Manuel Torres Aguilar
Miguel Pino Abad
Universidad de Córdoba
El origen de los Tribunales de Distrito
La dilatada andadura del Santo Oficio en tierras andaluzas comenzó dos años después de que el papa Sixto IV otorgase a los Reyes Católicos la facultad de designar a los primeros inquisidores en sus dominios. Los elegidos fueron los dominicos Miguel de Morillo y Juan de San Martín, quienes se trasladaron a Sevilla y comenzaron a desarrollar los cometidos que se les habían asignado, conforme a lo recogido en el edicto de diciembre de 1480.
El celo y la severidad con que empezaron los inquisidores queda fuera de toda duda. Los excesos cometidos llegaron a oídos del papa, quien, en un breve de fecha 29 de enero de 1482, indicó a los reyes que aquéllos habían actuado sin adecuarse a lo establecido en Derecho. Igualmente se les acusaba de haber ordenado el encarcelamiento de muchos inocentes, a los que condenaban como herejes con pena de muerte y confiscación de sus bienes. Pese a los abusos cometidos, dichos inquisidores no fueron privados de sus oficios hasta tiempos de Inocencio VIII.
No debe causar sorpresa el hecho de que Sevilla fuese precisamente la ciudad elegida para que los recién nombrados inquisidores empezaran a perseguir a quienes cometían delitos contra la fe. En la visita que realizaron los Reyes Católicos por tierras andaluzas entre 1477 y 1478 comprobaron, por sí mismos, el grave problema que entrañaban los judeoconversos. Éstos controlaban, sin apenas límites, el comercio y las finanzas, compraban cargos públicos, se infiltraban en la Iglesia, administraban los bienes de los señores, etc. En ciudades como la propia Sevilla, Córdoba o Jaén, los enfrentamientos entre los cristianos viejos y los judeoconversos fueron constantes. En este ambiente de permanente conflicto, los monarcas adoptaron la drástica decisión de ordenar en 1483 la expulsión de los judíos de tierras sevillanas y la persecución y castigo de los falsos cristianos.
De esta forma, surgió el primer tribunal de la Inquisición moderna en España. Su distrito se extendía por todo el vasto reino de Sevilla, a excepción de su parte oriental, en la que se encontraba el arcedianato de Écija, que quedó bajo la jurisdicción del tribunal de Córdoba. Aunque en 1491 se constituyó un tribunal independiente en Jerez, desde 1507 desapareció éste, recuperando el que tenía su sede en Sevilla las competencias sobre el mismo territorio que ya había ostentado en un principio, lo que mantuvo hasta la supresión de la Inquisición.
Para garantizar la correcta vigilancia de tan amplio territorio, la Inquisición sevillana contó con un elevado número de familiares y comisarios. Entre estos últimos, destacó el de Cádiz, encargado de controlar el tráfico de buques extranjeros en la bahía, que con demasiada frecuencia transportaban libros cuyo contenido se estimaba herético.
Precisamente, la amenaza protestante determinó que en el siglo XVI los esfuerzos del tribunal se centrasen en reprimir a los luteranos, sin olvidar a los judaizantes y moriscos, lo que trajo como consecuencia la celebración de cuatro autos de fe entre 1559 y 1562.
Asimismo, no faltaron los procesos contra los alumbrados o individuos que estimaban podían entrar en contacto directo con la divinidad, sin necesidad de contar con intermediarios. A ellos se agregaban, como en cualquier otro tribunal de la Inquisición en Castilla, las causas incoadas contra cristianos viejos por solicitación, bigamia, hechicería, blasfemias o proposiciones. Siguiendo el modelo trazado por el sevillano, en pocos años proliferaron otros tribunales de distrito en Andalucía.
Así, nos encontramos con el de Córdoba, fundado en 1482, con el nombramiento como inquisidores de Pedro Martínez de Barrio y Antón Ruiz de Morales. Su delimitación territorial comprendía el arcedianato de Écija y el obispado de Córdoba, con la exclusión del condado de Belalcázar, ya que éste se hallaba bajo la jurisdicción del tribunal de Llerena.
