La gran expulsión: instalaciones en Argelia (ARGELIA 3)



Míkel de Epalza (1938-2008)
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.



     1. El itinerario Valencia-Orán y sus dificultades
     La primera fase de la gran expulsión de 1609-1614 se dirigió precisamente al territorio argelino, por clara lógica estratégica de los militares españoles encargados de su organización.
     En efecto, los primeros expulsados eran los del Reino de Valencia, los más numerosos de la península desde el momento en que los del Reino de Granada habían sido dispersados por todo el territorio de la Corona de Castilla después de la guerra de Las Alpujarras, en 1571. Geográficamente, se encontraban muy cerca de la costa magrebí: de la ciudad de Alicante a la costa argelina hay apenas unos 200 kilómetros. Pero pesó sobre todo en la elección de ese itinerario el hecho de que el enclave español de Orán y Mazalquivir ofrecía las máximas facilidades de desembarco para las galeras y otras naves cristianas, que no hubieran podido hacerlo igual en puertos musulmanes del Magreb.
     Visto por la administración española, las primeras expediciones no ofrecían más que facilidades expulsando por Orán a los moriscos hacia territorio argelino. Pero no habían previsto diversos ejes de complicaciones, que se manifestarían en los meses siguientes, por parte musulmana y por parte cristiana.
     Visto desde la península, era secundario el paso del enclave de Orán a las tierras islámicas argelinas. Al gobernador de Orán el conde de Águilas, se le encomendó entablar negociaciones para la acogida de los expulsados. Pero las relaciones del gobernador de la plaza con las autoridades musulmanas de Tremecén y Fez —y no se diga con las de Argel— eran evidentemente las de un enemigo. Las negociaciones fueron poco eficaces y, sobre todo lentas, de forma que al llegar los expulsados a Orán casi nada estaba preparado para recibir a esas masas de moriscos en el territorio argelino que rodeaba al enclave hispánico en el Magreb.
     La primera expedición de expulsados salió de Denia el día 2 de octubre de 1609. Llegaron el 5 a Orán. En dos meses serían unas 116.000 personas las que desembarcarían y serían «encaminadas» hacia territorio argelino. A fines de noviembre ya se desembarcaron directamente en las playas de Cabo Falcón y Arzew, porque Orán y su limitado territorio estaban absolutamente colapsados. En Arzew hubo que ahuyentar a los árabes con artillería y mosquetes, para poder desembarcar a los moriscos.
     En efecto, al no haberse concluido negociaciones con las autoridades de las ciudades argelinas vecinas (Tremecén, Mostaganem, etc.), las autoridades españolas de Orán se limitaron a expulsar a los moriscos fuera de las murallas del enclave español, sin la más mínima medida de protección ni escolta. Según el contemporáneo Fonseca, sólo los de Elda y Novelda, que llegaron entre los primeros, serían bien acogidos en la zona de Tremecén y Mostaganem, donde el conde de Águilas había negociado su admisión.

     Los expulsos se encontraban así en tierra desconocida, a merced del expolio de las poblaciones rurales autóctonas, que no tenían ninguna razón para no considerar enemigos a estos extranjeros, que vestían a la europea y no hablaban generalmente su lengua o su dialectal propio. Constituían además un real peligro, por su número, si pretendían instalarse en sus tierras, donde vivían esos agricultores-ganaderos-semisedentarios con un precario equilibrio para su propia subsistencia. Un primer grupo de 500 ó 600 moriscos, que fueron a Tremecén sin escolta, fueron desvalijados; otros cuarenta, que se dirigían a Mostaganem, lo fueron igualmente.
     La masacre provocó rápidamente fuertes reacciones en el Magreb y en España.
     
