Dinámica socioeconómica del grupo andalusí en Argel (ARGELIA 4)



Míkel de Epalza (1938-2008)
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.




     1. Grupos sociales y su peso político en Argel
     El mantenimiento de grupos étnicos diferenciados fue un elemento fundamental del gobierno otomano en Oriente Medio, como también en el Magreb. El profesor norteamericano Andrew Hess ha definido muy bien el marco social y político del gobierno de los turcos. Mientras que los saadíes de Marruecos y los otomanos en el resto de los países islámicos del Mediterráneo construían un Estado unitario y administrativamente homogéneo,
                
la comunidad norteafricana permaneció y deseó permanecer organizada en una miríada de grupos diferenciados por razones étnicas, religiosas y de status social. Los otomanos aplicaron su talento político y administrativo en preservar las fronteras de esas pequeñas unidades humanas. Para mantener esta forma de estructuras sociales que aumentaba la dependencia de los súbditos hacia los otomanos como los únicos gobernantes capaces de defender por una parte la gran tradición común y por otra el carácter plural del orden social, una política de descentralización y la emigración de los exiliados de España reforzaron la lealtad de las poblaciones de esas fronteras del Islam hacia una sociedad altamente conservadora cuyas formas estructurales variadísimas caracterizaron la zona periférica del último y más poderoso imperio burocrático de la civilización islámica.
                
     En Argel, ciudad portuaria y abierta, sin las minorías religiosas de Oriente Medio, el mantener grupos diferenciados no era tarea fácil. Pero los andalusíes formaban un grupo suficientemente numeroso, en Argel y en Túnez después de la gran expulsión, como para formar un grupo social estructurado.
     Hacia 1720, es decir, un siglo después de la gran expulsión, Francisco Ximénez dividía a la sociedad argelina, inspirándose seguramente en escritores europeos precedentes, de la forma siguiente:
               
*   Los turcos: subdivididos entre ellos en «naturales» (de origen oriental y balcánico, con otros mediterráneos de origen cristiano) y «coloríos» (hijos de padre turco y madre magrebí).

*   Los moros: que también se dividen en ciudadanos, rurales y montañosos (báladí, bádawi, yábali), y entre ellos, los originarios de África (mágribi) y los moriscos de origen español (andalusí).

*   Los judíos: se dividen en originarios de Berbería y los nacidos en Europa (los grana, de Liorna).

*   Los cristianos: cautivos y libres (comerciantes, sacerdotes...) y gran número de renegados (convertidos al Islam) que servían en el ejército y en la marina corsaria.

*   Los negros: son esclavos de origen africano que servían en las casas y vivían marginados en la sociedad argelina.
     Haedo, en el que se inspira seguramente Francisco Ximénez, divide los «habitadores y vecinos de Argel» en moros, turcos, judíos y cristianos. A su vez, los moros son baldis (ciudadanos), cabailes (montañeses, bereberes), alarbes (beduinos rurales semisedentarios) y andalusíes.
     
2. Los andalusíes y su integración social. Granadinos y tagarenos
     De los andalusíes dice Haedo:
                
     La cuarta manera de moros son los que de los reinos de Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas partes, y de continuo se pasan con sus hijos y mujeres, por la vía de Marsella, y de otros lugares de Francia, do se embarcan a placer, a los quales llevan los franceses de muy buena gana en sus bajeles.
                

     Todos éstos se dividen, pues, entre sí en dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se llaman Mudéjares, y éstos son solamente los de Granada y Andalucía; otros Tagarinos, en los cuales se comprehenden los de Aragón, Valencia y Cataluña.


     Son todos éstos blancos y bien proporcionados, como aquéllos que nacieron en España o de allá.


     Ejercitan éstos muchos y diversos oficios, porque todos saben alguna arte. Unos hacen arcabuces, otros pólvora, otros salitres, otros son herreros, otros carpinteros, otros albañiles, otros sastres y otros zapateros, otros olleros, y de otros semejantes oficios y artes; y muchos crían seda, y otros tienen boticas en que venden toda suerte de mercerías;


     y todos en general son los mayores y más crueles enemigos que los Cristianos en Berbería tenemos, porque nunca jamás se hartan o se les quita la hambre grande y sed que tienen entrañable de la sangre cristiana.


