Míkel de Epalza (1938-2008)
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.
1. Extranjeros entre extranjeros, en Argel
Quizás el aspecto más relevante de la inserción de los moriscos o andalusíes en la sociedad argelina, especialmente en su capital, es su asimilación rápida, como extranjeros que eran en una sociedad dominada por extranjeros de origen muy diverso. El texto de Al-Máqqari, que menciona la instalación de los andalusíes en La Mitidja y no en Argel, indicaría con esa omisión —explicable también por su personal antipatía política hacia la capital de la Regencia—que no formaban en ella un elemento aislado, propio, como en las demás regiones y ciudades del Magreb.
En la capital, donde todos eran «minorías» según el modelo de Estanbul, los moriscos exiliados de España podían penetrar con todo el peso de su cultura hispánica e hispano-musulmana, simplemente con ocupar el papel social que les asignaba el poder político militar dominante, él mismo extranjero, y con manifestar su respeto y adhesión a la ideología islámica de la sociedad musulmana argelina.
Esta inserción entraba perfectamente en la dinámica de la política de los turcos otomanos en el Magreb árabe.
| Después de haber fundado su centro urbano en el siglo XV, los Otomanos extendieron las fronteras de una sociedad imperial en el Norte de África. Con la ayuda de nuevas técnicas de administración y de una nueva tecnología militar, los turcos potenciaron ciudades-estado, expulsaron a los núcleos tribales lejos de los centros urbanos e impusieron una clase dirigente foránea por encima de la sociedad local. Cuando terminó la expansión, el poder de la administración central disminuyó y los políticos del imperio organizaron un sistema de niveles graduados de obediencia entre el centro y la periferia (Hess). | |
En este sistema político no podían sentirse demasiado extranjeros los moriscos expulsados de España.
2. Cultura islámica y cultura hispánica: lengua y religión
Se han conservado muy pocas informaciones sobre los aspectos culturales de los moriscos instalados en Argelia. Sólo unos pocos datos documentados y unas comparaciones con lo que se sabe de otros países islámicos permiten conocer la situación general de esos musulmanes andalusíes e hispánicos en tierras argelinas.
Evidentemente, los moriscos expulsados de España e inmigrantes en Argelia habían realizado ese traspaso de sociedad por razones religiosas: tenían plena conciencia de su identidad islámica personal y de su necesaria adhesión al Islam para ser ciudadanos reconocidos en la sociedad argelina. Asisten en las mezquitas a las ceremonias religiosas prescritas, como les reprochará «en ausencia» la Inquisición española. Construyen mezquitas y baños en los poblamientos nuevos, como signo de identidad religiosa, como está documentado para Blida, según Hajji Jalifa.
También polemizan de temas religiosos con cristianos, como el «tagarino y morisco de España, Alí Medina, que aquí tienen los moros por gran sabio» (Haedo). Una anécdota de polémicas llega hasta un británico del siglo XVIII, de moriscos que se burlan de las enseñanzas eclesiásticas (Morgan). Algunos andalusíes profieren continuos ataques verbales contra las creencias cristianas y hasta hacen intervenir a «renegados» o convertidos al Islam de origen cristiano para que intervengan a favor del Islam en sus disputas con cautivos cristianos, como han documentado los Bennassar. El que algunos pocos hayan sentido la nostalgia de España y hayan vuelto o intentado volver no indica que la inmensa mayoría de los moriscos no participaran muy sinceramente en las creencias musulmanas de sus antepasados de Al-Andalus y de sus compatriotas y correligionarios de Argelia.
Está el caso excepcional de los moriscos que llegaron a Argel y no se habían hecho circuncidar, por lo doloroso y aun peligroso de la operación en adultos y por no parecerles esencial desde el punto de vista religioso. No tuvieron más remedio que hacerlo, cuando en Argel se echó un bando para que todos los moriscos que habían venido de España se retajasen so pena de ser esclavos.
Aunque a veces manifiestan quejas contra los enemigos que tenían en tierras musulmanas, recuerdan que peores los tenían en España, según la mencionada frase de Al-Háyari Bejarano:
| ... Túnez... tiene dos plagas: la una de renegados y la otra de alarbes, y lo mismo en Argel y en Tremecén... Y en cualquier parte están mejor [los moriscos expulsos] que no sujetos a Inquisición. | |
Por solidaridad islámica con los moriscos que aún permanecían en España antes de la gran expulsión y por compensación de las afrentas que ésos recibían de los cristianos, a veces se ensañan contra los cautivos, especialmente los eclesiásticos, según cuenta con evidente parcialidad Haedo:
| Sólo en un caso son muy liberales: que si se les antoja quemar vivo un cristiano por vengar alguna muerte de algún renegado o morisco que en España que fue por justicia o por el Santo Oficio condenado, como han hecho y quemado a muchos por esa causa... y si es necesario comprar el cristiano al patrón y pagarlo, suelen ellos luego andar demandando limosna por las calles y boticas y pagarle, y todos, poco o mucho, contribuyen, pareciéndoles hacer en esto gran servicio y sacrificio a Dios, especialmente si el cristiano es sacerdote, a que llaman Papaz, a los cuales infinitamente aborrecen y quieren mal (Haedo). | |
Sobre su nivel lingüístico en español, hay poquísimos datos. Se ve cómo moriscos de Cherchel y Argel sirven de alfaqueques o intermediarios para rescates en Orán, precisamente porque sabían castellano, a mediados del XVI. El único texto escrito en castellano por un morisco de Argel ha sido conservado gracias a otro morisco de Túnez: “Comentario sobre un tratado que compuso Ibrahim de Bolfad, becino de Argel, ciego de la vista corporal y alumbrado de la del coraçon y entendimiento”, del que hay un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid. Pero hay que suponer que la evolución lingüística de los moriscos argelinos siguió unas pautas generales, que se estudian en un capítulo específico de este libro. De todas formas, se puede suponer, como para los granadinos que emigran a Marruecos, que la mayoría de los moriscos que pasan a Argel conservaban la lengua árabe hablada, por ser valencianos, y pudieron adaptarse muy rápidamente, desde el punto de vista lingüístico, al árabe hablado en las ciudades argelinas. No era ésa la situación lingüística de los moriscos aragoneses y castellanos de Túnez, muchos de ellos sin más conocimiento de lengua que la romance original.