2. Ataques y apoyos locales a los moriscos inmigrantes
     En el Magreb, el historiador contemporáneo Al-Máqqari, que era precisamente de Tremecén y debió vivir esa tragedia en su juventud, explica en su conocido y ya analizado texto cómo fueron los emigrados andalusíes perseguidos por campesinos y gente desvergonzada, hasta que las autoridades musulmanas reaccionaron, con cierto retraso, y castigaron a los culpables, asegurando cierta protección para que los andalusíes pudieran llegar a ciudades más seguras (Tremecén, Fez, Argel). El encontrar refugio en las murallas de las ciudades argelinas (Argel, Cherchel, Tremecén...) había sido una reivindicación constante de los moriscos, como en el conocido mensaje a la suprema autoridad otomana, en 1541, publicado por Temimi. La imprecisión de las fuentes árabes para la cronología de esos expolios y de su represión no permite valorar con precisión el alcance de una y otra operación, que se interpretan más o menos eficazmente, según el origen cristiano o musulmán de los historiadores.
     Según el historiador de la región Abu-Ra's An-Násiri, en su libro 'Ayâ'ib al-asfar, fueron muchos los personajes religiosos y jefes de tribus rurales los que se enfurecieron y condenaron el comportamiento de los alarbes, clamando por el castigo de los culpables y ayudando a los andalusíes. A la cabeza de todos ellos estuvo el jeque Muhámmad Aqdar At-Tuyini (muerto y enterrado en 1654, en Batiha, cerca de Mostaganem), quien alentó al jeque Hamida Al-Abd y le exhortó a que atacara con la tribu de los Suwaid a los de la tribu Habra, por haber atracado a los andalusíes en los alrededores de Arzew. El jeque Hamida reunió a numerosas tropas, un viernes, fiesta religiosa de los musulmanes, conjurándose sobre el libro As-Sabih de Al-Bujari (colección de tradiciones o dichos del Profeta). Fueron juntos contra la tribu de los Habra, que fue derrotada y dominada por los Suwaid, que mataron a mansalva. Este relato es bastante posterior a los hechos y se inserta en un contexto de reyertas entre grupos tribales de la región de Arzew y Mostaganem, pero de todas formas indica un tardío y eficaz apoyo a los andalusíes.
     
3. Pánico en Valencia y búsqueda de otras vías
     Entre los moriscos valencianos, el pánico cundió al saberse que, tras una relativamente buena cogida en Tremecén y Mostaganem de los primeros moriscos de Elda y Novelda, las poblaciones rurales de tierras argelinas se cebaban con los expulsados. Éstos se negaron a embarcar y hasta provocaron rebeliones en las sierras próximas al mar, que costó mucho sofocar, hasta finales de noviembre.
     El historiador francés de la expulsión Henri Lapeyre matiza razonadamente algunas de las causas del ambiente de pánico que se creó en la sociedad valenciana en 1609, a raíz de los problemas de los moriscos en Argelia, resumiendo su opinión en el siguiente juicio, quizás un poco optimista:
                
Los autores españoles no terminan nunca acerca de la crueldad de los árabes para los desdichados moriscos arrojados con o sin su consentimiento sobre el territorio de aquéllos... Creemos que se trata, una vez más, de las exageraciones habituales en cuanto al número de muertos. En realidad, hubo probablemente más pillaje que carnicería, y las muertes causadas por agotamiento o hambre fueron sin duda más numerosas que las procedentes de ataques a mano armada. Que el recibimiento haya sido muchas veces hostil, no hay que dudarlo...
                
