Intervención de José A. Pérez Tapias en el Congreso de los Diputados

Para defender la Proposición No de Ley acerca de los Moriscos presentada por el Grupo Socialista en la Comisión de Exteriores el miércoles 25-11-2009.


Como portavoz en este momento del Grupo Parlamentario Socialista voy a defender en esta Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, la Proposición No de Ley encaminada a instar al Gobierno de España a que lleve a cabo determinadas actuaciones con motivo del Cuarto Centenario de la Expulsión de los moriscos.

Es una PNL que responde a un deber de memoria, a una obligación de reconocimiento de lo que fue una injusticia –tragedia entonces para la población morisca- y a un ejercicio de responsabilidad enmarcado en una política de la memoria: lleva a potenciar las relaciones con los descendientes de quienes fueron condenados a un terrible exilio.

Señorías, 300.000 personas desterradas de España no son una mera nota a pie de página en las crónicas de nuestra historia. Es un hecho que marca la misma, y en este caso negativamente, con una huella que llega hasta nosotros, deudores de esa misma historia, que hoy abordamos además, no sólo con criterios académicos y culturales, sino también desde una perspectiva política.

Me van a permitir afirmar que la memoria, aquello de lo que guardamos un recuerdo, no ya meramente personal, sino socialmente transmitido y culturalmente troquelado, incide de lleno en la política que hacemos. Sólo desde una ignorancia culpable, dicho al modo kantiano, puede soslayarse ese hecho. Como sólo de manera tendenciosa puede decirse que abordar cuestiones importantes para nuestra memoria colectiva, máxime cuando los herederos de aquellos otros sobre los que versa todavía nos interpelan, es una mera maniobra de distracción de las urgencias del presente. No se preocupen, señorías del PP, que una PNL como ésta no resta ni un ápice de energía, dedicación y buen hacer de este Grupo Parlamentario y del gobierno que apoya a la hora de hacer frente a la crisis económica en la que estamos.

Por otra parte, constantemente celebramos acontecimientos o hechos históricos a los que damos un relieve político. Podemos recordar los actos en torno al V Centenario del Descubrimiento de América, destacando entre ellos la Expo-92, por citar algo muy descollante –recordando a su vez que en 1992 se hicieron actos de reconocimiento, y al más alto nivel del Estado, respecto a esa gran injusticia que fue en su momento la expulsión de los judíos de Sefarad, la cual por otra parte no dejó de ser también una catástrofe cultural y económica para la España de la época.

Podemos mencionar celebraciones más próximas, ya pasadas, como las del 2 de Mayo en la Comunidad de Madrid, o futuras, como la conmemoración del II Centenario de la Constitución de Cádiz de 1812. Puedo traer a colación, a título de ilustrativos ejemplos, la Diada de Cataluña, que convoca a su conmemoración a los catalanes todos los años, o, yendo a otro tipo de celebraciones, la que se promueve respecto al Milenio de la fundación del Reino de Granada, que es cuestión sobre la que esta misma tarde está presentando una PNL el Grupo Parlamentario Popular en la Comisión de Cultura de este Congreso.

Si está claro que de forma explícita o implícita la memoria incide en la política, pensamos desde el Grupo Parlamentario Socialista que a todos nos interesa llevar a cabo la mejor “política de la memoria” que podamos realizar, teniendo en cuenta que eso supone ir en dirección contraria a lo que tantas veces ha sido una política de la desmemoria.

Precisamente respecto a la expulsión de los moriscos de la que en 2009 se han cumplido cuatrocientos años de que tuviera lugar, la política imperante durante mucho tiempo ha sido de desmemoria, lo cual tenía que ver con lo que ha sido la visión de nuestra historia que ha sido hegemónica hasta ahora –y que ha condicionado sobremanera una determinada idea de España y de su Estado como centralista y unitario-, con la pervivencia atávica de arraigados “prejuicios contra el moro”, con una significativa islamofobia que aflora sorprendentemente hasta en destacados académicos y con una fuerte tendencia a trivializar y a desprestigiar todo lo que tiene que ver con la “memoria histórica” –la cual, por su parte, no se agota en lo que queda jurídicamente tratado por la llamada “ley de la memoria histórica”.