Tampoco hay muchos datos concretos sobre su cultura general hispánica, que ha de suponerse en función de sus habilidades en agricultura, artesanía, construcción de naves, albañilería y otros oficios que se les ve ejercer en Argelia. Supone ciertos conocimientos de medicina el que se mencione a cirujanos moriscos en Argel: el ya mencionado médico Jáber, valenciano; García Díaz, cirujano andalusí de Toledo.
El caso de Jábar, que había vendido antes de marcharse de Valencia «todos los libros cristianos que tenía, es a saber un libro de Santo Tomás e un libro de Frayle León de Granada y un libro nombrado “Cosas memorables de Hespania” (texto publicado por Labarta)», es un signo evidente de ruptura con la cultura hispánica cristiana, pero también una precaución para un viaje difícil y una inserción en la sociedad argelina, donde sabría que no podría conservar esa clase de libros; no indica, evidentemente, una renuncia total y efectiva de la cultura hispánica, que supo utilizar en su práctica médica en Argel. Lo que sí indica es la «hostilidad sin compromiso» contra los cristianos de España, que era un dato correlativo a «su identificación con la cultura islámica que defendían los otomanos» (Hess).
3. Solidaridad entre moriscos en el mundo islámico
No es fácil documentar ni medir la solidaridad entre moriscos expulsados de España, entre individuos que tienen un origen globalmente idéntico pero con situaciones y reacciones forzosamente individuales y con intereses no siempre convergentes. Pero sí hay indicios de una provechosa y real solidaridad que puede calificarse de «étnica» porque corresponde al género de vinculaciones de grupo que el régimen islámico de los otomanos fomentaba en sus amplios dominios alrededor del Mediterráneo y especialmente en sus ciudades portuarias, imagen del cosmopolitismo de Istanbul, con sus numerosos grupos socio-culturales.
Ya se ha visto un ejemplo de solidaridad religiosa entre moriscos, cuando se sienten afectados por los daños a sus compatriotas o correligionarios de España. El paso de los moriscos de la península a tierras islámicas suponía, muchas veces, una fuerte red de solidaridades entre ellos, entre los de España, los que les transportaban o guiaban y los que les recibían y ayudaban a instalarse.
Esta solidaridad se da también en la facilidad de desplazamientos entre Argel y los otros lugares de instalación de moriscos: los viajes o pasos de moriscos tunecinos a Argel son bastante numerosos, como también se encuentran en Túnez moriscos argelinos. Las actividades comerciales y de corso de muchos moriscos favorecían, evidentemente, esos contactos y viajes, pero hay que situarlos también en la tradicional movilidad de la sociedad islámica, facilitada por la unidad política del potente imperio otomano en el Mediterráneo. Es notable el número de comerciantes andalusíes de Túnez que han hecho la peregrinación a La Meca, a los lugares santos del Islam; es muy probable que hubiera también muchos moriscos argelinos que realizarían ese viaje, contando con la solidaridad morisca para sus desplazamientos, aunque no estén muy documentados todavía.
El riquísimo andalusí «tagareno» de Argel Achí Mostafá Benamar ya mencionado, había hecho la Peregrinación a La Meca, como lo indica su título de achí o hhâyyî: su condición económica desahogada le habría facilitado el viaje, como a los demás comerciantes tunecinos que aparecen en la documentación disponible que los menciona. Por otra parte, las pequeñas ciudades de Blida y Kolea, con importante población andalusí, son unos de los principales centros argelinos de envío de dinero para las fundaciones religiosas de los lugares santos del Islam.
También circulan entre las diversas comunidades de moriscos libros y otras corrientes culturales, como la ya mencionada obra de Ibrahim de Bolfad, instalado en Argelia, obra conocida en Túnez, o la obra de artillería del morisco tunecino Ibrahim Al-Marba-s, del que se encuentran copias en Argelia y Marruecos.
Esta solidaridad se manifestaría especialmente entre los propios moriscos argelinos, relacionados por múltiples lazos de vecindad, cultura e intereses. Ya se ha visto la solidaridad que podía haber entre «granadinos» y entre «tagarenos», aunque sólo fuera con ocasión de un entierro. Esta solidaridad se manifiesta de forma especial, por precepto y virtud islámicas, con los pobres andalusíes, que dan origen a fundaciones económicas para subvenir a sus necesidades. Las solidaridades económicas se adivinan, aunque no sean exclusivamente entre andalusíes, cuando se ve que aún a finales del siglo XVIII es Blida la ciudad que regula los precios agrícolas de Argel y sus alrededores. Otras actividades económicas, como la artesanía, tendrían también su red de solidaridad entre andalusíes, como en la ya mencionada fabricación de la chechía en Túnez, seguramente imitada por andalusíes de Argel y Blida, aunque esa fabricación o artesanía no estuviera exclusivamente en manos de descendientes de los moriscos expulsos.
Abiertos cada vez más, en una sociedad urbana cosmopolita, pero con solidaridades entre ellos a muchos niveles, los andalusíes de Argelia, actualmente totalmente integrados en la sociedad argelina, se beneficiaron pronto de esta posibilidad, por el carácter específico de la sociedad argelina donde se instalaron, especialmente en su capital.
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