     (Hay que tener en cuenta que el término «árabes» o «alarbes», en el vocabulario castellano del siglo XVII referido al Magreb, refleja el término árabe a'râb, que significa «población rural semisedentaria», diferenciada así de los ciudadanos que dependen de las ciudades y sus alfoces, y de los nómadas del desierto o beduinos; ha dado también otros términos, como «rifeños» o «yabalíes», según lugares y épocas).
     Pero no fueron únicamente las poblaciones rurales de los territorios argelinos que rodeaban a Orán las que atacaron a los moriscos expelidos de la plaza española. Algunos soldados españoles de Orán salieron a expoliarlos, a pesar de la prohibición del gobernador, bajo pena de galeras. Esos soldados, al no poder volver, pues, a la plaza, se hacen musulmanes en Tremecén o en Argel, como Antonio Rodríguez y Manuel Ximénez, en 1610.
     Las matanzas de moriscos en Argelia causaron «gran impacto sentimental»  sobre el pueblo español. La mejor prueba está en la difusión de coplas o romances en simpatía con el triste sino de los moriscos, lo cual irritaba en extremo a los apologistas de la expulsión, que acusaban de «coplillas mentirosas» a los relatos que explicaban cómo los expulsados habían acabado muriendo mártires de los musulmanes, profesando su fe en Cristo, según ha analizado Márquez Villanueva. Estos relatos no podían más que fortalecer la resistencia de muchos moriscos a ser deportados a Argelia.
     También los transportistas marítimos, especialmente los privados, se cebaron a veces sobre los indefensos expulsos. Los «oficiales» de la Armada tampoco se quedaron cortos, en lo que a abusos se refiere. El caso de Catalina Barón, natural de Bellús, cerca de Xátiva, es paradigmático, tal y como lo documenta Cardaillac.

     Expulsada hacia Orán con su marido, a partir del puerto de Cartagena, fue raptada antes de pasar a tierras argelinas por el capitán de la galera que les había transportado. Al cabo de cierto tiempo, el capitán  la regaló a otro patrón, que se la llevó a Palermo, donde la tuvo de esclava. Pasó al servicio del marqués de la Mora, que la liberó y le consiguió un pasaporte para pasar a Túnez. Denunciada por un primo suyo, esclavo, como conversa y renegada, tuvo que sufrir un largo y vejatorio proceso de la Inquisición, que no tenía escrúpulos en la contradicción que consistía en acusar de haber renegado de la fe cristiana, que se les había impuesto, a unos musulmanes que por tales habían sido expulsados de España.
     Escrúpulos religiosos cristianos fueron frenando, paradójicamente, el éxodo de moriscos hacia tierras argelinas. El ritmo acelerado de las primeras expulsiones había cogido desprevenidas a las autoridades oranesas y magrebíes. Pero también había evitado dos frentes de oposición cristiana a la expulsión hacia Argelia, frentes que iban a fortalecerse en los meses finales de 1609, en España. Eran los argumentos contra el reforzamiento de Argel, principal enemigo de los intereses hispánicos en el Mediterráneo occidental, y los argumentos contra la expulsión de los niños moriscos.
     En efecto, este último problema del que se habla en otro lugar de este libro  incitó a los propios moriscos a no pedir se les trasladara a tierras musulmanas, ya que en ese caso los cristianos se quedaban con sus hijos menores de edad, para poderles educar en la fe cristiana y lograr así su salvación eterna, irremediablemente comprometida si seguían a sus padres a tierras en las que normalmente seguirían también la religión musulmana.
     Esta argumentación religiosa cristiana, que en muchos casos escondía turbios intereses, para obtener mano de obra doméstica por parte de familias cristianas, se podía obviar si los moriscos, aun acatando la orden de expulsión, hacían profesión de fe cristiana y pedían ser dirigidos a tierras cristianas francesas o italianas, aunque su intención era evidentemente dirigirse luego a territorio musulmán.
     Hay que volver a recordar el texto de una carta de un morisco de Trujillo, establecido en Argel, que escribía a un notable de su ciudad de origen:
                
     Llegamos a Marsella, donde fuimos bien acogidos con grandes promesas de ampararnos. En todo se volvió al revés de lo que a prima facie nos mostraron. Pues habiendo sucedido la muerte de su rey Henrique Quarto, nos hallamos en Marsella un día a punto de perdernos  todos y que nos saquearan, diciéndonos haber sucedido por orden del rey de España y que nosotros éramos espías del rey y que veníamos a ganarles la tierra.
                

     Viendo este mal tratamiento, todos los que estaban allí. determinaron salir del reino e irse a parte donde tuviesen más sosiego. Nosotros nos fuimos a Liorna, donde nos sucedió lo que en Marsella.


