Visión de los moriscos y de su expulsión, cuatrocientos años después

Por Louis Cardaillac                                         
Traducción del francés: José Urbano Priego

Título original:
Vision des morisques et de leur expulsion, quatre cents ans après
Publicado en :
ISSN electrónico 1773-0201



Introducción: del siglo XVII al XX, dos visiones opuestas de la expulsión y de los moriscos
En un reciente coloquio internacional que se desarrolló en Túnez para la conmemoración del cuarto centenario de la expulsión de los moriscos (20-23 de mayo de 2009), una de los intervinientes dio como título a su comunicación: “La expulsión de los moriscos en el espejo del tiempo” (*1).

En su exposición, ella presentó una síntesis de las distintas posiciones que se han enfrentado durante los cuatro siglos que nos separan de la expulsión. Esta drástica medida fue, desde el principio, motivo de polémica, en la cual, por otra parte, participaron los propios exiliados. En un reciente artículo de Augustin Redondo (*2), escrito a partir del análisis de relaciones de hechos durante los años 1609-1624, el autor nos presenta, gracias a estas nuevas fuentes que él descubrió, la doble visión de la expulsión en las primeras décadas que siguieron a este acontecimiento: el discurso mayoritario expresaba el odio y la exclusión hacia estos exiliados, mientras que en el mismo momento, en una diferente perspectiva aparecía la expresión de un sector minoritario de la sociedad, que veía en la expulsión una medida injusta, fruto de un grave error político.

Una obra literaria publicada recientemente, la de Juan Ripol, autor aragonés de principio del siglo XVII, titulada Diálogo de consuelo por la expulsión de los moriscos de España (1613) (*3), tiene precisamente el mérito de enfrentar las dos opiniones sobre la expulsión y esto gracias a su presentación bajo forma literaria del diálogo entre un partidario de la medida real y un adversario, que lamenta el destino que se infligió a los moriscos. A través de las palabras de Serapión, nombre otorgado al opositor de las medidas de expulsión, Ripol expone los argumentos que abogan en favor de otra solución y critica la ineficacia de la política de evangelización y las desastrosas consecuencias económicas causadas por la expulsión.

Esta doble visión de la expulsión se perpetuó hasta el principio del siglo XX, y es la opinión conservadora la que triunfó sobre la otra, más liberal (*4). A partir de los años cincuenta, los historiadores pretenden por fin buscar la objetividad basándose en documentos de los archivos. Es el caso de Lapeyre que, en su obra Geografía de la España morisca (*5), estableció una estimación numérica y científica de los expulsados.

La conferenciante de Túnez, de la que hablé, terminó su exposición diciendo que la opinión sobre la expulsión, al final del siglo XX-principio del XXI, había tomado un nuevo giro cualitativo, apoyándose en las obras más recientes que acaban de publicarse sobre este tema.
Una proliferación de libros y publicaciones con motivo del cuarto centenario
Efectivamente, asistimos actualmente a cantidad de actos y publicaciones sobre el tema de los moriscos: números de revistas, artículos, ensayos, y, sobre todo, libros que ocupan un espacio importante en las librerías. Esta extensa producción está renovando y ampliando la visión que teníamos de los moriscos, y son abundantes los que insisten sobre las condiciones de la expulsión.

Obras sobre las distintas comunidades moriscas, según las regiones

Una primera categoría de libros, recientemente publicados, arroja nueva claridad sobre las regiones que estaban pobladas de moriscos. Ilustran la célebre frase de Fernand Braudel: “No hay uno, sino [diversos] problemas moriscos”, dónde el historiador hacía hincapié en la diversidad del problema morisco en función de las regiones. Cierto número de obras prueba precisamente la especificidad de la implantación morisca en una región determinada.

Para Aragón, el libro de Manuel Lomas Cortés, La expulsión de los moriscos del Reino de Aragón. Política y administración de una deportación (*6), tiene el mérito de llenar un vacío. Nos muestra que la expulsión de los moriscos aragoneses fue un proceso muy complejo y que los acontecimientos no se redujeron a lo que sucedió durante el verano de 1610. En realidad, están íntimamente vinculados a los distintos proyectos y a las prioridades de la Monarquía. Esta es la razón por la que el autor entiende la expulsión en un sentido amplio y la estudió en función de sus implicaciones de todo tipo. La salida de los moriscos, a pesar de los temores de la Monarquía, se efectuó en resumen de manera muy pacífica. En su último capítulo, este historiador trata de las consecuencias específicas para Aragón. Debido a la expulsión de los moriscos, los señores ven su capacidad económica reducida. El abandono de las tierras, la caída de la densidad de población en el medio rural, la reducción generalizada de la producción y los ingresos señoriales, así como el grave problema que apareció para los censistas, fueron la causa de una gran crisis económica.