     Visten todos estos al modo y manera que comúnmente visten los turcos, de que adelante hablaremos, habrá de todos éstos en Argel hasta 1.000 casas.

     Hay que tener en cuenta que esta descripción es de fines del siglo XVI, antes de la gran expulsión, aunque el libro fuera editado en 1612.
     La crueldad atribuida a los moriscos se debe a unas manifestaciones de solidaridad con sus correligionarios que permanecían en España, como cuenta el mismo Haedo: en 1579
                
en Argel pidieron los tagarinos (moriscos que son de España) a este rey les dexase quemar vivo a un solo soldado de Almería, que se decía Antonio Albornoz (que poco antes cautivaron en aquella costa, y es natural de la ciudad de Buxaraca, junto a Vera), por decir que en España había ahorcado a un morisco pariente de ellos, y hecha ya la hoguera y que le quería llevar al martirio, inspiró Dios en su patrón, que era un moro que le cautivara, y no quiso que le quemasen.
                
     Haedo cuenta así otras peticiones de venganzas de moriscos, represalias por actuaciones españolas contra moriscos. Era más una manifestación de su solidaridad de grupo que de «odio entrañable que tienen a todos los cristianos, particularmente a los de España», como afirma.
     Un embajador europeo del siglo XVII da una visión mucho más sintética, pero más directa y dinámica, de los estratos sociales argelinos:
                
los moros y los judíos son considerados como sujetos y vasallos; los granadinos se cuentan entre los moros. Sólo mandan los turcos y los renegados.
                
     Los granadinos —son los andalusíes— formaban un grupo suficientemente importante como para que lo mencione expresamente el diplomático extranjero.
     El morisco Al-Háyari Bejarano tiene también su visión de los estamentos en los territorios otomanos del Magreb (sin atreverse a mencionar a las autoridades turcas):
                
... Túnez... tiene dos plagas: la una de renegados y la otra de alarbes, y lo mismo en Argel y en Tremecén...
                
     Se refiere a los «elches» o «renegados» (cristianos convertidos al Islam, renegados del Cristianismo) que formaban parte, como se ha visto, de la clase dirigente, y a los alarbes (rurales) que dominaban las zonas interurbanas en montes y llanuras. Los andalusíes, ciudadanos y urbanizados de las zonas próximas a las ciudades, tenían que sufrir precisamente a causa de esas dos clases sociales, mientras que se llevaban bien con sus congéneres, los «moros» de las ciudades y de sus dependencias.
     Según As-Sa'iduni, todos los moriscos acabaron asimilándose a la población urbana magrebí, porque no tuvieron ninguna relación con los rurales —salvo en las zonas periurbanas, aunque protegidos por las ciudades— y porque no consiguieron, a pesar de sus esfuerzos, ingresar en la clase dirigente turca, como los otros europeos islamizados.
     El carácter urbano de los andalusíes es evidente. El viajero francés del siglo XVIII Laugier de Tassy lo observaba:
                
la mayoría de éstos se quedan en las ciudades, donde han adquirido bienes por su industria [...] no se ve en las ciudades casi más que los Moros que han sido expulsados de España.
                
