por GERARDO MUÑOZ LORENTE
LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS EN LA PROVINCIA DE ALICANTE
16. El principio de la rebelión
Empujados por la desesperación, muchos moriscos se rebelaron contra la orden de expulsión del país, originando varias insurrecciones violentas.
Decíamos antes que la mayoría de los moriscos acogieron al principio el anuncio de su expulsión con alivio y hasta con alegría. Pero también hubo algunos que se mostraron disconformes; como, por ejemplo, los habitantes del Valle de Laguar. A este respecto escribiría el cronista Escolano: «Los moriscos de la valle de Alahuar, como eran de suyo cerriles y fieros de condicion y hasta en la corteza eran Moros, desde el mismo dia de la publicacion del bando se cerraron dentro de sus lugares, sin querer admitir christiano alguno a plática con ellos, ni baxar ellos a comunicar con los christianos de la Villa de Murla, con ser la cabeça de aquella Baronia. Por donde la villa empeço a bivir alherta y con recato de algun mal ensayo, por ser tan pocos los vecinos y hallarse aislada en un Argel de lugares de moriscos y muy desproveyda de municiones y bastimientos». Y, en efecto, aunque en Murla a la sazón había más cristianos viejos (51 familias) que cristianos nuevos (39 familias), todos los pueblos y aldeas de alrededor eran de predominio morisco, cuyos párrocos residían en Murla por no encontrarse seguros en ellos (Orba, Parcent, Valle de Laguar, etc.). Recordemos además que, ya en 1529, la aljama murlí había quedado prácticamente vacía al huir sus moradores con los piratas de Cachidiablo, y quienes la habían repoblado posteriormente carecían de arraigo en el pueblo y apenas sí tenían trato con los cristianos viejos.
El 29 de septiembre, día de San Miguel, expirado ya el plazo de tres días que tenían para llegar a los puertos de embarque, los moriscos de Murla abandonaron su aljama y huyeron a Laguar. La razón: temían represalias porque los moriscos de Orba habían matado a un cristiano de Murla.
También en Guadalest hubo moriscos que huyeron al monte tras la promulgación del decreto de expulsión. Halperin cuenta cómo «el diez de octubre denunciaba don Agustín Messía que había agitación en Guadalest; algunos ricos del valle han ido a pedirle autorización escrita para fletar barcos, quieren marcharse cuanto antes porque la intranquilidad que reina no les agrada. La sierra está llena de moriscos «mozos y gente perdida», los notables se han encerrado en sus casas, esperando una oportunidad de irse sin peligro. Messía no cree que la situación pueda tornarse grave.
LA SUBLEVACIÓN DE LAS MUELAS DE CORTES
Más al norte, en el valle de Ayora, se produjo el martes 20 de octubre la primera sublevación armada de los moriscos propiamente dicha. La chispa rebelde nació en la villa de Teresa y se propagó rápidamente por Jarafuel, Cortes, Boxet, Roayal, Bicorp, El Venedriz, Millares y Dos Aguas. Unos seis mil moriscos (Halperin sube la cifra a diez mil) se concentraron en Millás, donde acamparon, y luego ascendieron a lo alto de la Muela de Cortes, donde se fortificaron con grano para dos años, eligiendo a un trajinero llamado Turigi como rey.
Contra ellos mandó el virrey al ejército y las milicias. El 14 de noviembre 2.500 soldados pusieron sitio a la Muela de Cortes. Ocho días después, quedó sofocada la rebelión en toda la zona, menos en la Muela, donde los moriscos resistían el asedio.
El 27 de octubre avisaba el Patriarca Ribera a Felipe III de la resistencia armada de los moriscos de Guadalest, a los cuales se les habían unido los pueblos vecinos, animados por las noticias que llegaban de la rebelión en la Muela de Cortes.