En Valencia, Castilla La Nueva, Granada, la expulsión se efectuó en condiciones muy diferentes, evocadas en varios libros.

Para Valencia, estábamos ya bien informados gracias a recientes publicaciones, como, por ejemplo, la obra colectiva La expulsión de los moriscos, publicada en 1998 (*7). Ahora, con motivo del cuarto centenario de la expulsión, se acaba de publicar de nuevo un clásico, el libro de Tulio Halperin Donghi (1980) Un conflicto nacional. Moriscos y cristianos viejos en Valencia (*8).

Por lo que se refiere a Granada, el libro faro, reeditado hace poco con algunos complementos, es el de Manuel Barrios Aguilera La convivencia negada. Historia de los moriscos del Reino de Granada (*9). El autor es el gran especialista de su “país”, de esta tierra andalusí, y del mestizaje cultural que la caracteriza. Nadie mejor que él podría escribir esta obra sobre la “coexistencia rechazada”. La expulsión, que ocupa la tercera parte del libro, es vista en relación con el hecho vivido, la experiencia de la comunidad morisca en tierras de Granada.

Otra obra, con mucho peso (1.328 páginas), es la del profesor de la Universidad de Londres Trevor J. Dadson Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada (*10). El interés de esta obra es presentarnos la historia de una comunidad morisca sobre un largo periodo. Es la primera vez que se escribe de manera detallada la historia de una comunidad morisca que se asimiló a la cultura católica. Gracias a su sincera conversión, estos moriscos de La Mancha pudieron resistir algún tiempo a las tentativas de expulsión y permanecer en Villarrubia. Esta monografía es muy interesante por todo lo que aporta como información sobre la condición de los moriscos de Castilla, más apegados que los de otras regiones a sus tierras, más asimilados y arraigados, menos en el conflicto con los cristianos-viejos. Aquí, se destacan las condiciones de coexistencia con los cristianos-viejos y se destacan aspectos excepcionales de la expulsión: algunos llegaron a quedarse y otros retornaron, como fue el caso de los del Campo de Calatrava.

Otro libro sobre los moriscos de La Mancha, pero con una problemática muy distinta, centrada en el estudio de la propia comunidad, es el de Francisco J. Morena Díaz, titulado Los moriscos de La Mancha. Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna (*11).

Obras sobre diferentes problemáticas moriscas

Al albur de la conmemoración del cuarto centenario, se han publicado distintas obras que, sin duda, van a convertirse en clásicas para el estudio de los moriscos. Citemos algunas que nos dan a conocer algunos aspectos de la religiosidad morisca y de su cultura.

Una de ellas, titulada ¿La historia inventada? Los Libros plúmbeos y el legado sacromontano (*12), fue publicada por El legado andalusí, es decir, la herencia de Al-Ándalus, en 2008. La obra aborda el tema de los libros de plomo del Sacromonte de Granada, tratándolo de manera científica, bajo múltiples aspectos complementarios, tanto desde el punto de vista filológico, como histórico, artístico o también antropológico, y tiene por directores a dos eminentes especialistas de los moriscos: Manuel Barrios Aguilera y Mercedes García-Arenal.

La otra obra que querríamos señalar a los lectores es la recientemente publicada (mayo de 2009) por la especialista en literatura aljamiada (*13), y autora de numerosos libros y de más de doscientos artículos, Luce López Baralt, fundadora también y directora de la escuela de Puerto Rico, donde varias decenas de estudiantes, formados por ella, contribuyeron a dar a conocer los manuscritos aljamiados que estudian en su centro. El libro de Luce López Baralt al que hacemos alusión tiene por título La literatura secreta de los últimos musulmanes de España (*14). Esta obra, que se puede considerar como una síntesis de los trabajos de su autora, nos permite penetrar, a través del estudio de los textos aljamiados, en la intimidad de la vida de los moriscos, y oír, en largos monólogos, la voz, mucho tiempo ahogada y silenciada, de sus autores secretos.