     Lo que no es fácil de saber es si la comunidad de los moriscos o andalusíes estaba tan estructurada en Argel como en Túnez. No hay en la documentación conservada ninguna mención de un jeque o xaij, jefe especial para ellos, como lo había para los de Túnez y Trípoli, por lo menos hasta mediados del siglo XVII. Es posible que la comunidad de inmigrantes de Túnez fuera más compacta que la de Argel y menos asimilada, por estar constituida muy mayoritariamente por los expulsados de 1609-1614, mientras que en Argelia era fruto de emigraciones que se habían escalonado a lo largo de todo el siglo XVI y principios del XVII, con diverso grado de asimilación.
     Esta situación puede explicar la doble denominación de «granadinos» y «tagarenos» que se aplicaba a andalusíes, tanto en territorios tunecinos como, sobre todo, argelinos. Rechazando la interpretación de Ximénez en el siglo XVIII, que creía que ese nombre designaba a los de Tarragona, no se puede tampoco defender que los tagarenos eran los moriscos de Argel, como opinaba Latham.
     Siguiendo al contemporáneo Haedo, en un texto ya mencionado, lo más lógico es pensar que la doble denominación se refiere a los moriscos originarios de las dos principales coronas hispánicas: los «granadinos» serían originarios de los estados de la Corona de Castilla, donde ya se habían dispersado los moriscos del Reino de Granada después de la guerra de Las Alpujarras de 1569-1572 y donde eran absoluta mayoría, y los «tagarenos» o «tagarinos» serían los originarios de los estados de la Corona de Aragón (esencialmente Aragón, Valencia y Cataluña). A falta de explicación más lógica o probada documentalmente, habría que admitir esta hipótesis para explicar la doble denominación que los textos europeos aplican a los moriscos de Argel y Túnez. Los textos árabes sólo hablan de andalusíes o gente de Al-Andalus.
     Tampoco se puede probar que la doble denominación de «granadinos» y «tagarenos» correspondiera a una doble organización, especialmente fiscal, de los moriscos o andalusíes de Argelia, aunque la hipótesis no es inverosímil. Los documentos de donantes de limosnas para los «habices» o fundaciones religiosas de la mezquita mayor de Argel, que mencionan a andalusíes de los siglos XVI a principios del XIX, no parecen distinguir entre diversas clases de andalusíes, según las investigaciones de Temimi y As-Sa'iduni.
     
3. Los andalusíes, dinamizadores económicos
     Puede ciertamente afirmarse, por la opinión de los viajeros europeos y por la documentación archivística en árabe, que los andalusíes de Argel constituían una importante y rica clase social, junto a los dirigentes turcos y sus sucesores. Al menos eran muy activos en el sector de agricultura intensiva, en el sector artesanal y en el sector terciario en general. Eran dinamizadores de la vida económica de la capital argelina y de su alfoz, que formaban el centro urbano más importante del Magreb árabe-islámico, en el siglo XVII.
     Así resume el ya mencionado historiador de la economía argelina moderna As-Sa'iduni la importancia de los andalusíes en la Argelia otomana:
                
El elemento andalusí fue un agente positivo de la vida económica y social antes de que se apropiaran con exclusivismo de sus actividades los turcos. Gracias a la actividad de los andalusíes y a la riqueza que engendraron o que consiguieron asociándose con comerciantes y corsarios, renacieron muchas ciudades de sus ruinas, como Cherchel, Blida y Kolea. Florecieron la agricultura de los jardines e introdujeron especies agrícolas nuevas, como el algodón en Mostaganem o la viña en Annaba, mientras que Kolea se hizo famosa por la producción de seda natural.
                
     Este mismo historiador recoge en un trabajo reciente 55 documentos que se refieren a actividades económicas de toda clase de diversos personajes andalusíes: encargos de administración, tiendas comerciales, propiedades agrícolas, fundaciones piadosas, fabricación de tejidos y jabón, tenencia de baños, etc.

     Denise Brahimi ha estructurado, para la clase social de los andalusíes en Argelia y Túnez (seguramente una minoría de ricos, evidentemente), una explicación de su influjo social: eran burgueses, en el sentido europeo y moderno de la palabra, con gran capacidad de engendrar y acumular riqueza. Los finos análisis de esta investigadora, basados en los juicios de los viajeros europeos, especialmente del XVIII, explican en profundidad la fuerza económica y el dinamismo social que presidieron la vida de los moriscos y de sus descendientes en las ciudades portuarias de las regencias turcas del Magreb, en una sociedad de intercambios económicos y de comercio internacional. Uno de esos viajeros les atribuye una única finalidad en sus actividades agrícolas, comerciales, de trata de esclavos, de tráfico de propiedades inmobiliarias, etc.: el afán de lucro, de ganar dinero.
     
4. Algunos andalusíes prósperos del XVII y XVIII
     Como se ve también en Túnez, algunos personajes parecen personificar la prosperidad de la comunidad andalusí, al menos en la Argel del siglo XVIII, según el religioso español Francisco Ximénez, en su Diario, donde se les menciona.
     Mostafá Benamar era un morisco «tagarino», el más rico de todo el reino de Argel, propietario del mayor número de esclavos entre los particulares, con más de cien cautivos:
                
preguntando Achi Mostafá Benamar a unos cautivos españoles, qué hacienda tendría un Grande de España, le respondieron que seis o siete millones. A esto dijo: pues yo también podría ser Grande de España, que mi caudal aún es más que eso (Diario, 1 septiembre 1719).
                