Y es que por fin había estallado la tan anunciada y temida rebelión morisca. No obstante, las autoridades se resistieron a creerla inevitable. El 29 de octubre escribió Mejía que los moriscos rebeldes estaban «retirados en Guadaleste» y espera que se avendrán a embarcarse sin necesidad de mandar a por ellos a las tropas. Y el 4 de noviembre, desde Alicante, Luis Fajardo escribió a Felipe III achacando buena parte de la culpa de lo ocurrido a los desmanes de los cristianos viejos.
Pero el pánico de los moriscos se había trocado ya en ira: atacaban a los cristianos viejos, profanaban las iglesias, robaban ganado.
En Ondara volaron el fortín que protegía la Font del Molí y en Benimantell destrozaron el retablo (trabajado en Cocentaina) de la iglesia, antigua mezquita. El 25 de octubre sitiaron el castillo de Jaime de Calatayud, si bien desistieron pronto ante la dura defensa que les opusieron.
Los rebeldes moriscos reunidos en el Valle de Laguar eligieron como caudillo a un molinero de Confrides llamado Gerónimo Mellini.
La rebelión morisca en el Valle de Laguar se produjo de forma simultánea en varios lugares: Laguar, Murla, Jalón, Relleu, Finestrat… Los moriscos del Valle de Guadalest se habían subido a las montañas el día 25 de octubre y al día siguiente se dirigieron hacia Laguar, juntándoseles por el camino los de Finestrat, Relleu y los valles de Ceta, Travadell y Planes. Mientras tanto, los moriscos de Jalón, que habían abandonado su pueblo el 24, permanecieron unos días en Tárbena, antes de marchar hacia el Valle de Laguar.
El mismo día 26 unos quinientos moriscos de Balones, Millena y Facheca, después de enfrentarse a los cristianos viejos de Gorga y a los soldados que llegaron en ayuda de éstos desde Penáguila, bajaron a Murla tomando los puntos estratégicos, si bien esta villa se hallaba ya bien defendida desde el día 15 por los 60 soldados que mandaba el murlí Pedro Giner, sargento mayor del Tercio de Nápoles.
El día 27 llegó a Murla el sargento Melchor Orantes con 50 soldados más. A pesar de ello, los moriscos intentaron ocupar dicha villa el día 29, bajando de la montaña «con gran estruendo de caxas y bozes y como hallaron tanta resistencia en el Sargento Mayor Pedro Giner con la gente que tenia de su Tercio y de la misma villa, se retiraron hasta una hermita de S. Sebastian que esta sobre Murla en la dicha montaña».
Muy pronto fueron varios miles de moriscos los que se reunieron en el Valle de Laguar. La cantidad que dan los historiadores oscila entre los 10.000 de Boronat y los 30.000 de Halperin, pasando por los 20.000 de Domínguez y Vicent, y la horquilla que, más impreciso, ofrece Lea: entre 15 y 25.000. Cristóbal Sedeño, a la sazón gobernador de Denia, escribió que «se aberigua ser los rrebelados 17.364 personas», según calculó por el número de fuegos o casas censadas aquel año en los lugares de donde procedían los rebeldes. Por su parte, tras repasar estos cálculos, Giner Guerri rebaja esta cifra a 16.000. Sea como fuere, se trataba de un elevado número de hombres, mujeres y niños, provenientes de medio centenar de lugares distintos, que, al amparo de tan fragoso valle, se aprestaron a resistir con las escasas armas que tenían (muy pocos arcabuces), además de las ropas, ganado y víveres que hasta allí habían llevado.
Las primeras voces que enardecieron los ánimos de los moriscos que se rebelaron en tierras alicantinas fueron las de Pallopi y Barom, dos alfaquíes de Gorga. Pero, una vez se hubieron reunido en el Valle de Laguar, eligieron como caudillo a un hombre apellidado Mellini o Millini, según las fuentes.