     Y visto que allí y en los demás señoríos de Italia no nos querían más que para servirse de nosotros [...] acordamos irnos allí donde fue la voluntad del rey enviarnos. Y así todos los de Trujillo nos fuimos a esta ciudad de Argel, donde estaban los más de Extremadura, La Mancha y Aragón (Janer).

     La argumentación religiosa que reorientó la expulsión hacia tierras cristianas provocó también un frenazo a la emigración hacia Argelia, al menos a la emigración directa, a pesar de las facilidades de proximidad geográfica y hasta política, por el pasadizo de Orán.
     De hecho los moriscos aragoneses y catalanes que fueron embarcados en el puerto de «Los Alfaques» (Els Alfacs), en el delta del Ebro, parece que pasaron de nuevo por Orán. Lo mismo puede afirmarse de murcianos y castellanos, que se embarcaron desde Cartagena. Pero el éxodo más importante hacia tierras argelinas había sido en 1609-1610, de moriscos valencianos.
     
4. Inserción en la zona occidental de Argelia
     Los moriscos que se refugiaron en Tremecén y que se establecieron en esa importante ciudad, con gran tradición andalusí y fuerte guarnición turca, debieron de ser muy numerosos y contribuirían a mantener y renovar esa tradición, muy viva hasta nuestros días, favoreciendo muy probablemente la inserción de ciertos grupos más de moriscos.
     Como en otras grandes ciudades magrebíes de tradicional inmigración andalusí, es difícil generalmente determinar qué se debe a los andalusíes del siglo XVII en el conjunto de la evolución urbana de la ciudad. Los historiadores difieren también, por falta de documentación, sobre el papel del elemento turco de esta ciudad frente a los recién llegados: unos lo consideran muy positivo, como Hajji, y otros negativo, como Penella.
     El historiador argelino moderno Násir-ad-dín As-Sa'iduni menciona, en general, la instalación de moriscos en barrios especiales de Arzew, Mostaganem y Tremecén, y hasta atribuye a esa inmigración la población de Al-Andalusiyyat (Les Andalouses), al oeste de Orán. Esto último es bastante improbable, ya que no aparece Al-Andalusiyyat en la abundante documentación cartográfica de la zona, en el siglo XVIII, y era zona de control muy directo de los españoles de las fortalezas de Orán y Mazalquivir, que no permitirían la instalación de una población hostil musulmana precisamente en el camino que unía a las dos plazas, entre la costa y la montaña del Murdjadjo. Pero queda la posibilidad de que andalusíes de la región, descendientes de los expulsados del siglo XVII, se instalaran en Al-Andalusiyyat cuando los argelinos recuperaron la plaza, entre 1709 y 1732, si hemos de creer que la información del viajero inglés Boyde corresponde a esas fechas y no a lecturas de Haedo y otros historiadores anteriores. De todas formas, hay que explicar de alguna manera el origen de este topónimo actual.
     Dos casos curiosos están documentados gracias a que esos moriscos fueron acompañados de España a Tremecén por cristianos que se islamizaron y luego volvieron a la Cristiandad, según documentación aportada por los Bennassar: Francisco Martínez, andaluz que siguió a una morisca granadina con la que estaba prometido; Juan Francisco de La Salle, aragonés que había frecuentado mucho a los moriscos y había participado de sus creencias y culto, hasta el punto de cometer diversos sacrilegios eucarísticos con ellos y huir a Tremecén, donde vivirá cuatro años, volviéndose finalmente a Orán en 1610, con 21 años.
     El desembarco de moriscos y sus actividades en el puertecito costero de Arzew son muy conocidos. Sólo unos relatos de viajeros franceses de principios de este siglo atestiguan, por lo que hasta ahora se sabe, la instalación de andalusíes en la región de Maghnia y Nedroma, fronteriza con Marruecos. El relato corresponde a la tradición legendaria magrebí en general, relativa a Al-Andalus, pero puede tener una base histórica real:
                
     En el camino de Nemours a Marnia, a los mismos pies de los montes Filhausen, se levanta la ciudad desde donde envío estas líneas y que, no obstante ser argelina, conserva como ninguna su carácter morisco y es la verdadera metrópoli de los árabes andaluces expulsados de España.
                