Para dar cuenta de en qué sentido una política de la memoria nos lleva a proponer las actuaciones que indicamos con motivo del IV Centenario de la expulsión de los moriscos, voy a abundar en la exposición de motivos que acompaña a la Proposición que hemos hecho.


1. Necesidad de algunas referencias a la historia: se trata de la conmemoración de una expulsión, de un destierro, de un exilio

Me perdonarán de nuevo, como diputado por Granada, mencionar que si en este año 2009 conmemoramos el IV Centenario de la Expulsión de los moriscos de los Reinos de España, tal conmemoración, relevante para toda España, ha sido y es especialmente pertinente en Granada, precisamente cuando hablamos de conmemorar el Milenio de los orígenes del Reino de Granada. Esa pertinencia también ha sido subrayada entre nosotros no sólo por voces del mundo académico, sino por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y por quienes desde muy diversas procedencias así lo han subrayado en nuestra prensa local.

La visión de esos mil años de historia sería falsa si no contemplara ese hecho crucial que fue la expulsión de los moriscos, tragedia en todo el territorio peninsular, pero especialmente en nuestra tierra, donde supuso el fin de la presencia de una cultura, de una religión y de decenas de miles de sus habitantes condenados al destierro, de alguna manera como punto final de la conquista definitiva del Reino Nazarí por los Reyes Católicos. Ya en la época, Pedro Aznar de Cardona vio la expulsión como “fin de un largo e ignominioso paréntesis abierto por la invasión de 711”. Era la percepción de los vencedores, muy distinta de otras visiones, como la recogida por Luis de Mármol y Carvajal en su Historia de la rebelión y castigo de los moriscos.

Aunque el destierro de la población morisca tuvo lugar entre finales de 1609, cuando empezó la expulsión de los moriscos de Valencia, y 1614, cuando ultimó la salida de los mismos del Reino de Castilla, fue el 9 de abril de 1609 cuando el rey Felipe III, a instancias del Duque de Lerma, firmó el decreto de expulsión. Tal fecha señala el final de la presencia en España de la minoría andalusí de religión musulmana que había permanecido en sus diferentes Reinos bajo la soberanía de sus respectivos monarcas cristianos.

El comienzo del fin quedó fechado antes, en 1499 cuando, tras la conquista de Granada, se consagra el incumplimiento de las Capitulaciones firmadas por los Reyes Católicos en 1492 desde que el cardenal Cisneros promueve la conversión forzosa de los moriscos granadinos. Esas y otras medidas similares en los Reinos de Castilla y Aragón marcaron un curso de los acontecimientos caracterizado por la represión de la minoría morisca. La reacción de la misma contra tales circunstancias tuvo su punto culminante en la rebelión de las Alpujarras en 1569 –comenzó en la Navidad de 1568-, durante el reinado de Felipe II. Sofocada ésta, el camino se fue preparando hasta desembocar en la definitiva expulsión a partir del mencionado año 1609.

Los hechos históricos han sido suficientemente estudiados por historiadores como Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, así como los profesores granadinos Manuel Barrios o Rafael Peinado.
También por antropólogos como Julio Caro Baroja.

Todos ellos abundan en estas causas de la expulsión:



  • La intolerancia religiosa,
  • la política de asimilación plasmada en el dilema de o conversión o exilio,
  • las sospechas de apoyo a otomanos y berberiscos,
  • la codicia de la nobleza por las tierras de los moriscos,
  • el resentimiento de la población cristiana (incluyendo el “ansia de botín”)
  • y la pretensión de configurar un reino integrado en la cristiandad sin minorías que llevaran a poner en duda su supuesta cohesión.