El capitán Antonio del Corral y Rojas, testigo ocular de aquellos hechos, escribió en su crónica que los moriscos «levantaron y reconocieron todos por su caudillo (dandole nombre de Rey) a Gerónimo Millini, natural de Confrides, de la valle de Guadaleste, hombre pobrísimo, vil, inquieto y sedicioso, el qual nombro luego por su Teniente y capitan general a Christoval Millini hermano suyo en sangre y costumbres». Escolano, por su parte, dice de él que tenía 50 años y era «molinero de oficio y que tres meses del año esquilava oveja». Otros autores le dan el nombre de Mellini Saquien (o el más completo y arábigo de Ahmed Sequien Al-Mellini) y lo consideran, como Bleda y Fonseca, uno de los más eficaces agitadores y promotores de la rebelión.
Había oficiales que repartían por sus puestos a los hombres «de guerra» que, entre los veinte mil, «no llegavan a ocho mil: y averiguose por confession dellos mesmos, que solamente tenian quinientas bocas de fuego, casi todas pedreñales, pistolas y escopetas: y dos mosquetes, con unos pocos arcabuces. Tenian un polvorista Tagarino; pero hazia la polvera tan rezia, que rebentava los cañones: los quales remendava un cerragero Aragones que andava entre ellos».
El día 28 de octubre llegaron a Murla más refuerzos, enviados por Agustín Mejía, que seguía en Valencia. Este mismo día, procedentes de Alicante, llegaron mil soldados, adscritos al Tercio de Sicilia (mandado por Manuel Carrillo, hermano del virrey) y el Tercio de la Armada de los Galeones (mandado por el sargento mayor Bartojo), que se alojaron en el castillo de Guadalest y en Callosa.
Al día siguiente, el 29, Agustín Mejía decidió ir personalmente al lugar de operaciones, acompañado, entre otros oficiales, por el capitán Antonio del Corral y Rojas, autor de una de las crónicas más fidedignas de lo que ocurrió aquellos días en el Valle de Laguar, junto con la de Gaspar Escolano. El propio Del Corral cuenta cómo Mejía «llegó viernes [día 30] a Oliva, de donde despachó cuatro moros del arrabal de la dicha villa (dos de los quales habían buelto de Africa) a los inobedientes y alterados para que los procurasen reduzir y como testigos de vista afirmar la seguridad del passaje (…) lo qual no les apartó de su mal propósito (…). Tambien embio orden a la compañía que estava en Pego, que dexando algunos soldados en el castillo de la Gallinera, entrasse en Murla (…) avisó al Maesse de Campo don Sancho de Luna, desaloxase con su compañia de Denia y se hallase sábado 31 en Xabea, adonde el sería aquel proprio dia». La reunión en Jávea nos la cuenta Escolano: «Vieronse en la dicha villa, y al punto dio orden Don Agustin a las compañías de Benisa y Tablada [Teulada], que se aprestassen para partir el dia primero de Noviembre, juntamente con la del dicho Maesse de Campo la buelta de Callosa: y que se escribiese al Marques de Santa Cruz (que acerto a llegar aquella noche de la segunda embarcación de Oran al puerto de Denia) que mandasse desembarcar la compañia de Don Luys de Leyva, y la cumpliesse a numero de doscientos arcabuzeros y mosqueteros, de las compañias de picas que estaban embarcadas en las galeras, y la embiasse con brevedad aquella noche a juntarse con aquellas tres que tenia señalada».
Tanto Mejía como De Luna se alojaron la noche del primer día de noviembre en Calpe, junto con las cuatro compañías que mandaban cada uno. Al día siguiente, Mejía fue a Callosa con sus compañías y Sancho de Luna marchó con las suyas hacia Benissa, donde se reunió aquella noche con la compañía capitaneada por Luis de Leyva, que venía de Denia. Por el camino se enteraron éstos de que Manuel Carrillo, hermano del virrey, acababa de pasar por allí al frente del Tercio de Sicilia, procedente de Callosa, y que había mandado inutilizar unos molinos que usaban los moriscos, matando a nueve de éstos en una emboscada y con una sola pérdida: la de un mosquete que se le cayó en la refriega a un soldado.
