez Marín cuando nos aclara, en referencia a esta copla-siguiriya, que “Las ceremonias y ritos de la iglesia respecto de los enfermos matan seguramente a tantos como los errores de los médicos” [3]. Y aunque no nos desvela la naturaleza del enfermo que va a morir, es obvio que ni el enfermo ni el relator pueden ser, en modo alguno, cristianos porque en ese caso la copla-siguiriya constituiría una irreverencia, amén de una grave incongruencia en un cante por siguiriyas. ¿Quién es entonces el enfermo?
Esta duda parece resolverla el historiador del siglo XVII Bermúdez de Pedraza quien, a propósito de los moriscos granadinos y de su odio hacia la religión de sus conquistadores, nos transmite lo que podríamos considerar el relato en prosa de la siguiriya que nos ha legado Rodríguez Marin:
A un morisco apretado de la enfermedad fue a confessar el cura y comulgole tambien; después le dixo como le faltava otro sacramento por recibir del santo olio si lo pedia a la iglesia. El morisco, mas afligido con esto que con el mal, dixo: “Pues tres tormentos en un día, confessión, comunion y oleo? [4]
Este ejemplo es un botón de muestra del empeño que puso el Santo Oficio, la Inquisición, en la persecución y en la conversión de los moriscos con la finalidad de borrar cualquier huella religiosa y sobre todo cultural. Revela además la historiografía acerca de los moriscos que estas prácticas persecutorias fueron prolongándose a lo largo y ancho de los siglos XVII y XVIII [5]; por lo tanto, no es de extrañar la necesidad vital de la minoría morisca, española y andaluza, de plasmar en coplas dramáticas sus sentimientos o resentimientos frente a la opresión de que eran objeto.
Un examen detenido y pormenorizado de la copla legada por Rodríguez Marín y del texto en prosa de F. Bermúdez de Pedraza nos hace ver la similitud entre las situaciones que se producen entre ambas: la sorpresa o susto del enfermo (los ojos abrió); “al llegar el Santolio” de la copla en comparación con “recibir del santo óleo” del texto; en el texto en prosa aparecen los “tormentos”, en la copla las penas o ducas. Tanto en el texto como en la copla, lo más terrible y lo más doloroso no es ya la propia muerte sino que ésta se vea acompañada por el duro trago de tener que soportar en ese trance unos ritos que no son los de tu propia religión, los de tu propia identidad cultural; en la copla se expresa de esta manera: “de las duquitas que al pobre le dieron”; y la correspondencia en el texto: “mas afligido con esto que con el mal” (la muerte)... Todos estos elementos nos llevan a pensar que el enfermo de muerte es un morisco, y no podría ser de otra manera para que la copla pueda y deba ser cantada por siguiriyas: es decir para que cumpla su cometido de verdadera tragedia.
Notas
1. RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco, Cantos populares españoles, Madrid, Atlas, 1882, tomo III, nº5, 696.
2. GUTIÉRREZ CARBAJO, Francisco, La copla flamenca y la lírica de tipo popular, Madrid, Editorial Cinterco, 1990, tomo II, p. 792.
3. RODRÍGUEZ MARIN, Francisco, Ibídem, tomo III, p.464.
4. GARCIA ARENAL, Mercedes, Los moriscos, Madrid, Editora Nacional, 1975, pp. 30-31
5. CARO BAROJA, Julio, Los moriscos del Reino de Granada, Madrid, Ediciones Istmo, 1976, pp. 245-248.
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