¿Segregación, coexistencia, convivencia?

Ángel Galán Sánchez
Universidad de Málaga

Expulsión de moriscos en Granada
El fracaso de la experiencia morisca en el Reino de Granada y la confrontación armada, que, si no inevitable, fue absolutamente lógica dentro de las circunstancias del momento, debería hacernos volver la mirada no hacia el pasado sino hacia el presente conflictivo que vivimos si queremos entenderla en todas sus dimensiones.

Los grandes barrios musulmanes de ciudades como París, Londres, Hamburgo o Lyon; el hecho de que más de 300.000 palestinos sean ciudadanos de pleno derecho del Estado de Israel a pesar del estado de guerra permanente en que viven, o la compleja situación en Chechenia, ponen de relieve que el conflicto, por duro que sea, no evita las influencias mutuas, no impide que costumbres, formas de pensar, organización política, aficiones culturales o deportivas pasen de una sociedad a otra. Afortunadamente los seres humanos son algo más que miembros de una religión, de una nación o de cualquier otra identidad excluyente.

En el siglo XVI nadie elegía ser cristiano viejo o cristiano nuevo al nacer, todos se incluían obligatoriamente en una u otra categoría y la sociedad de la época no permitía que uno lo olvidara durante toda su vida. Sin embargo, ser miembro de una u otra comunidad no significaba lo mismo para todos. Junto a la fractura que suponía la religión de origen, los intereses económicos, las relaciones personales, la estructura política, la obligación de coexistir en definitiva, hizo que los hombres y las mujeres de aquel tiempo interpretaran y se adaptaran a su situación de manera diferente y, más aún, que las mismas personas cambiaran de posición a lo largo de su vida. En el momento más álgido del conflicto, en plena rebelión de los moriscos del Reino de Granada (1568-1570), don Hernando el Zaguer, el capitán general nombrado por el rey de los moriscos sublevados, Aben Humeya (Hernando de Válor), ante la evidencia de la superioridad militar de la poderosa monarquía hispana, se dirigió a su pueblo para hacerle un desesperado llamamiento a restablecer la paz de la siguiente manera:

“¿Podremos negar que no tenemos agua de baptismo como ellos?; negaremos que no somos vasallos subditos naturales del rey Felipe? Pues tampoco podremos negar que la prematica que tanto nos ha albo­rotado no fue hecha sino a buen fin, aunque nos ha parecido grave. ¿No veis que ni somos bien moros ni bien cristianos? Pues si esto es así, cierto es haber ofendido con este levantamiento a Dios primeramente y después a nuestro rey (…) Esta que llamáis libertad será muy bien trocada por la paz”.

Es cierto que éstas no son sus verdaderas palabras, si alguna vez las pronunció, sino la versión de un excelente cronista castellano, Luis del Mármol Carvajal. Había pasado casi un siglo desde que se inició la conquista del reino y transcurrido casi tres cuartos del mismo desde el momento en que les obligaron a convertirse al cristianismo o dejar Granada y, en efecto, los moriscos del reino no eran ni completamente moros ni completamente cristianos, sino el producto de una sociedad mixta

¿Una o muchas comunidades moriscas?: El reparto del espacio y las actividades económicas.

No tenemos espacio para explicar el reparto del reino entre la población cristiana vieja y la morisca. Sin embargo, es imposible entender el desarrollo de la convivencia entre ambos grupos sin atender a algunos de sus rasgos esenciales. Las ciudades en general quedaron en manos de la población cristiano vieja. Pero, sobre todo en el oriente del reino, hubo barrios moriscos en las más importantes de ellas. Guadix, Baza o Almería tuvieron varios centenares de vecinos moriscos en esta época.

En cuanto a la capital del reino, la población fue mayoritariamente musulmana, al menos en los dos primeros decenios, y luego se equilibró en dos mitades casi iguales hasta la expulsión de 1570. Existieron también muchos ejemplos de pueblos con población mixta como Casarabonela, en la actual provincia de Málaga o Vélez Blanco y Vélez Rubio en Almería. Una parte importante, pues, de la población morisca compartió sus espacios con los repo­bladores cristianos viejos, creándose así un ámbito más propicio a la aculturación que aquellos otros lugares que fueron mayoritariamente moriscos.

En efecto, el modelo opuesto lo presentan las comunidades de musulmanes convertidos que no tienen en su seno más presencia cristiano vieja que la de los representantes del poder. El caso más claro es el de las tahas alpujarreñas, en las cuales, y hablando en general, salvo el cura, el mesonero y algunos representantes ocasionales de la justicia, todos los habitantes compartían las mismas señas de identidad. No hay, pues, un fenómeno morisco uniforme, sino múltiples situaciones comarcales y locales, que hacen más fácil entender la feroz oposición de los alpujarreños al poder cristiano.

Cualquier oposición entre las actividades económicas de una y otra población es falsa. Cristianos viejos y moriscos compartían las mismas actividades agrícolas, ganaderas o artesanales. Para matizar esta afirmación debemos tener en cuenta que los moriscos ocupaban en general una posición subordinada en el entramado económico. Es muy frecuente encontrárselos como arrendatarios o temporeros trabajando en las tierras de la oligarquía cristiano vieja. Ya sea en el Obispado de Málaga, en la hoya de Guadix-Baza o en la Vega de Granada, estos moriscos complementaban sus ingresos como pequeños propietarios, ocupándose de las tierras de los vencedores. Es cierto también que actividades como el hilado de la seda recaían casi exclusivamente en manos moriscas. Pero, frente al viejo tópico, podemos observar cómo en la ciudad de Granada artesanos moriscos y cristianos viejos compartían las mismas actividades en tareas como la artesanía del cuero o la construcción. Si tuviéramos que expresarlo en términos actuales, diríamos que los moriscos eran la parte explotada de una sociedad colonial, pero el sistema económico era único y no dual. Moriscos y cristianos viejos compartieron las mismas o parecidas preocupaciones para mantener en pie el sistema productivo del Reino de Granada.

Adaptarse o perecer: el gobierno de la comunidad y el colaboracionismo morisco

Las comunidades moriscas gozaron de una larga pervivencia tras la conquista. En cada uno de los lugares los “cadis, alfaquis, viejos e buenos omes», de los que nos hablan los textos de las capitulaciones, siguieron manteniendo su poder tras la conquista en lo que se refiere al gobierno de los asuntos internos de las aljamas. Ahora bien, tras su conversión, esta estructura estaba formalmente prohibida: los alfaquíes, por ejemplo, habían perdido todas sus funciones y su reconocimiento como hombres de religión y la asamblea de la aljama no tenía valor legal reconocido. Formalmente las comunidades moriscas se convierten en concejos cristianos con los mismos o parecidos oficiales que los de los repobladores. Sin embargo, bajo esa estructura, las decisiones colectivas importantes se seguían tomando de la misma manera que antes de la conquista.

Claro está que ningún proceso de esta naturaleza es completamente inocente. Un oficial menor con funciones básicamente de recaudación de impuestos, el alguacil, se convertirá en el nuevo hombre fuerte de estas comunidades al ser designado siempre por las autoridades cristianas. Unas veces los conquistadores los elegían entre las familias más poderosas del lugar, como por ejemplo, don Hernando de Castilla, que fue alguacil de Motril. Otras, por el contrario, los designaban entre hombres nuevos a los que se recompensaba así por su fidelidad a los conquistadores. En conclusión, la proximidad al poder cristiano sirvió a veces para consolidar a las mismas familias influyentes de época nazarí y otras para introducir elementos extraños en el círculo de los poderosos de la vieja sociedad musulmana.

Por encima de estas estructuras básicas, la monarquía articuló un sistema de representación para toda la comunidad morisca. Estaba destinado a garantizar el pago de sus impuestos, el principal signo de diferenciación entre los viejos y los nuevos cristianos, y la subordinación política de una nación permanentemente sospechosa de herejía y de alianza con el enemigo de la cristiandad.

Las principales ciudades del reino concentraron a estos colaboracionistas. Actuaban como representantes de los moriscos y recibieron como recompensa de sus servicios favores económicos y políticos de la Corona. Exenciones de impuestos, salarios, algunas veces mercedes de tierras y frecuentemente ser regidores de la ciudad, son los signos más visibles de esta colaboración con los conquistadores y, durante los tres cuartos de siglo que duró la experiencia morisca en el reino, consolidaron verdaderas dinastías locales. Los Belvis en Almería, los Benajara en Guadix, los Dordux (ahora llamados Málaga) en Málaga, o los Granada Venegas y los Muley en Granada. Su actitud sin embargo, presenta matices. Algunos como los Granada Venegas, se identificaron tanto con la causa cristiana que se convirtieron en nobles y llegaron a inventarse orígenes falsos para disfrazar su pasado musulmán. Otros, aceptando la inevitabilidad de la conquista y la conversión, se esforzaron por defender a sus compañeros de nación, como hicieron los Muley Fez, uno de cuyos miembros es el autor del famoso memorial en defensa de los moriscos presentado antes de la rebelión. Pero son muchos más frecuentes los casos de quienes sin renunciar a ninguna de las ventajas que les ofrecía el poder castellano intentaron conjugar los intereses personales con cierto grado de defensa de sus correligionarios. Ejemplo de esto sería Hernando de Morales el Fistelí, que fue alguacil mayor y alcaide de los juglares y zambreros en Granada y representante de los moriscos del Obispado de Málaga durante los dos primeros decenios del siglo XVI.

La difícil identidad de los moriscos

Por paradójico que pueda parecer, los únicos elementos que definen esta nación, por emplear la expresión de Francisco Núñez Muley, son los que les imponen los cristianos. En efecto, una fiscalidad discriminatoria y una cohesión política impuesta por los conquistadores son los únicos elementos que no sufren modificaciones y aculturación a lo largo de su historia. Aunque la mayoría de los moriscos fuesen criptomusulmanes de corazón, es imposible que permaneciesen completamente impermeables a la cultura y las formas de hacer de la sociedad de los vencedores. El más famoso de los documentos producidos por la minoría, el Memorial que elevó Francisco de Núñez Muley para impedir la definitiva puesta en marcha de las medidas represivas acordadas en 1566, recoge un fuerte sentimiento de identidad en torno a elementos como la lengua, la conciencia de nación o el vestido.

En cuanto al vestido, parece que el hábito específico de la minoría se había refugiado en las mujeres. Almalafas y zaragüelles aparecen bien representados en los grabados de la época de la expulsión, pero en cuanto a los varones, su forma de vestir no difiere mucho de la de los cristianos viejos. Los moriscos, pues, habían adoptado formas de vestir que, si bien no cumplen todas las recomendaciones que la Iglesia y las autoridades les hacen desde el principio de su cristianización, distan mucho de ser totalmente moras.

En cuanto al uso del árabe, señalemos que fue una de las grandes señas de identidad de los moriscos granadinos. A diferencia de lo que pasó en el resto de la Corona de Castilla, en Granada no se perdió nunca su uso, ni oral ni escrito. A pesar de las sucesivas prohibiciones de la lengua coránica escrita, la Corona tuvo que rendirse a la evi­dencia, y los libros de recaudación fiscal fueron bilingües durante toda la permanencia de los moriscos en el Reino de Granada. Pero este mismo bilingüismo nos introduce en la otra cara de la moneda. Si en las primeras generaciones tras la conquista el número de musulmanes conquistados que conocía el castellano era muy escaso y solía circunscribirse a la expresión oral, la segunda mitad del siglo XVI presenta un panorama diferente. Al menos en las ciudades según podemos constatar por protocolos notariales, existió un núcleo suficiente de moriscos bilingües reforzado por el hecho de la numerosa concesión de escribanías cristianas a moriscos tras la conversión. En una sociedad donde el valor de lo escrito era inmenso para atestiguar actos de la vida cotidiana que hoy nos parecerían nimios, los escribanos, intérpretes y testigos moriscos, cumplen una función esencial de puente cultural entre ambas comunidades.

Por último examinemos el mayor signo de diferenciación entre una comunidad y otra: la religión. Aun admitiendo, como sostiene la visión historiográfica tradicional, que la inmensa mayoría de los moriscos eran musulmanes de corazón, el panorama se presenta harto complejo. La solidaridad comunal, tan arraigada en el Islam, reaparece en forma de organización parroquial en la ciudad de Granada. De igual manera, los moriscos formarán cofradías que les permiten mantener un alto grado de cohesión bajo una institución cristiana, más aún la asunción por los moriscos de las formas de culto cristianas menos molestas para el Islam, como el de la Virgen María, muestran una posible vía hacia el sincretismo en la segunda mitad del siglo XVI, al menos en la ciudad de Granada. En 1577, una esclava granadina compareció en un auto de fe y en él, entre otras cosas, se dijo que la morisca había afirmado que “María había parido a Mahoma porque primero lo había tragado por la boca e después parido y que así los moros eran nietos de María”. Nietos es menos que hijos, pero implica una clara filiación que expresa muy en los deseos de una parte de los ciudadanos de Granada de seguir navegando entre Cristo y su mucho más acogedora madre, sin que los cristianos viejos exigiesen continuamente pruebas de que eran buenos y leales súbditos cristianos de su católica majestad.
                                          
La sociedad mixta de los moriscos: una conclusión provisional

Aunque la confrontación entre ambas comunidades constituye el rasgo dominante de las relaciones entre cristianos viejos y moriscos, esto no impidió la existencia de numerosas formas intermedias de coexistencia, que fueron más abundantes allí donde
existieron comunidades mixtas entre cristianos viejos y moriscos. Como hemos visto, los moriscos adaptaron las instituciones castellanas a sus formas de gobierno y de solidaridad tradicionales. Al tiempo, esta forzosa integración les acercó al mundo de los cristianos al tener que modificar una parte sustancial de los procedimientos de actuación. La sociedad resultante tiene elementos de ambas culturas que permitió su funcionamiento durante casi tres cuartos de siglo.

La cristianización forzosa no hizo olvidar el Islam, pero sí surgir formas de religiosidad a caballo entre las dos grandes religiones, al menos en los medios urbanos más en contacto con los vencedores. Buen ejemplo de ello son dos moriscos bien conocidos en la literatura científica: Miguel de Luna y Alonso del Castillo. Ambos fueron intérpretes de la Inquisición y dos hombres perfectamente bilingües. El primero escribió una historia de España que tiende a suavizar los aspectos más duros de la confrontación entre musulmanes y cristianos. El segundo, un médico afamado que fue además el primer traductor de las inscripciones de la Alhambra, dejó numerosos testimonios escritos de su amor por los suyos y de su cristianismo sincero. Pero lo que no debe olvidarse es que ambos fueron, probablemente, los autores de las falsificaciones de las reliquias y textos del Sacromonte. Esto es, ambos fueron los inventores de una tradición que convertía a los árabes en los primeros cristianos de España.



4 comentarios:

  1. Debió de ser una época de confusión y de miedo, y como en todos los sitios habría buenos y malos.
    Esta parte de la historia siempre me ha interesado, y el artículo que publicas da muchas respuestas a preguntas o situaciones de las que tenía dudas.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado el artículo. Bien documentado. Sobre todo aprecio la visibilidad de una historia que está en nuestros orígenes genéticos, pero que ha sido silenciada en nuestra identidad nacional.

    ResponderEliminar
  3. Efectivamente, una realidad silenciada en el mejor de los casos. A mi modesto entender, fue distorsionada con engaño, y caricaturizada de mala manera, hasta producir una especie de esquizofrenia en la identidad de los españoles. Gracias por tu tiempo, amigo Francisco. Saludos desde El Padul.

    ResponderEliminar