La contundencia que mostraron los inquisidores sevillanos se vio repetida por sus homólogos en Córdoba, donde en sólo un año se condenaron a unas doscientas personas a morir en la hoguera y alrededor de mil setecientas fueron penitenciadas.
En el año 1504 se produjo en Córdoba el auto de fe más cruento de todos los realizados por los tribunales de la Inquisición moderna española, con la quema en la hoguera de 107 personas condenadas por judaizantes. Ello provocó una emigración masiva, fundamentalmente hacia Granada y Portugal, de quienes habían logrado escapar de este proceso.
Fue desde 1580 cuando la importancia del tribunal cordobés se acrecentó sustancialmente. A partir de ese año, se produjo la llegada desde tierras lusas de gran parte de los descendientes de los judeoconversos que, como hemos apuntado, fueron perseguidos a comienzos del siglo. En este sentido, sorprende que a fines de la centuria se siguieran casi trescientas causas por judaísmo. También llaman la atención los procesos incoados por luteranismo contra extranjeros, fundamentalmente franceses, atraídos por el pujante comercio de la industria sedera cordobesa. Tampoco debemos olvidamos de las causas de fe por mahometismo, que tuvieron como procesados a moriscos de origen granadino, desde la década de los ochenta, cuando se produce un mayor endurecimiento de las medidas adoptadas sobre este colectivo.
Hacia 1591, el tribunal del Santo Oficio cordobés era competente para investigar los posibles delitos cometidos contra la fe por más de medio millón de personas, aunque circunstancias como la peste o la expulsión de los moriscos en 1609 redujeron considerablemente la citada cifra durante los años posteriores.
El tercer tribunal, por orden de aparición, fue el de Jaén. Las primeras referencias datan de 1483. Su distrito comprendía el obispado de Jaén, arciprestazgo de Alcaraz, adelantamiento de Cazorla y el Campo de Montiel. Hacia 1507, el tribunal contó con jurisdicción sobre los obispados de Jaén y Guadix-Baza, el arcedianato de Alcaraz, el adelantamiento de Cazorla, la villa de Beas de Segura y el Campo de Montiel. Esta situación se mantuvo hasta diciembre de 1526, momento en el que sus competencias son asumidas por los tribunales con sede en Granada y Córdoba.
Siguiendo con el criterio cronológico, debemos ocupamos del tribunal de Jerez. No parece claro el momento exacto de su fundación. Sí queda fuera de toda duda que a comienzos de 1491 ya estaba funcionando, como se desprende de la reclamación que los miembros del Cabildo dirigieron al monarca por sus discrepancias con la actitud de los inquisidores, lo que supuso la segregación del tribunal de Sevilla, de donde había dependido hasta entonces.
Su distrito comprendía el obispado de Cádiz y la ciudad de Jerez, Más tarde llegó incluso a comprender la zona del antiguo reino de Granada hasta septiembre de 1502. No obstante, en 1507 el tribunal desapareció y sus territorios quedaron bajo la órbita del tribunal sevillano.
Por último, debemos mencionar el tribunal de Granada. Su erección apareció vinculada con la visita que realizaron los Reyes Católicos a las tierras granadinas en julio de 1499, para conocer personalmente la difícil integración de la población morisca, después de transcurridos siete años desde la toma de la capital del antiguo reino nazarí.
Se pensó que la mejor solución pasaba por instaurar un tribunal de la Inquisición. Y así se hizo. El 7 de septiembre de 1499 se nombró un inquisidor y el resto de oficiales que comenzarían a ejercer sus funciones tras el juramento. Pero poco después, el 4 de febrero de 1500, se encomendaron a unos mismos inquisidores la jurisdicción sobre las tierras de Granada, Jaén, Guadix y Baza.
Esta medida fue rectificada a los tres meses. El 11 de mayo se nombraron dos inquisidores para las ciudades, arzobispados y obispados de Granada, Cádiz, Málaga, Almería, Guadix y Jerez. La situación, lejos de estabilizarse, volvió a cambiar el 14 de septiembre de 1502, cuando Granada, Cazorla, Guadix y Alcaraz volvieron a estar bajo la jurisdicción del tribunal que tenía su sede en Jaén.