     Había leído que muchas familias de Nedroma conservan aún las antiquísimas llaves de las casas y los títulos de las propiedades de sus antepasados en España, y que conservan porque tienen la esperanza de volver...


     Aquí he visto una llave antigua de la morada que los antepasados de la familia Hamed Belhad, de Córdoba, tuvieron cerca de Oued-El-Kevir [Guadalquivir].


     También he visto escrituras de adules [notarios árabes], y hasta descripciones minuciosas de terrenos donde los avariciosos moros habían guardado sus tesoros. Si, como es de creer, son auténticos todos estos documentos... (artículo «Los árabes andaluces», crónica periodística de Guillermo Rittwagen, del 15 de marzo de 1905, en El Español).

     
5. Inserción en la zona central de Argelia: Argel capital
     Por lo que se refiere a la costa central de Argelia, hay que recordar que el paso de los moriscos a las costas argelinas había sido constante, desde la Edad Media, apenas frenado por las ocupaciones españolas de lugares puntuales de la costa, a principios del siglo XVI. Ya se ha visto que, a pesar de su proximidad geográfica a España, razones político-religiosas impidieron que la gran masa de los expulsados fuera a parar a Argel, donde habrían sido eficaz y positivamente recibidos, como sucedería más tarde en Túnez. Aún así, la masa de exiliados que acabaron instalándose en Argel y en algunos otros puntos de la costa central y oriental argelina debió de ser bastante importante. Falta documentación fehaciente para cifrarla.
     La mayor parte de los moriscos que acabaron en Argel utilizaron caminos indirectos. Unos, logrando que los barcos privados que les conducían en principio a tierras cristianas se desviaran para llevarles a las costas argelinas. Otros, a partir de puertos franceses e italianos. Otros, salvando las dificultades del paso por Orán y los territorios de Argelia occidental.
     En Argel capital, la población de andalusíes ya era muy importante, si hemos de creer la cifra de 1.000 familias que da Haedo, hacía 1605, cantidad que se interpreta como equivalente a unas 25.000 personas. El morisco de Trujillo que escribe desde Argel en 1613 habla de la mala acogida que tuvieron en Francia e Italia, pero que al fin
                
acordamos irnos allí donde fue la voluntad del rey enviarnos. Y así todos los de Trujillo nos fuimos a esta ciudad de Argel donde esta han los más de Extremadura, La Mancha y Aragón (Janer).
                
     Argel tenía —y tiene hasta hoy en día  su barrio de los Tagarenos, nombre que designa como se verá más adelante a los originarios de un thagr o «frontera, territorio fronterizo del Islam», que se refería en Argel a los moriscos de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia, Cataluña), por contraposición a los de la Corona de Castilla, llamados en Argel «granadinos», según el testimonio coetáneo de Haedo. El barrio de los Tagarenos es una zona extra-muros, en la parte alta de Argel, fuera de la Puerta Nueva, y es un barrio no documentado antes del siglo XVII. Es evidente que era un barrio de gentes de Al-Andalus.
     También hay un documento argelino de 1648 que se refiere a la venta, por parte de Aixa, hija de Sad Al-Andálusi, de una propiedad en las afueras de la ciudad, probablemente adquirida por su padre en tiempos de la gran expulsión. La instalación de moriscos fuera de las murallas, en las huertas periurbanas o en nuevos arrabales, es un hecho urbanísticamente lógico, como consecuencia de las repentinas oleadas de inmigrantes en las ciudades magrebíes, especialmente cuando la gran expulsión de 1609-1614. Está atestiguado en territorios marroquíes y tunecinos, pero también en Bujía después de la caída de Granada de 1492, cuando el sultán hafsí de Túnez, Abdelazis, les colocó en las llanuras junto al río Summam, en la zona del mausoleo de Sidi Aisa Ad-Dabuki, en las afueras de la ciudad. En 1510, esta barriada o arrabal extra-muros fue obviamente la primera víctima del ataque de las fuerzas españolas de Pedro Navarro.
     No tenemos más que estas informaciones sobre la implantación urbana de los moriscos de Argel. Su llegada, cuando la gran expulsión, provocaría lógicamente la ampliación de la ciudad con arrabales propios, fuera de las viejas murallas del siglo XVI, que habrían contribuido seguramente a fortalecer.
     