Por último, no podemos terminar esta revista de las principales obras publicadas con motivo de este cuarto centenario sin indicar que existe una colección dedicada exclusivamente a los estudios moriscos, organizada bajo los auspicios de tres universidades, la de Valencia, Granada y Zaragoza: La Biblioteca de Estudios Moriscos, que, como su nombre indica, tiene la misión de reeditar importantes estudios ya agotados y de publicar los textos de los grandes especialistas del tema morisco. Los cuatro primeros volúmenes de la colección son los siguientes (*15): Manuel Barrios Aguilera y Mercedes García-Arenal, Los plomos del Sacramonte. Invención y tesoro; Bernard Vincent, El río morisco; Manuel Dánvila y Collado, La expulsión de los moriscos españoles; Tulio Halperin Dongui, Un conflicto nacional: moriscos y cristianos viejos en Valencia.

Dos ópticas privilegiadas de la visión de los moriscos y de la expulsión
En el momento de la conmemoración de este cuarto centenario de la expulsión de los moriscos, aparece claramente, a través de todas las obras publicadas, una nueva visión tanto de los moriscos como de su expulsión. Cuando decimos “nueva”, eso no quiere decir que los historiadores hayan elaborado esta visión a partir de cero, sino que significa que favorecen algunos ejes de interpretación y que los desarrollan en sus estudios basándose en documentación y argumentación nuevas.

Una visión comprometida

Los que abordan el tema de los moriscos se sienten comprometidos con relación a esta problemática y esto, como vamos a ver, a distintos niveles.

Durante siglos, interesarse por los moriscos fue simplemente tratar uno de los capítulos de la historia de España. Fue sobre todo, desde la perspectiva de los conservadores, interesarse por una minoría del país que había rechazado la asimilación y que había representado incluso un peligro para el Estado. Era el enemigo interior, una quinta columna que se debía expulsar, debido a su alevosía y su incapacidad para integrarse.

Pero progresivamente en el siglo XX, la historia de esta minoría fue tratada no sólo con objetividad, sino también con simpatía. Recordemos que ya, en 1978, Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent dieron como subtítulo a su Historia de los Moriscos: “Vida y tragedia de una minoría” (*16).

Y, desde esta fecha, hemos visto cómo los autores han expresado su simpatía hacia los moriscos, destacando su tragedia, como la de los hombres que tuvieron que sufrir las primeras tentativas de “limpieza étnica” en Europa.

De modo que, progresivamente, los historiadores se han comprometido del lado de esta minoría, intentando también sobre todo comprender estos acontecimientos del pasado. Se dieron cuenta de que la historia no trata solamente de hechos fríos y objetivos, susceptibles de ser analizados, sino que bajo estos hechos hay hombres de carne y sangre con nombres y caras.

Estos moriscos expulsados merecen bastante más que formar parte de unas estadísticas: más que unas cifras, son personas que sufrieron un drama personal y colectivo. Los historiadores de hoy rehabilitan la temática, aplicando el consejo que Antonio Domínguez Ortiz ya les daba hace años: “Aunque ya conocíamos las líneas generales del proceso de la expulsión, hay aún muchas investigaciones que llevar a nivel local; sería necesario multiplicar las monografías para estudiar las modalidades que revistió en cada pueblo. Los contrastes son grandes” (*17).

Un buen ejemplo de estas microhistorias deseadas es la obra de Trevor J. Dadson, de la que ya hemos hablado, sobre los moriscos de Villarrubia de los Ojos en La Mancha, monografía que nos permite conocer más precisamente los moriscos de un pueblo, sus relaciones con el poder local y nacional, y que nos permite conocer al mismo tiempo algunos de los poderes locales, en este caso favorables a los moriscos.

Todos estos estudios de microhistorias están íntimamente vinculados a otros estudios de macrohistorias. Sus autores reivindican de la misma manera el compromiso del historiador en su visión general de los moriscos y de su expulsión. Tal es el caso de Raphaël Carrasco que acaba de publicar en Barcelona, en abril de 2009, un excelente libro de síntesis: Deportados en nombre de Dios. La expulsión de los moriscos: cuarto centenario de una ignominia (*18).

El título (Deportados en nombre de Dios. La expulsión de los moriscos: cuarto centenario de una ignominia) es suficientemente explícito para expresar la opinión adoptada por el autor, de la misma manera que la frase, extraída del último capítulo de la obra, muestra bien la visión que nos propone de la comunidad morisca: “La expulsión fue la sanción a la rebelión, a la insurrección y a la fidelidad al pasado” (*19).

En esta categoría de autores comprometidos, conviene también citar al historiador Francisco Márquez Villanueva quien, mucho antes, consideró la expulsión de los moriscos como: “Un puro y simple genocidio, he aquí el verdadero sentido de la palabra “expulsión”, cuya naturaleza es tan decente que la utilizamos habitualmente con una inconsciencia amnésica. Entre tanto eufemismo y una cierta identificación con los criterios oficiales, se pierde de vista que se trata de la liquidación de un pueblo y de una cultura hispánica (*20)”.