Llegado a Benissa, Sancho de Luna cumplió con el encargo que le había hecho Mejía: mandar un correo a Denia pidiendo al marqués de Santa Cruz otro refuerzo: la compañía de arcabuceros de la milicia efectiva capitaneada por García de Hoy
Antes de la insurrección, en esta zona de la comarca de la Marina Alta vivían tantos moriscos como habitantes hay en la actualidad.
El valle de Laguar se encuentra en el corazón mismo de la comarca de la Marina Alta, ocupa una superficie de unos 23 km² y tiene una altitud media de 500 metros. Se halla entre tres sierras: dos de ellas, separadas sólo por el río Ebo y el barranco del Infierno, limitan el valle por el oeste (sierra de la Carrasca) y por el norte (sierra del Mediodía); mientras que la tercera (sierra del Caballo Verde o del Peñón), pegada a la de la Carrasca, limita el valle por el sur.
En medio de este valle está el pantano de Isbert, donde desemboca el río Ebo y nace el río Girona. Por su parte, el barranco del Infierno muere muy cerca de las ruinas de un antiguo castillo (llamado de Azabares y que mandó construir Pedro III en 1283), que están enfrente de la entrada del valle, al este.
Hay tres núcleos de población en este valle, unidos por un mismo Ayuntamiento, con un total de 997 habitantes (2008). De este a oeste: Campell, Fleix y Benimaurell; también conocidos por los lugareños como Poble Baix, Poble d’Enmig y Poble Dalt, respectivamente, pues en efecto están a diferentes alturas. Desde el que se halla más alto, Benimaurell, puede divisarse Ibiza en días claros. También hay un sanatorio, el de Fontilles, muy cerca de la entrada de valle. Su nombre indica claramente la existencia de una fuente. Una de las muchas que hay esparcidas por todo el valle: Font del Penyó, del Gel, del Reinós, d’Isbert, del Camusot, dels Olbis…
En la sierra del Peñón (de 800 metros de altitud) se elevan en realidad tres peñones. Se nombran por orden creciente de altura: el primero (el más bajo) se encuentra en la parte más oriental de la sierra y es conocido por los habitantes de Murla como La Creueta, por estar enclavada en su cima una cruz de hierro, derribada en 1936 y vuelta a colocar en 1952; el segundo peñón es el mediano en altura; y el tercero, el más alto y el que se halla más al oeste, es donde se refugiaron los últimos moriscos alicantinos y donde dicen los cronistas e historiadores que estaban las ruinas del castillo de Pop. Son estos dos últimos peñones los que más resaltan en la cima de la sierra, al estar uno frente a otro y formando una curiosa figura que parece realmente una gigantesca silla de montar.
Esta sierra del Peñón también es conocida como Cavall Vert (Caballo Verde). Se dice así por dicha silla de montar que forman en la cresta de la montaña los dos escarpados peñones. Lo de verde se debe, naturalmente, al color del valle, rico en manantiales y humedales, como el de Fontilles. Sin embargo, hay quien encuentra en esta toponimia un origen más culto: cavall procedería del latín capuz vallis (como se designaba a la cabecera de un valle), de donde vendría el cap-vall y luego el cavall valenciano; mientras que vert derivaría de la voz ibérica bart, que significaba humedad.
Desde Benimaurell hasta Orba, al otro lado de la puerta del Valle de Laguar, hay siete kilómetros de carretera muy serpenteante, pero la extensión real del valle es de unos 5’8 kms. de largo por 4 kms. de ancho, aproximadamente. Al norte de Orba, en la ladera más oriental de la sierra del Mediodía, se encuentran Tormos y Sagra; al sur, cruzando el río Jalón, está Parcent; más cerca aún, pero a poniente, en la falda meridional de la sierra del Caballo Verde, se hallan Murla y Benichembla. Todos estos pueblos eran de población abrumadoramente morisca hace cuatro siglos, excepto Murla.
El escenario geográfico poco ha cambiado desde entonces. Naturalmente los caminos entonces no estaban asfaltados y los pueblos no eran como ahora, pero sí que estaban en los mismos sitios. Dentro del Valle de Laguar no existía aún el sanatorio de Fontilles y la Creueta todavía no se levantaba en la parte oriental de la sierra del Caballo Verde, pero sí que había 180 casas repartidas entre los tres núcleos de población, habitadas todas ellas por moriscos.