6. Alrededores de Argel: la llanura de La Mitidja
     En el alfoz de Argel, los moriscos se instalaron en zonas agrícolas periurbanas, cercanas a la ciudad, en sus colinas, o en el valle de La Mitidja, alrededor de las actuales ciudades de Blida (Al-Bulaida) y Kolea (Al-Qulai''a, Alcolea), en lugares un poco altos con respecto a las llanuras pantanosas de La Mitidja.
     Estas dos ciudades eran —y siguen siendo—  centros militares, fortalecidas por los turcos.
     El historiador turco del siglo XVII Hajji Jalifa ya menciona la instalación, por parte de las autoridades de Argel, en 1535/942, en la ciudad de Blida, del andalusí Sidi Ahmad Al-Yabir, a quien Jair-ad-dín Barbarroja dio tierras y desposó con la hija de un jefe local de los Awlad-Sultán, en 1540/947. Los andalusíes construyeron los elementos principales de una ciudad islámica: baños, hornos y mezquita, a la que llamaron yámi'at-turk o «gran mezquita de los turcos» en agradecimiento a la autoridad que les había instalado y les protegía, mediante unos servicios militares y políticos que les prestaban los andalusíes, evidentemente.
     Un siglo más tarde, el historiador tlemcení Al-Máqqari menciona a La Mitidja como a una de las principales zonas de instalación de los expulsados de Al-Andalus, al mencionar su éxodo por todo el mundo islámico.
     Otro siglo más tarde, a principios del XVIII, el religioso español Francisco Ximénez visita Blida, «La Belida» según su texto (editado por Oueslati), en un viaje de una semana que realiza del 9 al 16 de mayo de 1719. Le encantan
                
los jardines que dan recreación a la vista por la abundancia de árboles frutales y silvestres que los pueblan con tan deleitosa amenidad... [con]... algunas casas de campo muy buenas de moros ricos.
                
     Describe la ciudad con sus murallas y con más de mil casas, a su parecer, casas que
                
son muy buenas con tejados al estilo de España [...] Es tradición que le fundaron los moriscos que fueron expulsados de España.
                
     Esta tradición sobre el origen andalusí de Blida ha sido recogida por todos los historiadores modernos de esta ciudad argelina, situada a unos 50 kilómetros al sur de Argel, como lo había sido también por otro viajero del siglo XVIII, el británico Shaw. También Kolea (Alcolea) fue fundada en 1535: se encuentra al suroeste de Argel y alberga aún hoy en día un importante centro militar, la Escuela Superior del Ejército argelino.
     
7. Andalusíes en puertos de la costa al este de Argel
     Un poco más alejados de la ciudad de Argel, de su alfoz y del valle costero de La Mitidja, varias ciudades de la costa argelina figuran en la documentación que se ha conservado, como lugares de refugio de los andalusíes, ya desde la Edad Media. En la costa oriental serían sobre todo Bujía (Bidjaïa), Djidjel, Dellis (Tedellis) y Bona (Annaba). En la costa al oeste de Argel, los centros principales fueron Tenes, Bresk (Birchik) y Cherchel.
     Muchas de las comunidades andalusíes instaladas desde la Edad Media tuvieron que sufrir los embates españoles de principios del siglo XVI, especialmente los andalusíes de Bujía, con el desembarco de Pedro Navarro, el 5 de enero de 1510. A muchos de ellos Arruy Barbarroja les incitó a que se trasladaran a Argel, para reforzar la defensa y el poder militar de la ciudad. Fueron, con otros llegados más o menos directamente de la Península Ibérica, los que contribuyeron a crear la potencia del Estado argelino, en el siglo XVI. También es muy probable que muchos moriscos de la gran expulsión de 1609-1614 se instalaran en las ciudades costeras al este de Argel, pero por, ahora sólo está documentada su instalación en Annaba.
     Bona (Annaba, Hipona, Hippo Regius), no lejos de la actual frontera argelino-tunecina, está mencionada, al menos en tres ocasiones, en relación con los moriscos expulsados.
     En el éxodo, dos navíos que salen de Sevilla (uno de ellos naufragará) se dirigen a Marsella, donde por amenazas de peste la ciudad fleta navíos para transportar a los moriscos a
                