En estas frases, Francisco Márquez Villanueva destaca dos puntos esenciales: En primer lugar, “fue la liquidación de un pueblo”, y como dice el eminente historiador prosiguiendo su discurso “no encontraron ningún Las Casas y nadie hoy vierte una lágrima por el destino que se les reservó”. Desde esta perspectiva, no se pueden separar los aspectos doctrinales de la expulsión de los humanos.

En segundo lugar, “fue la liquidación de una cultura hispánica”. Lo que equivale a decir que hubo un islam peninsular que desapareció con la expulsión, y que hubo una forma de civilización musulmana que tuvo su originalidad propia con relación al Oriente (*21).

En efecto, todos sabemos que además de la transferencia cultural que hubo de una península a la otra, es decir, de la Península Arábiga a la Península Hispánica, muy rápidamente Al-Ándalus afirmó su personalidad, hasta el punto que Ibn Hazm de Córdoba, en el siglo XI, escribió una epístola (Risala fi fida' il ahl al Andalus) en la cual elogiaba los méritos de su provincia y declaraba incluso la superioridad de sus habitantes. En efecto, en la época del califato de Córdoba, luego reinos de Taifas, la Filosofía conoció un gran desarrollo con Ibn Tufayl, Ibn Bajja, Ibn Ruschd, así como la Literatura, la Poesía, las Bellas Artes, la Medicina, la Arquitectura…, es decir, todo lo que constituye la civilización andalusí, una civilización de influencias múltiples y duraderas que enriqueció España y toda la Europa cristiana, a partir de Toledo, en los siglos XII y XIII.

En 1609, se produjo el desarraigo del islam ibérico y se cortó una de las ramas principales que constituían la Historia española, poniendo un punto final a la coexistencia multisecular.

La expulsión de los moriscos, una expulsión entre otras

Algunos historiadores presentan el problema bajo otro ángulo y consideran la expulsión de los moriscos como una expulsión entre tantas otras a lo largo de la historia de la Península. Y si hacen eso, no es para quitarle importancia, sino para intentar comprender el fenómeno situándolo, por una parte, en la historia de España, y por otra parte estudiando el fenómeno del exilio con la ayuda de sociólogos y antropólogos, pretenden llegar a una visión en profundidad de los hechos.

No hay duda que la realidad del exilio fue inseparable de la historia española. Se calcula que entre 1492, año de la expulsión de los judíos promulgada por los Reyes Católicos, y 1975, año de la muerte de Franco, aproximadamente tres millones de personas debieron abandonar España, a causa de expulsiones forzadas o violencias ejercidas sobre ellas.

Los Gobiernos españoles no han cesado de generar exclusiones desde el siglo XVI: después de los judíos (1492), los moriscos (1609), a continuación los partidarios de Carlos de Austria (los austracistas) en la guerra de Sucesión (1701-1715) que conoció la victoria de los Borbones. Pero antes, hubo la de los católicos heterodoxos en los siglos XVI y XVII. Y también la de los jesuitas (1767), de los carlistas y conservadores, y en otras ocasiones incluso de los liberales, según las vicisitudes de la vida política del siglo XIX. Por último, 500.000 republicanos vencidos tuvieron que exiliarse en el momento de la retirada en febrero de 1939.

Varios historiadores han estudiado recientemente las expulsiones como un fenómeno recurrente de la historia de España. Henry Kamen, especialista del tema, considera que hubo en España catorce grandes expulsiones. A todas les pasa revista en su libro, publicado en 2007, Los desheredados, España y la huella del exilio (*22).

Este mismo año Juan Canal publicó Exilios. Los éxodos políticos en España, siglos XV-XX (*23) y, un año antes, Juan Bautista Vilar hizo aparecer una obra titulada La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX (*24).

Por otra parte, la revista madrileña La Aventura de la Historia (*25), en del n° 116 de junio de 2008, publicó dentro de esta misma perspectiva un dossier titulado Exilio de España con artículos de Jordi Canal (“Éxodos de todos los colores”, “El vaivén del XIX”), de Raphäel Carrasco (“Judíos, protestantes y moriscos”), de Rosa María Alabrús (“El baile de loa Austracistas”) y de Ángel Duarte (“Guerra civil y diáspora”).

Inscribiéndose en esta misma perspectiva, tanto los autores de los libros que acabo de mencionar como los responsables de números especiales de las revistas, llegaron a conclusiones similares, aunque expresadas a veces con algunos matices.

