Comercio exterior. Los cautivos y esclavos... (ARGELIA 6)



Míkel de Epalza (1938-2008)                                                     
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos                  
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.




Comercio exterior. Los cautivos y esclavos

     No se puede tratar aquí todo el proceso del cautiverio: lugar de captura (costa o navío), apropiación o distribución de las presas entre marinos, armadores y autoridades, adquisición por terceros, legislación que les afecta, utilización en diversos oficios o como mano de obra, posibilidades de autorrescate o de rescate por el país de origen, etc. Se ha estudiado en Túnez la intervención de andalusíes en diversas etapas del rescate.
     Así como en Túnez era Mustafá de Cárdenas el mayor propietario privado de esclavos (después del bey, evidentemente), también en Argel era un andalusí, un siglo más tarde, el mayor propietario privado de esclavos: Mustefá Benamar, según Francisco Ximénez.
     Tanto los redentores cristianos como el racionalista francés del siglo XVII Laugier de Tassy son categóricos al afirmar que son los andalusíes los especialistas en compra, venta y rescate de esclavos y cautivos cristianos: «Ellos son los que se han dedicado al comercio de esclavos», en cita recogida por Brahimi.
     A los testimonios franceses del siglo XVIII ya conocidos, se podría añadir un testimonio hispánico de 1639, publicado por Emilio Sola:
                
...los cautivos... trátanlos mal, y mayormente los Tagarinos, que son los expulsos de España; y porque se corten, que es que traten de su rescate, los hacen trabajar demasiado, les ponen cadenas y a los fuertes ponen en las galeras; y al fin los que mejor los tratan son los Turcos, los suelen dejar pasear sin darles de comer... Fuera de esto, el trato no es tan malo como antes, si no es entre los Moriscos, que en venganza del bien perdido los tratan mal.
                
     Esta presión sobre los cautivos, para que se rescaten, ni era exclusiva de los musulmanes, ni de los andalusíes de Argel. José María de Cossío ha recogido textos reveladores de esta misma actividad en la península, en el siglo XIII:
                
…pero lo que declaran constantemente los cautivos es que los atormentaban para que se apresuraran a pagar el precio de su redención.
                
     Esta dureza caracteriza el trato de los andalusíes de Argel con sus esclavos. Y hay que tener en cuenta que, si bien la actividad de comerciar con esclavos no parece fuera la principal fuente económica de Argel, sí era muy importante la población esclava en la capital, en los siglos XVII y XVIII.
     No hay que extrañarse de la importancia de la dimensión económica del corso, junto a sus aspectos militares e ideológicos innegables, cuando se puede ver ya en el siglo XVI cómo se conjugaban todos esos elementos en las mismas transferencias de moriscos de España a Argelia, según un texto perfectamente verosímil de Haedo.
     Hacia 1529, unos arráeces argelinos hacen una expedición contra las Baleares,
                
...los cuales, después de haber tomado alguna gente y navíos por aquellas Islas y por la costa de España, siendo avisados de ciertos moriscos del Reino de Valencia y del estado del Conde de Oliva, que se querían pasar en Barbaría a vivir en la ley de moros, con sus hijos y mujeres, y que si los querían pasar, que pagarían una suma grande de dineros, fueron los dichos corsarios dello contentos. Y una noche embarcaron junto a Oliva, más de doscientos destos moriscos, y luego se hicieron a la mar con ellos.
                
     Todo era ganancia en esa expedición: ayudar al Islam, debilitar a sus enemigos y sacar provecho económico. Y además, a la vuelta de la expedición les persiguieron unas galeras españolas que iban hacia Italia y naves pagadas por el de Oliva: desembarcaron a los moriscos en Formentera, ganaron la batalla naval y se llevaron como presa a Argel a los cristianos y también a los emigrantes moriscos.

Alimentación de la ciudad: colonias agrícolas

     Como en Túnez, son sobre todo los viajeros extranjeros los que más advierten la fertilidad de las colonias agrícolas andalusíes en los alrededores de las ciudades, especialmente de la capital argelina y sus llanuras meridionales del valle de La Mitidja: el inglés Shaw o el español Ximénez.
     El francés Venture du Paradis, de finales del siglo XVIII, afirma de la ciudad de Blida, de origen andalusí:
                
Belidé es una de las ciudades más agradables del reino; está a 6 leguas de Argel, sobre el gran camino que conduce a Máscara. Todas las casas tienen su fuente. Los jardines proporcionan toda la fruta y todas las hortalizas que se consumen en Argel. Se celebra todos los jueves un mercado general, donde de todos los alrededores se traen gallinas, huevos, frutas secas, cebada, trigo y legumbres.
                