A lo largo del siglo XVI se produjeron una serie de cambios jurisdiccionales que configuraron definitivamente el mapa de los tribunales andaluces del Santo Oficio
En 1507 el arzobispado de Granada y los obispados de Málaga y Almería se incorporaron a la Inquisición de Córdoba, mientras que el obispado de Guadix y el adelantamiento de Cazorla, seguían controlados por Jaén. A todas estas reformas se puso fin cuando en diciembre de 1526 el inquisidor de Jaén recibió la orden de trasladarse a Granada para constituir allí un tribunal propio. Su territorio comprendía el arzobispado y la ciudad de Granada, los obispados de Málaga, Guadix y la abadía de Baza, amén del viejo Reino de Granada.
La cuestión fundamental a que debió hacer frente este tribunal fue la de los moriscos. Desde comienzos del siglo XVI se desarrolló una política de obligatorio bautismo o de emigración. Parece, en cambio, que esta política no fructificó, lo que desembocó en la convocatoria de una Junta, reunida en la Capilla Real de la Catedral, encargada de promulgar unas disposiciones en 1526 que, básicamente, perseguían que la Inquisición actuase de forma más moderada, buscando más el adoctrinamiento que la simple represión, mediante la introducción de las formas de vida propias de los cristianos viejos.
Fue en la década de los años sesenta cuando se retornó al endurecimiento contra esta población, equiparable a la sufrida por los judíos a fines del siglo XV. La práctica demostró el error en que se incurrió con estas medidas de simple coerción, lo que sumado a la crisis económica y a la constante amenaza de turcos y berberiscos desencadenó la revuelta de los perseguidos en diciembre de 1568, muchos de los cuales se marcharon a Valencia.
El triunfo de las tropas reales en esta rebelión de las Alpujarras determinó que la Inquisición granadina pasara a ocuparse de la represión de otras cuestiones como la bigamia, solicitación, sodomía, bestialismo, etc.
Merece, asimismo, destacarse la persecución de los judaizantes por este tribunal. Contra ellos se celebró el primer auto de fe en 1540, a los que se sumaron otros trece a lo largo del siglo XVI. El más numeroso de todos fue el acaecido en 1593, con casi cien condenados, entre los que se encontraba un comisario de la propia Inquisición, acusado de falsedad.
La inquisición en Andalucía fue especialmente activa durante toda su vigencia, la persecución tradicional de judíos y musulmanes cuya presencia en nuestras tierras era considerablemente numerosa facilitó, sin duda, su arraigo. No obstante esto, en el siglo XVIII cuando la amenaza de estos grupos de infieles ya no justificaba una actuación tan intensa, y justo cuando se iniciaba la decadencia de otros tribunales de la monarquía, los inquisidores andaluces encontraron otros cometidos para mantener su celo tan activo como en épocas pasadas. Especialmente intensa fue la persecución de bígamos, que encontraban en el área gaditana un lugar idóneo para pasar desapercibidos entre extranjeros y viajeros varios que iban y venían, ocultando las más de las veces su condición y origen. Estas mismas condiciones de tráfico marítimo, la proximidad de Gibraltar y el carácter de Sevilla como espacio abierto al trasiego de personas, mercancías, ideas, creencias..., constituyeron de nuevo un foco de peligrosa difusión de actitudes, doctrinas, papeles, pensamientos e ideologías que podían resultar peligrosas para la ortodoxia que el tribunal se empeñaba en proteger.
A pesar de todo, no debemos concluir estas líneas sin antes recordar que la Inquisición moderna española no sólo estuvo vinculada a Andalucía desde el momento de su nacimiento y primeras actuaciones: también lo fue en su desaparición. Concretamente, las Cortes Generales y Extraordinarias reunidas en Cádiz decretaron su primera abolición en el año 1813, por considerarla incompatible con la Constitución promulgada el año anterior.
Esta medida fue realmente efímera. Como es sabido, la vuelta de Fernando VII en 1814 provocó que el Santo Oficio recuperase, de nuevo, el ejercicio de su jurisdicción, excepción hecha del trienio liberal, aunque en una línea de declive que se tradujo en su desaparición definitiva veinte años después.
Publicado en Historia de Al-Andalus, Boletín nº 40, Julio de 2005.
نسال الله ان يرد لنا الحق المسلوب
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