El éxodo de los moriscos y su instalación en Túnez (TÚNEZ 2)



Míkel de Epalza (1938-2008)                                                     
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.



1. Causas sociales y personas concretas que favorecieron el éxodo hacia Túnez
     En la Regencia otomana de Túnez, a principios del siglo XVII, no había tradición de inmigración andalusí: la inmigración medieval se había cortado con la ocupación española, que impidió también la inmigración de granadinos y moriscos a lo largo del siglo XVI. Pero fue quizás la casi total destrucción o al menos desestructuración de la capital y de la sociedad tunecinas lo que favoreció la instalación de los moriscos expulsados, al intentar los turcos reorganizar el país.
     Hay en el éxodo morisco hacia Túnez personas concretas conocidas que canalizaron el flujo de inmigrantes y favorecieron su instalación.
     En primer lugar hay que mencionar al comerciante morisco aragonés instalado en Marsella Jerónimo Henríquez. Ya antes de la gran expulsión favorecía el embarque de los moriscos que huían de España. Debió intervenir también en proporcionar barcos privados franceses para embarcar a los expulsados. Al ver confluir hacia Marsella y hacia los otros puertos franceses mediterráneos masas inmensas de moriscos, por tierra y por mar, debió negociar con las autoridades otomanas y con los propios moriscos su dispersión por los países islámicos. Sabía que en la Regencia de Túnez había espacio social para una gran masa de población nueva y allí encaminó finalmente a los expulsados de 1610, especialmente a los castellanos, aragoneses y catalanes. Se encargó de gestionar en Francia diversos pleitos de moriscos, durante varios años, y aparece en la documentación comerciando con sus compatriotas andalusíes del Magreb y del Imperio Otomano oriental.
     El sultán otomano Ahmad I (1603-1617) intervino también eficazmente ante las autoridades francesas y venecianas para que facilitaran el paso de los moriscos a tierras musulmanas. Intervino sobre todo, según un documento estudiado recientemente por Temimi, ante las autoridades locales turcas en Túnez para que se les acogiera bien y se les diera tierras y medios de vida.
     En Túnez, la autoridad superior turca era ejercida por el dey Uzmán, «fiero león pero con nosotros tierno cordero», según el testimonio de un escritor morisco. Había traído el orden en el país, tras el período de injerencia española y de las luchas entre militares turcos de las dos primeras décadas de la administración otomana. Dispensó de tasas portuarias a las naves que traían a los moriscos, dio una moratoria fiscal a éstos para los primeros años de su instalación y les dio tierras y otras medidas de protección oficial para facilitar su instalación.
     Abu-l-Gaiz Al-Qaxxax, personaje religioso originario del sur tunecino y administrador de los bienes religiosos, obligó a los habitantes de Túnez a que recibieran en sus casas a los recién llegados, a quienes abrió también algunas mezquitas. Dos textos de moriscos, en árabe y en francés, cuentan que cuando un responsable de una de esas mezquitas se quejó de que los niños se hacían sus necesidades en la mezquita impurificándola, le contestó que si las paredes de esos templos pudieran hablar manifestarían su gozo por albergar a las víctimas de persecución por el Islam. Apoyó que la Instrucción religiosa de los moriscos pudiera hacerse en castellano, si era la única lengua que sabían.
     Fueron sobre todo los propios andalusíes, hombres y mujeres, los que supieron organizarse colectivamente para defender sus intereses.
     Supieron dotarse de jefes, con la anuencia de las autoridades turcas del país. El primer «jeque de los andalusíes» documentado fue Luis Zapata. Más tarde y durante varias décadas fue el comerciante y gran propietario andaluz Mustafá de Cárdenas.
     Se dotaron también de organizaciones gremiales, como los del monopolio de la chechía o «bonete toledano», cuya fabricación se distribuyó entre diversos pueblos y barrios de andalusíes. Tenían también su propia asociación de nobles cherifes, que gestionaban una escuela superior reservada a los jóvenes moriscos, la Madrasa de los Andalusíes.
     Tenían fundaciones religiosas propias de los andalusíes.
     Especialmente supieron formar barrios en Túnez y colonias agrícolas en los alrededores y zona de influencia de la capital.
     Algunas de las muchas peripecias del traslado de los moriscos de Francia a Túnez han sido recogidas en documentación francesa estudiada por Cardaillac y Epalza.
    
