por GERARDO MUÑOZ LORENTE
LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS EN LA PROVINCIA DE ALICANTE (XXVIII)
Existen varias versiones de la leyenda de Ezme, pero básicamente todas dicen lo mismo: era una hermosa morisca, hechicera-sanadora del Valle de Laguar (algunos la hacen esposa de Mellini), forjadora de la leyenda del Caballo Verde e incitadora de la resistencia morisca. Y aunque no hay noticias de ella en las crónicas ni existen indicios históricos que acrediten su existencia, en la página web oficial del Ayuntamiento del Valle de Laguar se atreven incluso a afirmar cuántos años vivió: «Ezme de Laguart 1580-1609».
No obstante, tampoco podemos descartar categóricamente la posibilidad de que hubiera una hechicera morisca llamada Ezme en el Valle de Laguar. Al fin y al cabo, es bien sabido que los moriscos eran muy supersticiosos, creían en el jofor o pronóstico y en el poder del amuleto llamado grisgrís. Escolano ya advertía de «que los Moriscos son hechizeros y amigos de encaminar sus cosas por encantamiento», lamentándose seguidamente de que no se aprovecharan de tales artes para evitar el trágico final que sufrirían en el Valle de Laguar: «huvieran podido desengañarse de su perdicion con lo que le passó a una Morisca vieja en un lugarejo cerca de Ontiñente. Esta por curiosidad de lo que havia de ser su levantamiento, tomo doze huevos, y pintando los seys con cruzes, y los otros seys con medias lunas, hizo por arte del demonio que batallassen los de las cruzes con los de las medias lunas: y vio que los de las cruzes acometian por la punta a los de las medias lunas, y los rompian: y dandose por entendida, salio messandose los cabellos, y arañandose el rostro con lagrimas y gemidos, de que huviessen de vencer los Christianos. Pero los Moriscos dieron mas credito al Alfaqui».
En Pego se produjo otro hecho curioso en aquellos días, relacionado con un posible tesoro, ya que un vecino advirtió «que sin hazer luna, cada noche a una mesma hora dava un rayo de luz en cierta parte de su casa: comunicolo con un soldado que aposentava en ella, y llevado de su inclinacion natural luego acudio el soldado a pensar que seria tesoro. Cavaron, y hallaron enterrados unos huessos humanos: y aunque melancolicos de que no fuesse thesoro y fuessen huessos, teniendolo por maravilla, y que podria ser fuessen de algun siervo de Dios, les dieron sepultura de secreto en el cimenterio».
La obsesión en esa época por los tesoros se basaba en la sospecha de que muchos moriscos, antes de abandonar sus hogares y tierras para embarcarse, habían preferido esconder buena parte de sus objetos más valiosos, antes que malvenderlos o que se los robaran, esperanzados en un posible regreso más o menos próximo. Tales sospechas no tenían más fundamento que los rumores y las afirmaciones hechas a la ligera por algunos cronistas, como la que ya conocemos de Fonseca, cuando nos contaba la huida de Cristóbal Mellini: «cogiendo un tesoro que estava escondido en lo aspero del monte, se huyó aquella noche», sin que sepamos ni por aproximación en qué consistía dicho tesoro.
En cualquier caso, durante mucho tiempo aquellos rumores e inciertas noticias sobre tesoros escondidos alimentaron la imaginación de no pocas personas que, impulsadas por la codicia, excavaban y removían con frenética ilusión los lugares donde habían vivido o se habían refugiado los moriscos. Todavía en la actualidad se dice que en las cuevas del Valle de Laguar puede haber algún tesoro escondido.
El que sí encontró algo enterrado en el Valle de Laguar fue un arcabucero. Concretamente fue durante la escalada del Caballo Verde que las tropas hicieron el 21 de noviembre de 1609 desde el llano de Petracos, para enfrentarse a los moriscos. Esta vez es el capitán Antonio del Corral el que nos cuenta cómo «un soldado de la manga de arcabuceros de banguardia, alcanzó a ver una Imagen de Nuestra Señora en tabla con muchas cuchilladas, en parte cortada y toda maltrecha: alçola del suelo y considerando una tan diabólica ossadía y desvergüenza començo a exclamar con grandes vozes y lágrimas salidas de piadoso y christiano zelo: Virgen santíssima yo moriré oy o os vengaré de vuestros enemigos y de una tan enorme maldad; juntamente la mostrava a los demas, espectaculo y razones con que los provocó y avivó a tanta furia y rigor, como en la prosecucion de la jornada executaron, ensangrentando sus armas en inocentes mugeres y muchachos. Y aunque para relacion y tan sucinta parezca a algunos diversion, no lo es de considerar un tal acaecimiento de piedad y devocion con Nuestra Señora, en cuyo bendito dia de su gloriosa presentacion y sábado en 21 (que sucedio el rompimiento y victoria) fue servida de animar y confortar los suyos con su divina pintura queriendo fuesse su soberano retrato guion y caudillo de todo nuestro buen sucesso».
Es decir, que gracias a la aparición de aquella imagen mariana, desenterrada tan oportunamente, los soldados consiguieron la victoria, pues una gran furia invadió sus corazones al ver a la virgen María tan maltratada.
Aquel mismo día y en aquel mismo sitio (Valle de Laguar) se produjo otro hecho aparentemente extraordinario, mucho más milagroso que el anterior, pero que, por ser una morisca la que dijo haberlo presenciado, no se le dio credibilidad alguna. Y esto fue que, según Escolano, «una Morisca que fue llevada cautiva a la ciudad de Alicante, avia referido q. al dar los Christianos el assalto, venia delante dellos una hermosa Señora con una espada desnuda en las manos: y que ella, conociendola por aquella q. los Christianos reverenciavan, se le arrodillò, y la suplicò q. no la dañase a ella ni a sus hijos: y q. con estar en lo mas peligroso de la bulla de los soldados, ni la enojaron ni la tocaron. Pero no fue oyda la Mora, entendiendo que lo fingia, por no embarcarse. Tambien referian muchos que las balas que salian de los arcabuzes de los Moros, se havia visto dar en las frentes y pechos de los Christianos, y q. passando sola la camisa, o el sombrero, se quedavan sin hazer otro daño: lo q. todos tenian a milagro, y a vengança de la Virgen y demas Santos».
Repercusiones literarias
Muchos de los hechos acontecidos aquellos días en el Valle de Laguar se han convertido en legendarios. Durante la segunda mitad del siglo XIX surgió entre muchos intelectuales españoles una corriente de simpatía por la nación morisca. Avergonzados por la forma tan injusta como fueron tratados, estos intelectuales reivindicaron la memoria de los moriscos. Mucho fue lo que escribieron al respecto estos apologetas en libros, revistas y periódicos.
También a la literatura se extendió la moda de escribir sobre los moriscos. En 1864 fue editada en dos tomos por El Mercantil Valenciano la novela de V. Boix Om-Al-Kiram o la expulsión de los moriscos; y también en Valencia, en 1878, fue publicada la novela de Félix Pizcuela titulada La insurrección de Alahuar. En esta última, el autor recrea lo que Escolano cuenta sobre las tres doncellas moriscas que deciden arrojarse desde lo alto de la sierra, aunque sólo lo hace una. A ésta la llama Gabriela y la hace esposa del rey de Alahuar. De ahí proviene quizás una tradición legendaria que perdura en Murla, según la cual (recuerda Giner Guerri), desde lo alto del tercer peñón se despeñó la «última reina mora de España». Actualmente esta rebelión morisca del Valle de Laguar sigue siendo utilizada por varios autores como argumento para sus novelas.
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