Estos fueron los motivos que desencadenaron de consuno la terrible injusticia que acabó en la tragedia que supuso la expulsión de más de 300.000 moriscos de los territorios de España. Resultado de todo ello: la “convivencia negada”, dicho con atinada expresión de Manuel Barrios. La “suerte de los moriscos” fue el reverso, otro reverso, de nuestra historia, una historia sembrada de exclusiones, plagada de olvidos y que cuando se vuelve sobre ella se revela como una “historia incómoda”, como acertó a formular el escritor Juan Goytisolo en un muy oportuno artículo publicado a comienzos de este año de conmemoraciones. En una conmemoración como la actual hay que hacer frente a esa incomodidad y salir de esos olvidos.

Su asentamiento en el Magreb (Marruecos, Argelia y Túnez) e incluso su presencia en el África subsahariana hasta Tombuctú forma parte del devenir histórico de esa población que fue

  • reprimida por su cultura,
  • enmudecida en cuanto a su lengua,
  • perseguida por su religión,
  • expulsada de su tierra,
  • despojada de sus propiedades
  • y lanzada al exilio por cientos de miles.

La población morisca, sin embargo, mantuvo sus rasgos culturales, sus costumbres, su patrimonio artístico y buena parte de su bagaje lingüístico, todo ello vinculado a su procedencia de España y conservado en gran medida por sus descendientes hasta el día de hoy.


2. Actos conmemorativos a lo largo de 2009

A lo largo de 2009 se están realizando en España actos de muy diversa índole para conmemorar esa trágica expulsión de los moriscos.


Exposiciones en la Comunidad Valenciana y en Aragón, actividades diversas en Cataluña,
y congresos internacionales sobre la historia de los moriscos como el celebrado en Granada del 13 al 16 de mayo de este año –“Moriscos: historia de una minoría”-, dan fe del interés suscitado en la España actual por esa historia y su trágico final. Un lugar destacado merece la iniciativa de la Casa Árabe, institución vinculada al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación del Gobierno de España, con su documental-ficción “Expulsados 1609”, que se suma a las demás actividades impulsadas desde ella.

Pueden comprobar, señorías, el largo listado de actos conmemorativos en los que ha participado la Sociedad Española de Conmemoraciones Culturales. También, en otra órbita, se de destacar la implicación en muchas actividades en este sentido de la Fundación Legado Andalusí.

A través de todos los actos y actividades tan sucintamente aludidos, además de impulsar un mejor conocimiento histórico de todo lo que supuso la expulsión de los moriscos, se persigue que la sociedad española en su conjunto rememore lo que fueron páginas de su historia de una extraordinaria dureza.

Cabe también hacer mención a cómo desde la literatura también se ha contribuido al acercamiento a esa página negra de nuestra historia. Podemos mencionar la reciente obra de Ildefonso Falcones, de notable éxito editorial, La mano de Fátima, o las anteriores de autores como Felipe Romero, El segundo hijo del mercader de seda, o la del escritor de origen paquistaní Tareq Alí, A la sombra del granado. Podemos citar aquí también obras de Manuel Pimentel, tan conocido como escrito y editor como lo fue en su día en su papel de ministro del gobierno del PP presidido por José M. Aznar, como son sus libros titulados Los otros españoles: andalusíes en el Níger –escrito con el autor maliense Ismail Diadiè- y El arquitecto de Tombuctú. Lugar relevante merece la obra pionera de Manuel Villar Raso, Las Españas perdidas, precursora en el trabajo de recuperación de la memoria morisca-andalusí.

Y puestos a hacer memoria bien puede hacerse constar el apoyo financiero dado por la Junta de Andalucía hace unos años para la construcción en Tombuctú de una Biblioteca para albergar los valiosos documentos y volúmenes del legado morisco-andalusí reunido en la biblioteca heredada por Ismael Diadiè, el llamado Fondo Kati, cuya recuperación fue notablemente impulsada en su día, entre otros, por el poeta Ángel Valente.

Por si alguien aún se aferra a su escepticismo respecto al entronque con nuestra cultura del legado que mantienen vivo los descendientes de los moriscos expulsados hace cuatro siglos, puede acercarse a la magnífica obra de la investigadora Luce López-Baralt, de la Universidad Río Piedras de Puerto Rico, publicada este año bajo el título La literatura secreta de los últimos musulmanes en España.