Bona, Tabarca [en la frontera argelino-tunecina] y otras partes de Berbería.
                
     En Túnez, ya después del gran éxodo, un andalusí que defiende en un libro la autenticidad del origen de unos descendientes del Profeta o nobles cherifes que vienen de Al-Andalus, menciona a Bona entre las ciudades que acogieron a cherifes andalusíes. Es una noticia ucrónica, que puede referirse a inmigrantes andalusíes, medievales o a moriscos contemporáneos suyos.
     Finalmente, a mediados del siglo XVII, el gran jefe de los andalusíes de Túnez, Mustafá de Cárdenas o Al-Kardanax, se refugia en Bona, después de haber huido de Túnez y haber viajado por Oriente Medio y Turquía. En Annaba emprenderá de nuevo sus fructíferas actividades de gran terrateniente, plantando olivos, como lo había hecho en su finca de Grombalia en Túnez, original fundación de gran propietario agrícola, que habría imitado a sus antepasados andaluces de Baza.
     
8. Andalusíes en los puertos de la costa oeste de Argel
     Para los andalusíes de los puertos de la costa al oeste de Argel, la documentación es más constante e importante.
     Ya entre 1521 y 1525, el atlas turco de Piri Reis menciona las importantes poblaciones andalusíes de Cherchel y Birchik:
                
Antes, Cherchel era una gran ciudad, pero luego cayó en ruinas. Cuando los infieles se apoderaron de Granada, concedieron el amán o seguridad a la población, que partió para los países árabes. Esta población pobló entonces la fortaleza de Cherchel, que se convirtió en su cuartel general... Birchik es una fortaleza situada en un lugar elevado, al borde del mar; no tiene puerto, pero es un lugar con mucho pescado. A cinco o seis millas mar adentro, hay una isla: esta isla es un buen fondeadero donde los barcos pueden echar ancla y amarrarse... Muchas de las construcciones de esta fortaleza de Birchik están en ruinas. La población de la fortaleza está constituida en su gran mayoría por gentes de Al-Andalus.
                
     Hay que advertir que Cherchel y Birchik son las dos únicas poblaciones costeras de Argelia cuya población andalusí menciona el libro geográfico de Piri Reis, lo que parece indicar que los inmigrantes eran absolutamente mayoritarios en su población.
     La actividad marinera y corsaria especializada de Cherchel ha sido muy bien descrita por Haedo, a finales del siglo XVI, y resumida por los principales historiadores de la ciudad:
                
Moros... huidos de España, de los cuales es aquel pueblo de Sargel todo poblado... Tienen importantes astilleros, ya que «sacan el hierro de las montañas de Cherchel» así como maderas y otros productos de sus bosques:
Los que van en corso a Mallorca, Menorca, España y todo Poniente, van espalmar [las naves] a Sargel, veinte leguas de Argel por Poniente... los espalman y enseban con muy gran diligencia y curiosidad, antes que de Berbería atraviesen a tierras de cristianos y a sus islas, los vuelven otra vez a espalmar.
                