2. Lugares de instalación
     No es imposible que la forma de Instalación de los moriscos inmigrantes en Túnez se aprovechara de la experiencia anterior de Argel y de otras zonas del Imperio Otomano y, quizás, de Marruecos. Al no poseer tierras propias, debieron adquirirlas, en la ciudad o fuera de la ciudad, y beneficiarse también de ciertas «expropiaciones» en su favor, cuyo procedimiento no se conoce aún, aunque el hecho esté documentado someramente en unas disposiciones del gobierno otomano.
     En la ciudad de Túnez, algunas familias particularmente pudientes se instalaron en un barrio alto, cerca de la alcazaba y palacio del gobierno, alrededor de las actuales calle de los Andalusíes y plaza del Palacio. Los artesanos ocuparon arrabales, especialmente al norte del recinto antiguo de la ciudad, en Halfawín (barrio de los esparteros), Bab-Suwaiqa (puerta del zoquito, donde se construyó una mezquita que aún se conserva), Fajjarín (plaza de los alfareros) y huertas periurbanas de Al-Biga («la vega», alrededor de la calle rectilínea de Tronja o «taronja»).
     También en la ciudad de Bizerta, importante puerto militar al norte del país, crearon un arrabal, al poniente de las murallas, aun hoy llamado Hawmat-Al-Andalus, «barrio de los andalusíes». Andalusíes fueron también los que se instalaron, varios años después de la gran expulsión, en el nuevo puerto militar de Porto Farina o Ghar-El-Melh, cuyas fortalezas fueron diseñadas por un morisco venido de Argel. Esta pequeña ciudad está a medio camino entre Túnez y Bizerta y fue fortificada para vigilar la entrada del golfo de Túnez. Está rodeada de pueblecitos agrícolas poblados por moriscos.
     En zonas rurales cerca de Túnez los inmigrantes fundaron colonias agrícolas, pueblecitos que supieron organizar de forma muy original y diferente del urbanismo rural magrebí tradicional. Las huellas andalusíes de esos pueblos perduran hasta hoy en día.
     Los pueblecitos andalusíes se pueden distribuir en cuatro grandes zonas:
     1.   El valle del río Medjerda y alrededores de Túnez.
     2.   Llanuras septentrionales en el camino Túnez-Bizerta.
     3.   Llanuras septentrionales en el camino Túnez-Nabeul.
     4.   Zaghouan, junto a la montaña que da agua al acueducto de Túnez.
     Estas zonas rurales pueden considerarse como espacios periurbanos de la capital, relacionados con ella por excelentes caminos (los andalusíes reconstruyeron puentes especiales sobre el río, en Qalat-Al-Andalus y Medjez-Al-Bab) y protegidos por fortalezas turcas (hasta la de As-Sahra, sobre el río Medjerda, a 85 kilómetros de la capital y 4 del pueblo morisco más alejado, Testur).
     Cada uno de esos pueblecitos tiene características urbanísticas y arquitectónicas que se han conservado en parte hasta hoy en día. Hay que señalar en particular Testur o Tazatores, que hace de capital comarcal para los pueblos del valle del Medjerda, y Grombalia, también centro comarcal de los pueblos andalusíes del Cap Bon, en el eje Túnez-Nabeul. En Grombalia instaló su palacio Mustafá de Cárdenas, con una gran finca que hacía cultivar por varios centenares de esclavos.
     Algunos andalusíes quisieron instalarse más al sur, lejos de la capital, a pesar del parecer contrario de Uzmán Dey. Parece que no les fue bien. Pero es muy probable que hubiera familias individuales que se instalaron en otras poblaciones de la Regencia, especialmente en sus ciudades portuarias. Éstas serían seguramente las que más rápidamente perderían las características hispánicas y la identidad andalusí.

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