Todos estos autores destacan el hecho de que desde el principio son unos españoles que expulsan a otros españoles y que las expulsiones corresponden a la búsqueda de una cohesión interna del país. Los que lo llevaron a cabo quieren llegar a una identidad estable para el país que pretenden representar. Sería pues esta actitud de exclusivismo e intolerancia la que generó cinco siglos de exclusiones.

A lo largo de su historia, España tuvo numerosas identidades que se acumularon: por raza, ideología, religión, por nacionalidades… Por esta razón tuvo tantas dificultades para construir una identidad solidaria y para existir en una experiencia compartida. En cambio, lo que tuvo fue una aspiración mítica a una construcción de lo que sería puramente español (lo español).

Con las repetidas expulsiones de las minorías, la tentativa secular de crear una identidad nacional fracasó. Las expulsiones minaron la identidad de España como nación, puesto que en cada una de estas circunstancias el país se privó de fuerzas vivas, de élites culturales esenciales, cuya ausencia frenó cada vez el desarrollo del país. Los exiliados se llevaron con ellos una parte de esta identidad, de modo que la gran víctima de tantos exilios fue la propia España. Y Henry Kamen hace hincapié en el otro aspecto complementario. Los grandes beneficiarios fueron los países de acogida, donde se desarrolló una cultura del exilio: tal fue el caso de Túnez con la llegada de los moriscos en 1609, lo mismo que México con la llegada de los republicanos en 1939.

Un último punto importante, como base de todas estas expulsiones: el exilio supone que la coexistencia entre grupos sociales diferentes no es ya posible. Llegado a este punto, el Gobierno decreta que las minorías afectadas no pueden ya formar parte del país. Los que gobiernan experimentan la presencia de las minorías como un peligro. Expulsan para preservar el país de ideas y creencias que le son extranjeras y que, a su modo de ver, amenazan su integridad.

Los historiadores, en su visión del fenómeno de la expulsión como una repetición de estructuras de un fenómeno recurrente, están de acuerdo con los sociólogos y antropólogos que estudian el fenómeno en sus circunstancias históricas, destacando los mecanismos que tienden a repetirse.

En efecto, sociólogos y antropólogos abordaron anteriormente el tema de las expulsiones y sus comentarios ayudan a percibir el fenómeno de la exclusión en distintas sociedades. Nos invitan a ver el problema de la exclusión como un fenómeno inherente a toda sociedad, y que puede aparecer en cualquier momento de su historia. El antropólogo René Girard expresa así este principio general:

Las minorías étnicas y religiosas tienden a polarizar las mayorías contra ellas. Hay ahí un criterio de selección victimaria relativa, ciertamente, a cada sociedad pero transcultural en su principio. Apenas hay sociedades que no someten a sus minorías, a todos sus grupos mal integrados o incluso simplemente distintos, a ciertas formas de discriminación si no de persecución (*26).

Y para apoyar su tesis, René Girard nos invita a reflexionar sobre los estereotipos de las acusaciones. Escribe: “A primera vista, los cargos de acusación son bastante distintos, pero es fácil situar su unidad… Los más frecuentemente alegados son siempre los que transgreden los tabúes más rigurosos, relativamente a la cultura considerada” (*27).

Es decir, como en el caso de los moriscos, y antes de ellos los judíos convertidos (conversos), la sociedad se siente atacada en sus valores fundamentales. Se considera que tanto los unos como los otros representan riesgos económicos, demográficos, sociales y religiosos, así que pueden llegar a destruir los fundamentos de la nación.

Otro concepto que los sociólogos y los antropólogos presentan como básico en las múltiples expulsiones de la historia es el debouc émissaire. La expresión corresponde a un ritual del antiguo pueblo de Israel para el que se elegía a dos chivos: uno era sacrificado por el sacerdote durante la ceremonia ritual, y el otro, conocido como el chivo emisario, era abandonado en medio del desierto, acompañado de insultos y pedradas. Por este sacrificio los judíos se creían purificados de sus faltas. A lo largo de los siglos se ha utilizado la expresión cada vez que un pueblo, en momentos de crisis, buscó culpables y designó a un grupo determinado como responsable de todos los males, haciendo de él su cabeza de turco. Este concepto es la justificación en las mentalidades de las expulsiones.

Conclusión: otras voces que se han hecho oír en este cuarto centenario
Para concluir nuestra exposición, querríamos precisar que la conmemoración del cuarto centenario de la expulsión no fue un privilegio exclusivo de los universitarios. Muchas otras voces se levantaron para rendir homenaje a su manera a los exiliados. Entre ellos, como vamos a ver, políticos, descendientes de estos mismos moriscos, escritores, etc.