Gaspar Escolano, que acompañaba a los soldados en 1609, dice que los moriscos llamaban a este valle Joca Alahuer (cuevas escondidas), pues en él abundaban (y abundan hoy en día) estas cavidades naturales, que utilizaban para esconderse. El nombre de Alahuar está documentado ya en 1425 y, en efecto, etimológicamente procede del árabe al-agwar (las cuevas).
Como ahora, en el valle crecía una gran variedad de plantas y árboles, entre éstos los cerezos, según Escolano, quien dice que la sierra a cuyo pie está Murla (Peñón o Caballo Verde) «se va encumbrando una legua». De largo tiene el valle «desde el castillo de Azavaras, (que es el principio viniendo del Marquesado de Denia) hasta llegar al llano de Gargas, una larga legua y media [unos 8.300 metros] en cuya distancia se levantan tres lugares, el primero se dize Camfiel [Campell], cerca del dicho castillo [Azabares], de hasta cuarenta vecinos [debía referirse a casas]: el segundo Alfeche [Fleix], a un cuarto de lengua del primero, de hasta sesenta: y el mas alto, que se dize Benimaurel, y estava a poco mas de media legua del llano de Gargas, tendra ochenta. Este último es el principal, y donde siempre se entendio hizieran resistencia [los moriscos]. El puesto de Gargas esta en llano, encima de toda la montaña a la vanda de Poniente; y deciende cosa de tres cuartos de legua asperisima de peñas, caminando entre Oriente y Medio dia al llano de Petracos, que es camino de Castel Castells (…). El ancho del valle era de una larga legua, tomandole desde el barranco del infierno, hasta las cumbres de las montañas [del Caballo Verde]». Estos cálculos de Escolano sobre la extensión del valle son erróneos; considerando que una legua equivale a poco más de 5 kilómetros y medio, la superficie del valle sería de más de 40 km², el doble de lo que es realmente.
Menciona además Escolano a los tres peñones, señalando que entre dos de ellos «haze una quebrada con algunos passos de llano: y la punta es muy fuerte y aspera, y por caer sobre Murla, se descubre della la plaça, calles y puertas. Estas dos puntas con el llano de en medio, forman una silla de cavallo con sus dos arçones: de donde vino que los Moros llamasen esta sierra el cavallo verde, por estar toda cubierta de yerbas: y estas dos tenían ocupadas los Moros desde el primer dia de su levantamiento, juntamente con otro puesto, donde havia en tiempo antiguo otro castillo que llamaron de las Açavâras (…) de todas partes cerrado de peña tajada, y solo tener una entrada por el cerro de una montaña de veynte passos de ancho, con alguna eminencia de peñas, y murallas desde donde hay una muy grande y dificultosa subida hasta el castillo: cuyo asiento está en la boca y entrada del valle en frente del Marquesado de Denia, y acaba en el un barranco profundísimo de peña tajada, que llaman del Infierno, que circunda todo el valle de Alahuar».
Fonseca completa esta descripción indicando que el valle de Laguar está «a tres leguas de Denia» y es «una Baronia de tres lugares» propiedad «del Duque de Gandía». Estos tres lugares «tienen su asiento al pie de una muy alta montaña, cuyo sitio es una tierra muy quebrada y aspera (…) en lo alto de la sierra ay tres peñones, el mayor de ellos y más alto por la parte de poniente, es peña tajada y deste al segundo avrá un tiro de mosquete poco más o menos; del segundo al tercero (que está a la parte del mar) ay otra tanta distancia (…). Abajo en la punta que haze este monte, ay una Villa que se dize Murla, también del Duque de Gandía, tiene un castillejo no muy fuerte, cuyo arraval era de Moriscos». Obsérvese que Fonseca menciona a los tres peñones por orden decreciente.
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