     También está documentada la presencia de andalusíes establecidos en zonas agrícolas de la desembocadura del río Summam, en las afueras de la ciudad de Bujía (Bidjaïa).
     Las informaciones sobre los principales productos cultivados son muy parciales: frutales, maíz, arroz. Algunos autores les atribuyen cultivos específicos que se dan actualmente, como pomelos y naranjos. El cultivo de la viña está documentado por un informe de 1755:
                
Ay muchas viñas de una naturaleza y fertilidad prodigiosas; i vides que trepan y enlazan los más empinados árboles, formando naturalmente copas mui deliziosas i admirables. An sido dichas viñas plantadas por los Moros expulsados de Granada; porque antes no sólo no las plantaran, sino que desceparan los que avían plantado los Christianos, haziendo servir a los campos para otras cosechas (Castillo).
                
     Ya se ha mencionado la aportación del andalusí Mustafá de Cárdenas a la extensión del olivar en las afueras de la ciudad de Bona (Annaba), según el testimonio del viajero francés Peyssonel, en 1728.
     Se han hecho comparaciones entre la producción de los valles del Medjerda, en Túnez, y de La Mitidja, en Argelia, aunque «no obstante resulta temerario establecer ninguna conclusión definitiva», según Penella. Venture de Paradis hace también comparaciones semejantes en el ya citado texto sobre la fabricación de los gorros de lana o chechía.
     Pero la comparación entre las actividades agrícolas en Túnez y en Argelia (también en Tetuán y Salé) permite de todas formas hacer algunas afirmaciones importantes, para comprender el sentido de estas actividades en la inserción de los andalusíes en la sociedad magrebí.
     Primero, hay que insistir en que los andalusíes dieron mucha importancia a la actividad agrícola. Se ha atribuido eso a su anterior actividad agrícola en Al-Andalus o en la España cristiana. Es evidentemente un factor importante. También hay que atribuirles la introducción en el Magreb de especies y productos alimenticios españoles de origen americano, desconocidos en esa zona.
     Pero lo más importante es señalar que se establecen como colonias agrícolas cerca de las ciudades, y especialmente de Argel, para abastecerlas en alimentos y en productos que sean materia prima de su artesanía. La mencionada construcción del acueducto de Argel es el símbolo de una auténtica simbiosis ciudad-campo o, mejor dicho, de la total dependencia de esas poblaciones agrícolas del intercambio campo-ciudad.
     También hay que advertir que los andalusíes se instalan en esas zonas agrícolas en forma de colonias, que podríamos denominar «poblados de colonización de nueva fundación», como puede deducirse del estudio de los pueblos del valle del río Medjerda, en Túnez, mucho mejor documentados que los argelinos.
     Este mismo sentido de «poblados de colonización» se deduce también de la escueta pero muy expresiva frase de Al-Máqqari: «construyeron sus pueblos y ciudades aisladas» ('amarû qurâ-hâ aljâliya wa-bilâda-hâ), donde hay que interpretar jâliya («aisladas») como una pretensión de estar entre ellos, sin relación con los habitantes rurales de la zona, en cuyas tierras se habían asentado por el apoyo de los turcos y a los que tendrán siempre como enemigos. Antes, se había traducido esta frase por «construyeron pueblos y ciudades propias», de forma que se manifieste también esa pretensión inicial de esos poblados de vivir aislados de su contorno. La pretensión quedó superada por la realidad de su integración social en su contexto rural, con una asimilación mutua de las dos formas de vida, la periurbana y la propiamente rural tradicional magrebí.
     Se trata de una «agricultura urbana», si puede expresarse así. Las colonias agrícolas de los andalusíes permitían participar en la vida y el esplendor de la ciudad, con la que intercambiaban toda clase de productos comerciales. Les permitía también disfrutar de servicios políticos y culturales varios. El estar protegidos militarmente por la ciudad, contra ataques de beduinos o campesinos, era también un servicio que los moriscos o andalusíes esperaban de la vecindad de la ciudad y del centro militar del poder, asentado en la capital.
     Los andalusíes eran un «sector primario» para el desarrollo de la producción y los servicios de una gran capital como era Argel y, en proporción, de las otras ciudades costeras argelinas. Aun a fines del siglo XVIII, Blida y Kolea seguían siendo las capitales agrícolas de las que se nutría la capital de Argelia y que regulaban los precios agrícolas, según el estudio de As-Sa'iduni.
     El intercambio era mutuo, como se ve en la riqueza de construcciones que observan los viajeros en esas poblaciones rurales y hasta en las inversiones que esos pueblos hacen en las ciudades, sufragando donaciones religiosas urbanas, especialmente en los lugares santos orientales del Islam (Medina, La Meca, Jerusalén, etc.)
     Por eso, como se nota en Marruecos y Túnez, no puede compararse la actividad agrícola de los andalusíes —para la ciudad— con la agricultura de semi-subsistencia e intercambio meramente local, de la mayoría de la población rural del Magreb. Se trata, pues, de una agricultura periurbana, de tradición medieval en el Magreb y Al-Andalus, estructurada no para la mera subsistencia del agricultor, sino como especialización intensiva, destinada al intercambio comercial.
     Así es como la agricultura de las colonias andalusíes contribuyó a elevar el nivel de vida y de alimentación de las ciudades magrebíes, especialmente en Argel, y a proporcionar a la artesanía urbana materias primas para los procesos de transformación.