En la apertura del coloquio internacional de Túnez, al cual hice alusión al principio de este trabajo, el antiguo Primer Ministro Sr. Hédi Baccouche, en su discurso inaugural, presentó su punto de vista sobre la expulsión. Éste merece analizarse, porque su autor es un eminente político y un hombre cultivado que, en este caso, emitió su opinión sobre la cuestión.

Manifestó su alegría de presidir esta apertura, convencido de que los trabajos de unos y otros “ayudarán a la comprensión de lo que sucedió y de lo que ocurre actualmente en el mundo y que el pasado ayudará a preparar el futuro”. En primer lugar calificó la expulsión como “una de las mayores tragedias humanas y uno de los mayores crímenes cometidos por el hombre contra sus hermanos”.

Para mostrar cómo la expulsión fue una tragedia, leyó una página de Aznar Cardona, testimonio tanto más conmovedor por cuanto se sabe que el autor era alguien que tenía poca simpatía por los moriscos. Este testimonio termina con estas líneas: “iban a pie, cansados, enfermos, perdidos, tristes, confusos, avergonzados, encolerizados, mancillados, furiosos, desengañados, sedientos y hambrientos… ”.

El orador afirmó también la necesidad del deber de memoria: Túnez supo acoger con humanidad a estos exiliados, quiénes, a su vez, aportaron tantos beneficios al país. Pero el deber de memoria debe ir más allá, ya que hoy aún, en nuestro tiempo, se producen crímenes contra grupos minoritarios, contra la Humanidad. Por esta razón, prosiguió el Ministro, es importante dar a conocer lo que pasó con los moriscos; por ello nos armaremos intelectualmente para que tales horrores no se reproduzcan más. Citó, a continuación, cinco casos para ilustrar sus palabras:

·         La exterminación de cinco millones de judíos por el nazismo en Europa.
·         En Ruanda, el Gobierno exterminó en 1994 a 800.000 tutsis.
·         En la antigua Yugoslavia, los serbios masacraron a los musulmanes. En Srebenica, se mató cientos de inocentes [más de 7.000].
·         En Palestina, y más específicamente en Gaza, un pueblo debilitado sufre hambre, pobreza, éxodo, víctima de uno de los ejércitos más potentes del mundo.
·         En Sri Lanka, el Gobierno quiere exterminar la minoría Tamul.

Este posicionamiento de un hombre político, aún más comprometido que los investigadores, nos aporta sin ninguna duda elementos de reflexión.

Y para concluir, querríamos presentar otro punto de vista que, ciertamente, se sitúa al margen de las preocupaciones universitarias, pero que, debido a su relación con el tema morisco, debe presentarse y darse a conocer.

En los pasillos del coloquio de Granada organizado con motivo del IV centenario (13- 16 de mayo de 2009), y en algunos artículos de la prensa granadina, descendientes de moriscos hicieron oír sus voces: serían, según lo que se precisaba en un texto, solamente en Marruecos, alrededor de un millón de personas.

Demandaban dos cosas: que las autoridades oficiales españolas reconozcan el drama que fue la expulsión de los moriscos y que eso dé lugar a una declaración oficial, similar a la pronunciada por el rey Juan Carlos I de España el 31 de marzo de 1992, en la sinagoga de Madrid, en presencia del presidente de Israel, concerniente a la expulsión de los judíos de España en 1492. La segunda demanda se refería a la condición de los descendientes de moriscos expulsados que viven hoy en Marruecos: pedían que se les concediera la doble nacionalidad, puesto que los moriscos eran españoles, lo que les permitiría, si lo deseaban, retornar al país de sus antepasados.

En Túnez, otras voces se hicieron oír también, que también pidieron —respetuosamente— a sus majestades los Reyes de España una declaración que reconozca la tragedia vivida por los moriscos y que, simbólicamente, se anule el decreto de expulsión. El portavoz de esta demanda es el profesor Témimi, de la Universidad de Túnez, que dirige desde hace 25 años un centro consagrado a la organización de coloquios y a la edición de libros sobre los moriscos, lo que le convierte en un vínculo importante entre Europa y los países musulmanes. La originalidad del posicionamiento del Dr. Témimi es que se dirige al mismo tiempo a los gobernantes de las naciones árabes, pidiéndoles, con motivo de las conmemoraciones del cuarto centenario, no olvidar la tragedia morisca y prestarle su apoyo.

