Muerte de un morisco



Juan José Téllez. Escritor

Frente a la caricatura tan frecuente del Islam, Mansur Escudero (Almáchar, Málaga, 1947-Almodóvar del Río, Córdoba, 2010) representaba las esencias mejores de una religión cuyo nombre remoto significa paz. Fallecido el pasado día 3 de un infarto mientras cumplía con la oración de la mañana en su domicilio, su muerte le sobrevino cuando luchaba por un nuevo gesto simbólico, el de que se reconociera la historia de los moriscos españoles concediéndoles el Premio Príncipe de Asturias, justo cuando se cumplen cuatrocientos años de su expulsión de la Península.
Él mismo era un morisco, pero no un fantasma. Representaba, en gran medida, el mejor imaginario de ese pasado histórico lleno de sombras pero rico en luces: licenciado en Medicina y Cirugía por la Complutense, se especializó en neuropsiquiatría. Discípulo de Carlos Castilla del Pino y forjado como él en el compromiso antifranquista, abrazó las enseñanzas del Corán en 1979, fruto de un proceso de reflexión personal que vino a coincidir en el tiempo con la progresiva recuperación en democracia de las viejas señas de identidad andalusíes. Sin embargo, mientras que otros conversos como el cordobés Abderrahman Medina enarbolaban el Corán como un hecho diferencial de la Andalucía mítica que era posible poner al día en un contexto político aunque lejos de los excesos reivindicativos de Al Qaeda. Escudero en cambio partía de un plano espiritual próximo al sufismo para defender la idea de que las creencias musulmanas podían ser compatibles con la razón, con la democracia y con el sentido contemporáneo de laicidad.
Así, en 1980, fundó la primera comunidad de musulmanes españoles, la Sociedad para el Retorno al Islam de España, que después se convertiría en la primera Junta Islámica de España. En 1996, se estableció en Almodóvar del Río, donde sigue teniendo su sede dicho organismo así como el Institutuo Halal, organismo dependiente de esta organización y único reconocido oficialmente en España para certificar productos y servicios con el sello Garantía Halal, para productos alimenticios destinados al consumo de la población musulmana y obtenidos bajo los rituales que fija la tradición coránica.
En 1995, junto con el almodovense Hashim Cabrera, funda la revista Verde Islam y en 1997 el portal islámico Webislam, así como una editorial en donde suelen publicarse obras que aportan una interpretación de las doctrinas de Mahoma y de sus seguidores, en las antípodas del fanatismo.
Lejos del fundamentalismo, venga de donde venga, otro de sus principales frentes de batalla estribó en la búsqueda de una solución ecuménica para el rezo en la Mezquita de Córdoba. Como bien se sabe, el monumento se mantuvo en pie tras su conversión en catedral católica, que mantiene dicho uso exclusivo en la actualidad, hasta el punto de que su cabildo se niega sistemáticamente a aceptar que creyentes de otras religiones puedan rezar en su interior: de hecho, durante la pasada primavera, dos turistas austríacos fueron detenidos tras intentar hacerlo, en compañía de un centenar de correligionarios que llegaron a enfrentarse a los guardias de seguridad cuando fueron a capturarles por lo que las autoridades eclesiásticas consideraron “un desagradable incidente”. En 2006, Escudero llegó a escribir al Papa una carta para que el nombre de Allah pudiera volver a pronunciarse entre los arcos de la Mezquita, pero fue inútil: el Obispado se siguió negando a ello, por lo que él protagonizó un acto de rezo público en el exterior del conjunto. Ahora, tras su fallecimiento, se sonrojaría tanto de que le llamen el San Francisco de Asís del Islam como debió de extrañarse por el hecho de que desde incluso partidos progresistas calificaran, en su día, aquella oración en la vía pública como una simple “payasada”. Polémico y radical le llamaban, sin embargo, desde la derecha extrema.
El director general de Relaciones con las Confesiones del ministerio de Justicia, José María Contreras, aseguraba que con la muerte del líder musulmán “se pierde al impulsor de un Islam más moderno”. Y el teólogo cristiano Juan José Tamayo defendía su memoria con las siguientes palabras: “Queda huérfana la comunidad musulmana española. Pero la orfandad se extiende a creyentes de otras religiones y a no creyentes de diferentes ideologías por la pérdida de una de las voces más audibles y respetadas de concordia, tolerancia y diálogo en la vida política, en la sociedad y en el de las religiones”.
Hace unas semanas, cuando Terry Jones, un telepredicador evangelista estadounidense amenazó en vano con quemar el Corán, despertando las simpatías y las iras de los iluminados de uno y de otro libro sagrado, Mansur Escudero se limitó a opinar: “El Corán es una revelación que está descendiendo siempre. El libro físico sólo es el reflejo de la palabra revelada. Quemar el libro, como pretende hacer el tipo ese de Estados Unidos, es una estupidez. No quemará más que un trozo de papel. Incluso si queman todos los coranes que hay en el mundo, el mensaje seguirá vivo en los creyentes”. Sin embargo, la muerte de ese siquiatra del alma supone sin duda una baja irreparable en las trincheras mundiales de la sensatez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario