Los espacios geopolíticos argelinos (ARGELIA 1)



Míkel de Epalza (1938-2008)
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.



      La acogida de los inmigrantes moriscos expulsados de España fue algo diferente en Argelia que en Marruecos, por la distinta evolución política de ambos países magrebíes vecinos de España. Pero entre los dos países predominarán las semejanzas. Estudiar con más detalle el caso argelino permitirá no sólo confirmar las grandes líneas del sistema de instalación que se dio también en Marruecos, sino también comprender la importante y muy documentada instalación en Túnez y la que se dio, en menor escala, en otros países del Imperio Otomano.
     La documentación sobre la instalación de los moriscos en Argelia es mucho menor de la que se tiene sobre su instalación en Marruecos y, sobre todo, en Túnez. Sólo muy recientemente los trabajos de As-Sadn han aportado una importante cantidad de documentos argelinos sobre los moriscos o andalusíes argelinos1. Antes, sólo algunos trabajos generales han estudiado los moriscos de ese país, a partir de una documentación escasa pero con muy útiles e iluminadoras comparaciones con otros países más documentados: Latha2, Brahim3, Epalza4 y Oueslat5. Todo ese conjunto permite tener una visión de conjunto suficiente, aunque la documentación directa sobre los moriscos argelinos sea muy deficiente. Es muy probable que se descubran nuevos documentos, argelinos o extranjeros, y que se pueda completar así el marco general que se esboza en este estudio.

Los espacios geopolíticos argelinos

     1. Los espacios geográficos
     A principios del siglo XVII Argelia ocupaba —dicho esquemáticamente, para comprender la inserción social de los moriscos expulsados— casi el mismo espacio geopolítico que la República Argelina moderna, desde que los hermanos Arruy y Jair-ad-dín Barbarosa o Barbarroja habían reorganizado, con el apoyo otomano y a principios del siglo XVI, los espacios geopolíticos del Magreb central. El territorio argelino se situaba, pues, entre el sultanato marroquí —Reino o Imperio Chenfiano o Reino de Fez— y la también wilya otomana o Regencia de Túnez, con el mar Mediterráneo al norte y el desierto del Sáhara al sur.
     El centro político de Argelia era —y lo sigue siendo, desde hace casi cinco siglos— la ciudad de Argel (Alger de los catalanohablantes, Al-Yaz'ir o «Islas de los Banu-Mahzurina»). Argel tenía también una posición central en la costa magrebí que de ella dependía, con los puertos de Bona (ahora Annaba), Djidjel, Bujía (ahora Bidjaïa), Cherchel, Tenes y Orán (ocupado éste por España). Argelia era el extremo occidental del Imperio Otomano, con las otras dos Regencias magrebíes de Túnez y Trípoli de Occidente (para distinguirla de su homónima oriental, la del Líbano actual).
     La costa argelina, generalmente montañosa e inhóspita, pero con pequeñas llanuras de desembocadura de ríos, era el país islámico más amplio y el más cercano a España, junto con la zona norte de Marruecos, la del estrecho de Gibraltar. Esta situación geopolítica de vecindad de la península y de punta de lanza del temido Imperio Otomano explica la polarización en Argelia de la agresividad de la opinión pública hispánica y su importancia en la acogida de los musulmanes o moriscos expulsados de España.
     Evidentemente, no se puede concebir la jurisdicción política de Argel sobre esos espacios geográficos en el siglo XVII como la de un Estado moderno y una administración centralizada de hoy en día. El dominio directo sólo se ejercía sobre la capital y sus alrededores, y sobre las ciudades donde los turcos tenían guarnición estable, como los puertos antes mencionados, las ciudades interiores de Tremecén (Tlemcén o Tilimsn), Medea, Msila, Constantina, etc., así como sobre los puestos militares en las grandes vías internas, especialmente la vía Este-Oeste, paralela a la costa, por las altiplanicies, generalmente separadas del mar por altas montañas.
     Sobre las tribus (qab'il o cabilas) del interior, el gobierno de Argel tenía una jurisdicción más indirecta, que se manifestaba más o menos regularmente por frágiles pactos y por expediciones militares con objetivos ante todo fiscales y políticos. No consta que esas expediciones llegaran regularmente al actual Sáhara argelino.
     Tanto los límites orientales de la jurisdicción argelina (con los territorios dependientes de Túnez) como los occidentales (los de Fez) eran frecuentemente objeto de disputas y de expediciones militares, sin que variaran mucho esas «fronteras». A pesar de que Tremecén dependía políticamente de Argel, con permanente guarnición turca al igual que las otras ciudades occidentales de la Regencia, esa zona tenía relaciones especiales con Fez, por tradiciones que se remontaban a toda la Edad Media y por ser la capital marroquí refugio de numerosos descontentos del gobierno argelino y de la ocupación oranesa de los españoles. Desde principios del siglo XVI y hasta fines del XVIII, la ciudad de Orán y su «Gran Puerto» natural de Mazalquivir estaban ocupados por España y prácticamente aislados de su hinterland islámico.
     Este somero esbozo de la geografía política argelina es absolutamente indispensable para comprender la llegada e inserción social de los moriscos emigrados de España, antes y después de la gran expulsión de 1609-1614. Los moriscos o andalusíes se insertaron únicamente en las ciudades y zonas rurales periurbanas directamente controladas por las autoridades turcas. No hay ninguna constancia de su instalación en territorios rurales, ni siquiera en las montañas cabileñas y semiautonómicas del «Rey de Kuko», a menudo aliado con el Rey de España contra las autoridades de Argel, a principios del siglo XVII. Hay en cambio muchos testimonios concordantes, de fuentes árabes y europeas, de que los moriscos expulsados de España hacia las costas magrebíes fueron maltratados frecuentemente por habitantes de esas zonas rurales sólo indirectamente controladas por el poder otomano de Argel.
    
2. Los espacios sociales
     Como se puede ver también en Marruecos y en Túnez, la inserción de los emigrantes de Al-Andalus, tanto en el Magreb como en Oriente, se realizó casi exclusivamente en zonas urbanas y periurbanas controladas por la alta autoridad política marroquí u otomana, no en las zonas rurales de las tribus o confederaciones tribales magrebíes. Pero se puede precisar algo más esos modos de inserción de los moriscos, en la sociología urbana de la Argelia del siglo XVII tal y como la describieron concisa pero acertadamente los tratadistas o los viajeros europeos de la época.
     La sociedad argelina estaba fuertemente jerarquizada. En la cumbre del poder político-militar estaban los «turcos» de origen oriental, y los militares asimilados a esa clase social, generalmente de origen cristiano y convertidos al Islam, los «elches» o uluy, tan bien estudiados recientemente por los Bennassar. Un contemporáneo describe así a esa clase social:
               
Turcos... son de dos maneras: unos lo son de naturaleza y otros de profesión; llámanse turcos de naturaleza los que han venido o sus padres de Turquía... Los turcos de profesión son los renegados que, siendo de sangre y de padres cristianos, de su libre voluntad se hicieron turcos... (Haedo).
               
     Ni siquiera los hijos de esos turcos inmigrados a Argelia, fruto generalmente de matrimonios con magrebíes o con esclavas extranjeras, podían ser equiparados a los «turcos»; eran los kologlu o «coloríos». Algunos arráeces o capitanes del corso marítimo pertenecían a esa clase de los turcos y asimilados, pero no todos.
     Los moriscos colaboraron con esa clase dirigente muy íntimamente, ya que ésta era su apoyo principal, en el ambiente urbano directamente controlado por los turcos, en el que estaban insertos los moriscos. Pero no consiguieron, salvo en contadas excepciones, ingresar en esa clase social. Eran demasiado moros, para los dirigentes turcos.
     Los andalusíes eran considerados como pertenecientes a la clase social de los moros o ciudadanos burgueses, aunque sólo algunos de ellos pertenecían a lo que se podría llamar «la alta burguesía», descrita por Brahimi. Ya entre estos moros, los andalusíes se la aparentaban a los baldis o ciudadanos de las ciudades, en particular los andalusíes que eran cherifes o nobles descendientes del Profeta, por la similitud de sus actividades artesanales, comerciales y de servicios en general, así como por el origen cherif de muchos andalusíes. Aunque ejercieran actividades agrícolas en las zonas periurbanas de Argel y otras aglomeraciones, se distinguían perfectamente de los alarbes o árabes (semisedentarios arabizados) y de los beduinos (nómadas), entre los que encontraron a sus peores enemigos al ser desembarcados en el Oranesado. Con los rurales los andalusíes convivían en el abigarrado conjunto social de las ciudades y de los campamentos militares de la Argelia otomana. Por su lengua y cultura, los andalusíes también se distinguían de los beréberhablantes o cabailíes, que vivían de forma bastante independiente en las montañas argelinas.
     Este esquema sitúa, geográfica y sociológicamente, la actividad general de los moriscos emigrados y de sus descendientes en Argelia. Es el marco de los hechos documentados que se expondrán a continuación.

NOTAS

  1. N. As-Sa'lduni (Saidouni), An-nizâm al-mâlî fi-l-filtra al-ùlmâniyya (1500-1830), Argel, 1979; «Al-yâliya Al- Andalusiyya bi-l-yazâ'ir. Musâhamatu-hâ al-ùmrâniyya wa-nasâtuhâ al-iqtisâdâ wa-wadù-ha al-iytimâ'î», Awrâq, Madrid, 4, 1981, pp. 111-124 (p. 234, resumen en castellano); «Les biens habous des Andalous d'Alger d'aprés les fonds des Archives Nationales Algériennes», en A. Temimi, Religion, Identité et Sources Documentaires sur les Morisques Andalous. Actes du II Symposium du Commité International d'Études Morisques (Tunis, 1983), Túnez, 1984, t. II, pp. 293-294 (resumen en francés del texto en árabe, vol. III).
  2.  J. D. Latham, «Towards a Study of Andalusian immigrations and its place in Tunisian History», Les Cahiers de Tunisie, Túnez, 5, 1957, pp. 203-252; traducción francesa «Contribution à l'étude des imigrations andalouses et leur place dans l'histoire de la Tunisie», en M. de Epalza-R. Petit, Recueil d'études sur les Morisches Andalous en Tunisie, Madrid, 1983, 21-63, reimpreso en From Muslim Spain to Barbary, Londres, 1986, 21-63; «Les Andalous en Afrique du Nord», Encyclopédie de l'Islam, Leiden, 2ª. ed., III, p. 511; «Towns and Cities in Barbary: the Andalusian Influence», The Islamic Quarterly, Londres, XVI, 1972, pp. 189-204, reproducido en From Muslim..., 189-204.
  3. D. Brahimi, «Quelques jugements sur les maures andalous dans les régences turques au XVIIIe siècle», Revue d'Histoire et de Civilisation du Maghreb, Argel, 9, 1979, 39-51, reproducido en M. de Epalza-R. Petit, op. cit., 135-149; «Les voyageurs naturalistes du XVIIIe siècle aux origines de l'ethnographie maghrébine», Les Cahiers de Tunisie, Túnez, XIX/73-74, pp. 67-86.
  4.  M. de Epalza, «Moriscos y Andalusíes en Túnez en el siglo XVII», Al-Andalus, Madrid, XXXIV, 1969, pp. 247-327, traducido al francés en M. de Epalza-R. Petit, op. cit., 150-186 (también en todos los comentarios que encabezan la presentación de los trabajos recogidos en este volumen; ver índice de nombres de lugar); «Hawla taâta ahdât gayr ma rûfa min al-àlâqât al-târîjiyya bayna Ánnaba wa-Isbâniyâ», Al-Asâla, Argel, pp. 34-35, 1976, pp. 117-118; «Reflexiones sobre la inserción social de los españoles en el Magreb a partir de la Baja Edad Media», Segundo Congreso Internacional sobre las Culturas del Mediterráneo Occidental, Barcelona, 1978, pp. 161-165; «Apport des Andalous aux structures urbaines du Maghreb, spécialment au XIe/XVIIe siècle», Ve. Colloque tuniso-espagnol d'historiens (Túnez, 1982), aún no publicado; «Les Ottomans et l'insertion au Maghreb des Andalous expulsés d'Espagne au XVIIe siécle», Revue d'Histoire Maghrébine, Túnez, pp. 31-32, 1983, pp. 165-173.
  5.  H. Oueslati, «Argel, según el diario inédito de Francisco Ximénez (1718-1720)», Sharq Al-Andalus. Estudios Árabes, Alicante, 3, 1986, pp. 169-181.

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