Por último, lo que está en cuestión a través de todas estas llamadas, es la necesidad de reparar una vieja injusticia, mediante la recuperación de la memoria histórica. Los descendientes de moriscos expulsados piden que se reconozca el pasado y que se saquen las consecuencias que les den una nueva oportunidad, y varios historiadores del mundo musulmán apoyan desde hace varios años estas demandas y les dan más importancia todavía en este año 2009.

También novelistas, con motivo de este cuarto centenario de la expulsión, recrean en sus obras el mundo de los moriscos y contribuyen así a recuperar y perpetuar su memoria. Es el caso de Carmen Boullosa que sumerge su heroína en la Granada cristiana y morisca, la Regencia de Argel y sus presidios, los grandes acontecimientos de la época, como la batalla de Lepanto (*28). Adriana Lassel, por su parte, en su novela Lucas el Morisco (*29), sitúa las aventuras de su héroe, morisco de Toledo, en el momento de la expulsión y le sigue en su viaje de vuelta a España, de Agde a Sevilla, luego de allí al Nuevo Mundo. Ildefonso Falcones, por su parte, nos narra en La mano de Fátima (*30) las múltiples aventuras de Hernando, hombre muy hostil al fanatismo de su tiempo, quien intenta encontrar una solución a su vida a través de un determinado sincretismo religioso.

Por ello en este año 2009 se ha recuperado la memoria de los moriscos, a través de numerosas manifestaciones culturales, exposiciones, libros y una docena de coloquios. Estas mil y una facetas de la conmemoración representan un vibrante homenaje rendido a las 300.000 personas que sufrieron en su vida la tragedia de la expulsión.