     Con razón, cuando Jair-ad-dín quiere reforzar este puerto en 1531, Andrea Doria pretende impedirlo «conociendo que estando tan cerca aquel lugar y más que ningún otro de Barbaría... y la travesía para España de allí muy pequeña y breve...». Pero cuando se organiza el ataque con la armada española, la lucha es desfavorable a los españoles: «...comenzó a esclarecer el día, y los turcos juntándose con los moradores del lugar, moriscos todos de España, y no mala gente de guerra, revolvieron sobre los soldados cristianos... turcos y moriscos captivaron, en recompensa de los otros cristianos que perdieron...», en una acción anterior.
     Es muy probable que esa importancia militar de Cherchel hubiera disminuido a principios del siglo XVII por ataques cristianos y en favor de una concentración en Argel de todas las fuerzas marítimas y sus instalaciones auxiliares en tierra, ya que el propio Haedo, al hablar de las actividades de construcción de naves en la capital, señala que los que construyen navíos son sobre todo cristianos, «sin en él poner la mano turco ni moro, si no es algún calafate o remolar de los moriscos de España...», que perpetuaban las tradiciones artesanales de Cherchel.
     
9. Moriscos que se vuelven de Argel
     El fenómeno de vuelta de Argel no es extraño, aunque poco frecuente. Se explica, evidentemente, por el carácter violento que tuvo el desarraigo de la gran expulsión de España y por diversas causas de inadaptación a la sociedad islámica, por parte de muchos moriscos. En algunos que fueron voluntariamente a Argelia, como forma de mejorar su vida, sería otra forma de aventura, buscando mejorarla fuera de Argelia. Hay también los que querían recuperar bienes dejados en España y los que fueron atrapados en operaciones de corso o piratería de cristianos y volvieron, pues, muy involuntariamente a España o a tierras cristianas.
     Ya en 1610, la correspondencia del virrey de Valencia, marqués de Caracena, contiene diversos textos sobre el tema, como la «Relación de lo que parece por la informaçión hecha hasta aora en la buelta de los moriscos que vinieron de Argel».
     Un impreso de Sevilla, de 1618, reproduce una presunta
                
Carta que Antonio de Ocaña, morisco de los desterrados de España, natural de la villa de Madrid, embió desde Argel a un su amigo a la dicha villa, dándole cuenta del estado de sus cosas. Y cómo veinte y quatro moriscos Españoles vinieron a España en hábito de frayles descalços de San Francisco y sacaron una noche mucho dinero y joyas que auían dexado enterrado en Madrid, Ocaña y Pastrana...
                
     Realidad y noticia se unen en este impreso, formador de opinión en España sobre los desterrados moriscos, como lo era, a nivel literario, el capítulo sobre el morisco Ricote, en el Quijote de Cervantes, que tantos estudios ha promovido para conocer la opinión del gran escritor sobre la expulsión de los moriscos, contemporáneos suyos.
     Algunos moriscos se arriesgaron a volver a España por causas familiares. Así Juan Camar, de oficio arriero, que había sido llevado con otros moriscos a Argel, donde estuvo año y medio al servicio de un turco,
                
haciendo vida de Moro con sus cerimonias, yendo a la mezquita por cumplir con ellos y porque no le hiciesen mal.
                
     Cuenta que allá se echó un bando para que todos los moriscos que habían venido de España se retajasen (se hicieran hacer la circuncisión), so pena de ser esclavos. Él cumplió el bando, aunque tenía intención de volver a tierra de cristianos, porque su madre, cristiana vieja antes casada con un morisco se había quedado en España. Se embarcó en un bajel con ocho ingleses y un flamenco, y otros renegados o musulmanes de Argel de origen cristiano. En el itinerario fue hecho cautivo y vendido en Malta como esclavo. Más tarde fue vendido también como esclavo en Palermo, donde se presenta a la Inquisición declarando ser y querer vivir como cristiano. Fue absuelto, con penas livianas, y es posible que volviera a España. Al menos vivió como cristiano, liberado así de la esclavitud en Sicilia, según documentación presentada por Cardaillac. Es un caso muy personal de los avatares de los exiliados moriscos, entre el mundo islámico y el cristiano.

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