3. La conmemoración como parte de una política de la memoria, también con proyección de futuro

Forma también parte de un inexcusable ejercicio de memoria histórica conocer qué ocurrió con esa población injustamente expulsada de los territorios de la España del siglo XVII como hecho cuyos ecos de alguna manera llegan hasta nosotros. De eso se encarga la comunidad científica, historiadores y antropólogos, que aportan al respecto un abundantísimo caudal de conocimientos.

Ahora bien, apoyándonos en esa investigación científica, pero más allá de ella, recuperar esa memoria histórica en relación a los moriscos es hoy ejercicio de recuerdo crítico del pasado que nos ha configurado,

así como tarea de concienciación ciudadana respecto a dónde pueden llegar la intolerancia, el fanatismo, el racismo sociocultural o simplemente la fuerza de peligrosos prejuicios enquistados en el imaginario social.

Recuperar la memoria de lo olvidado –la ausencia de lo morisco- lleva también a una reflexión política sobre la identidad colectiva, construida sobre exclusiones, como muy bien subraya el filósofo Reyes Mate. El reconocimiento de tal injusticia ha de ir acompañado de un ejercicio de responsabilidad: es la consecuencia de un “deber de memoria”.

En un tiempo en que hay que tejer nuevas relaciones entre los pueblos y los Estados, para lo cual desde España se ha proyectado el nuevo paradigma de la Alianza de Civilizaciones, y cuando desde la Unión Europea se propone retomar con fuerza la Unión del Mediterráneo, es momento propicio para que el ejercicio colectivo de memoria en relación a los moriscos expulsados en el siglo XVII tenga continuidad con un ejercicio de establecimiento de nuevos lazos entre la España de hoy y los descendientes de aquellos que nunca debieron de verse obligados a abandonar su tierra, la que es nuestra tierra.

Hay que aclarar, sobre todo ante ciertos malentendidos generados por determinadas maneras de presentar esta cuestión en algunos medios de comunicación, que de ninguna manera se proponen recompensas por daños, compensaciones económicas o indemnizaciones por hechos ocurridos hace cuatro siglos. Nadie ha hablado de ello, ni nadie lo ha pedido. La dignidad de los descendientes de moriscos expulsados no les lleva ni por asomo a algo parecido. Por eso, intoxicar a la opinión pública con una visión de esa naturaleza responde a las fuerza de los prejuicios, a la insensibilidad respecto a una cultura que no nos es ajena y al mal trato infligido a una memoria histórica que se quisiera mantener reprimida.

A la vista de todo lo expuesto, y teniendo presente a su vez declaraciones institucionales que en su día se hicieron en relación a los judíos sefardíes que igualmente fueron expulsados de España en 1492, hacemos la siguiente Proposición no de ley al Gobierno de España.


Proposición no de Ley:

“El Congreso de los Diputados insta al Gobierno:

1) A que emprenda las actuaciones que se estimen necesarias para establecer y reforzar, por diversos medios y en la forma en cada caso más conveniente, los vínculos económicos, sociales y culturales con las poblaciones del Magreb y de África subsahariana descendientes de los moriscos expulsados del territorio español en el siglo XVII.

2) A que dichas actuaciones se vean acompañadas del reconocimiento institucional, de la manera que sea procedente, de la injusticia que en su día se cometió con los moriscos expulsados de España.

Congreso de los Diputados, a 25 de noviembre de 2009.

José Antonio Pérez Tapias, Diputado socialista por Granada.

PS. La proposición ha quedado aprobada con los votos a favor del Grupo Parlamentario Socialista y con los votos en contra de los Grupos Popular y Catalán (CiU).

1 comentario:

  1. Ha sido una de las mejores noticias que he tenido este año. Algún día me gustaría conocer al señor Perez tapias y expresarle mi agradecimento. Los "peperos" como siempre dando la nota y alimentando la xenofobia. ¡Qué tristes son!

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