Notas

1.     Araceli Campos, «La expulsión de los moriscos en el espejo del tiempo». XIV Congrès international d’études morisco-andalouses sur : Le 4e centenaire de l’expulsion des morisques d’Andalousie (1609-2009), Université de Tunis, 20-23 mayo 2009, (actas en imprenta).
2.     Augustin Redondo, «La doble visión en España de los moriscos expulsados, a través de unas cuantas relaciones de sucesos de los años 1609-1624», España y el mundo mediterráneo a través de las relaciones de sucesos (1500-1750), Actas del IV Colloque international sur les relations de faits (Paris, 23-25 septiembre 2004), Ed. Universidad de Salamanca, 2008, pp. 271-286.
3.     Santiago Talavera y Francisco J. Moreno, Juan Ripol y la expulsión de los moriscos de España, Zaragoza, Institución « Fernando el Católico », Excma. Diputación de Zaragoza, 2008.
4.     Para los que quieran profundizar en este tema en la historiografía, aconsejamos, entre otras, la lectura de tres obras fundamentales: Míkel de Epalza, Los moriscos antes y después de la expulsión, Madrid, MAPFRE,1992 ; Miguel Ángel de Bunes, Los moriscos en el pensamiento histórico, Madrid, Cátedra, 1983 ; y María Luisa Candau Chacón, Los moriscos en el espejo de tiempo, Huelva, Publicaciones Universidad de Huelva, 1998.
5.     Henri Lapeyre, Geografía de la España morisca, París, SEVPEN, 1959. Durante los siglos anteriores, las cifras avanzadas eran un simple argumento utilizado en la polémica. Tal fue el caso de Pedro Fernández de Navarrete que, en su obra Conservación de Monarquía de 1626, afirmaba que la primera de las causas de la pérdida de población de España se debía al hecho de que la Monarquía española había debido expulsar a los enemigos de la fe católica, que se elevaba entre tres millones para los musulmanes y dos millones para los judíos (« La primera causa de la despoblación de España ha sido las muchas y numerosas expulsiones de moros y judíos, enemigos de nuestra sancta fe católica, habiendo sido de los primeros, tres millones de personas y dos de los segundos »). En el siglo XVIII, los economistas y los políticos como Jovellanos, Campomanes, Cabarrús, Arroyal, o incluso Arteta, exageraron también el número de exiliados, para destacar mejor la ruina que había representado la expulsión de los moriscos para España.
6.     Manuel Lomas Cortés, La expulsión de los moriscos del Reino de Aragón. Política y administración de una deportación (1609-1611), Teruel, Centro de Estudios Mudéjares, 2008.
7.      La expulsión de los moriscos, obra colectiva, Valencia, Bancaja, 1998.
8.     Tulio Halperin Donghi (1980), Un conflicto nacional. Moriscos y cristianos viejos en Valencia.
9.     Manuel Barrios Aguilera, La convivencia negada. Historia de los moriscos del Reino de Granada, Granada, editorial Comares, 2008.
10.   Trevor J. Dadson, Los moriscos de Villarubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2007.
11.   Francisco J. Moreno Díaz, Los moriscos de la Mancha. Sociedad, economía y modos de la vida de una minoría en la Castilla moderna, Madrid, CSIC, 2009.
12.   Manuel Barrios Aguilera y Mercedes García-Arenal, ¿La historia inventada? Los libros plúmbeos y el legado sacromontano, Granada, El legado andalusí, 2008.
13.   Se trata de escritos en español pero en caracteres árabes.
14.   Luce López Baralt, La literatura secreta de los últimos musulmanes de España, Madrid, editorial Trotta, 2009.
15.    
1.     Manuel Barrios Aguilera y Mercedes García-Arenal, Los plomos del Sacramonte. Invención y tesoro, Universitat de València, Universidad de Granada, Universidad de Zaragoza, 2006.
2.     Bernard Vincent, El río morisco, Universitat de València, Universidad de Granada, Universidad de Zaragoza, 2006.
3.     Manuel Dánvila y Collado, La expulsión de los moriscos españoles, edición de Rafael Benítez Sánchez-Blanco, Granada, 2007.
4.     Tulio Halperin Donghi, Un conflicto nacional : moriscos y cristianos viejos en Valencia, Universitat de València, Universidad de Granada, Universidad de Zaragoza, 2008 (1ª ed., Valencia, 1980).
Todas estas obras llevan el sello de las ediciones de las Universidades de Granada, Valencia y Zaragoza.
16.   Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid, Biblioteca de la Revista de Occidente, 1978.
17.   Ibid., p. 160. «Aunque conocemos ya las líneas generales del proceso de la expulsión, hay todavía mucho que investigar en el plano local ; deberían multiplicarse las monografías para estudiar las modalidades que revistió en cada pueblo. Los contrastes son grandes».
18.   Raphäel Carrasco, Deportados en nombre de Dios. La expulsión de los moriscos : cuarto centenario de una ignominia, Barcelona, Destino, 2009.
19.   Ibid., p. 370: «La expulsión fue la sanción de la rebeldía, la insurrección y la fidelidad al pasado» 
20.   Francisco Márquez Villanueva, El problema morisco (desde otras laderas), Madrid, Libertarias, 1991, pp. 8-9: «Puro y simple genocidio que es el verdadero sentido de aquel vocablo “expulsión” de metal tan decente y que solemos usar con anestesiada inconsciencia. En medio de tanto eufemismo y de tanta identificación con los criterios oficiales, se pierde de vista la liquidación de un pueblo y de una cultura hispana».
21.   Sobre este punto de vista ver en particular la obra de Juan Vernet La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente, Barcelona, Ariel, 1978 la de Luce López-Baralt, Huellas del Islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo, Madrid, Hiperión, 1985.
22.   Henry Kamen, Los desheredados, España y la huella del exilio, Madrid, Aguilar, 2007 (traducido del inglés).
23.   Juan Canal, Exilios. Los éxodos políticos en España, siglos XV-XX, Madrid, Silex, 2007.
24.   Juan Bautista Vilar, La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX, Madrid, Síntesis, 2006.
25.   La Aventura de la Historia, nº 116, junio 2008, pp. 55-81.
26.   René Girard, Le bouc émissaire, París, Grasset, 1976, p. 30.
27.   Ibid., p. 26.
28.   Carmen Boullosa, La otra mano de Lepanto, México, Fondo de Cultura Económica, 2005.
29.   Adriana Arriagada de Lassel, Lucas el morisco, o el destino de un manuscrito encontrado, Olías del Rey (Toledo), editorial Azacanes, 2005.
30.   Ildefonso Falcones, La mano de Fátima, Barcelona, Grijalbo, 2009.



Louis Cardaillac
Gran especialista de los moriscos, fue profesor en la Universidad Paul Valéry de Montpellier dónde dirigió numerosos trabajos y tesis sobre este tema, así como varias mesas redondas y coloquios internacionales. Reside actualmente en México, dónde prosigue sus investigaciones sobre los moriscos que emigraron allí (UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas/El Colegio de Jalisco). Da conferencias y participa en numerosos encuentros científicos sobre el tema de los moriscos. Es el autor de un gran número de artículos y ha publicado varias obras, entre ellas: Morisques et Chrétiens. Un affrontement polémique (1492-1640), París, Klincksieck, 1977; Les Morisques et leur temps, París, Ediciones del CNRS, 1983; Les Morisques et l’Inquisition, París, Publisud, 1990.


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