Artesanía urbana: la seda y lo textil

     Dada la importancia urbana de Argel, hay que suponer una gran actividad artesanal, multiforme, en la que participarían muchos menestrales, de diverso origen étnico.
     No hay ninguna mención particular de los andalusíes, en la construcción, la cerámica, la joyería, la quincallería, tapices, esparto, etc. Sólo la escueta mención de un maestro de obra o albañil andalusí, a principios del XVIII. Pero, basándose en la lista de oficios que trae Haedo, se puede afirmar que:
                
la mayoría de esos inmigrantes eran pequeños empresarios y artesanos, que forman los elementos sociales claves de la ciudad musulmana, identificados con la cultura islámica que defendían los Otomanos... (Hess).
                
     Muchos autores señalan tradiciones artesanales andalusíes en diversas zonas argelinas: tocados andalusíes en Tremecén; vestidos moriscos en Cherchel; bordados; alfombras; bonetes o chechías con su zoco especial, como en Túnez, cerca de Babeloued (Bâb-al-wâdî, «la puerta de la rambla» de Argel), y con su proceso de fabricación concertado con los pueblos rurales andalusíes también, como en Túnez; artesanía del tejido, en especial la de la seda, importada de Granada en el XIV en la zona occidental de Argelia (a Orán, Honéin y Tremecén, y de allí a la Qal'a de los Banu-Raxid).
     Estas influencias son muy verosímiles, aunque se trata de tradiciones poco documentadas, con cronología de difícil precisión, por ahora.
     Es afirmación general el atribuir a tradiciones familiares andalusíes los orígenes de muchas labores artesanales en Argelia, aunque indudablemente se debieron mezclar con tradiciones locales y con evoluciones técnicas múltiples, dentro de la actividad productora y mercantil de Argel, abierta a poblaciones, demandas e influencias de todo el Mediterráneo y hasta de Oriente y de la Europa nórdica.
     Una fuente italiana ha atribuido la introducción de la artesanía de la seda en Argelia a los «granadinos», a principios del siglo XVII. La afirmación de Salvago ha sido repetida por los historiadores, que a veces no se atreven a aseverar el origen granadino de esa artesanía, aunque las fuentes contemporáneas recalcan que las industrias de la seda estaban generalmente en manos de andalusíes y parecen haber contribuido mucho a la riqueza de la ciudad de Argel, donde había por aquellas fechas nada menos que 600 sederos, según Latham.
     Haedo, a fines del XVI y en el capítulo de su libro que trata «De los exercicios de las mujeres de Argel...», afirma que:
                
pocas son las que saben labrar de seda, si no es alguna renegada o morisca de España, que en su tierra lo deprendió, y las hijas que de éstas nacen, a quien sus madres se lo han enseñado...
                
     De todas formas, hay que suponer con toda verosimilitud una participación andalusí importante en todas las actividades de la ciudad de Argel y de las otras zonas urbanas y periurbanas de Argelia: artesanía, comercio, administración, etc.
     Un estudio reciente sobre los oficios en Argel en general, con documentación manuscrita nueva, especialmente de los siglos XVI y XVIII, no señala especialmente a los andalusíes como grupo específico en el artesanado de la capital, como se señalan los artesanos de otros orígenes (los caballíes de las montañas, los mzabíes jarichíes del sur, los mzitíes y biskríes de los oasis, los cháwiyas y los negros). Aunque hay que ser prudentes con los argumentos de tipo negativo, esta falta de «especialización» sería una muestra más de la integración total de los andalusíes a todos los oficios urbanos de los ciudadanos de la capital, al igual que otros islamizados de origen oriental y europeo y sus descendientes.

   

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