     No sólo era rico, sino que quería que se supiese.
     Unos meses antes (23 de mayo de 1719) Ximénez señala que había muerto Benamar El Topal, quizás familia del antes citado, otro morisco tagarino, «de los más ricos del reino». En la documentación tunecina del siglo XVII ya aparece un «Mamet Topal, tagarino de Argel», propietario de un esclavo francés en 1657 y seguramente rico comerciante. Lo sería igualmente el también andalusí de Argel que aparece en la documentación consular francesa de Túnez en el XVII Ostali Capitán, con probable vinculación de origen con la artesanía (osta, «maestro artesano» en turco, quizás carpintero, fabricante de pertrechos marineros) y el corso (capitán), como su nombre indica.
     Estos personajes no son más que una muestra de la influencia de los moriscos en la sociedad urbana argelina del siglo XVII y del XVIII. Sobre su número y solidaridad, cuenta también Ximénez que murió uno de ellos, «maestro de obras tagarino, y asistieron al entierro más de quinientos» tagarinos (Diario, 14 de febrero de 1720). Este oficio de maestro de obras parece ser una especialidad de los moriscos porque también el maestro que construyó la enfermería del hospital trinitario español de Argel se llamaba Sidi Alí y era tagarino.
     También el gran comerciante y terrateniente de Túnez Mustafá de Cárdenas
                
vino luego a Bona, donde hizo plantar casi todos los olivos y árboles que allí se encuentran hoy en día —dice un autor del siglo XVIII— y que sobrepasan el número de los que había dejado en La Colombaire  (ahora Grombalia, su finca en la región del Cap Bon, al este de Túnez-capital).

                
Contribuiría también a la riqueza de los andalusíes su capacidad de colaboración, entre diversos centros urbanos y comerciales del Mediterráneo donde estaban instalados (Marruecos, Argelia, Túnez, Trípoli, Istanbul, Salónica, Esmirna, Alejandría, etc.), como se ve en el tráfico marítimo y de libros, y también en la colaboración e intercambios entre la ciudad y el campo periurbano.
     Esta capacidad de colaboración efectiva se aprecia claramente en Túnez, especialmente en la fabricación de los gorros chechía. El viajero francés de fines del siglo XVIII Venture de Paradis, sin mencionar expresamente a los moriscos o andalusíes de Blida, señala a esta ciudad como centro de la fabricación de la chechía argelina, que compara con la tunecina:
                
En Belidé hay un batán, donde se preparan y tiñen todos los bonetes que se fabrican en Argel [...] Hay también en Argel diversas fábricas de bonetes o boinas de lana, que se denominan chachiet gezirié (chechía argelina). Están hechas con lana del interior del país, lo que las hace inferiores a las que se fabrican en Túnez, donde se emplea lana de España. La chachie de Argel no vale más que la mitad del precio de las de Túnez, y por consiguiente están más al alcance del pueblo; pero de ellas no se hace ninguna exportación hacía Levante [...] Los precios de los bonetes de Túnez antes de la peste de 1783, que ha arrebatado más de 100.000 almas sólo en la ciudad de Túnez, era de 24 a 25 libras la docena de bonetes surtidos; ahora la docena vale 33 y hasta 36 libras. Los de Argel nunca valen más que la mitad de precio de los de Túnez...
                
     Parece evidente que la fabricación de la chechía argelina es semejante a la tunecina y que en ambos países los andalusíes habían tenido un papel inicial importante.
     As-Sa'iduni opina que esta aptitud para los intercambios comerciales fructíferos se debía a una tradición de los moriscos y que a ellos  se debió también el que en Argelia fuera la moneda española la más generalizada en las transacciones comerciales, hasta la ocupación francesa de 1830. Este hecho monetario puede deberse a otras causas. También está documentado en Túnez en el XVIII.

     Ese estudio del profesor As-Sa'iduni muestra también que los grupos sociales que más moneda manejaban eran, en este orden, primero los «coloríos» o descendientes de turco y magrebí, segundo los andalusíes, tercero los magrebíes ciudadanos y cuarto los cristianos extranjeros y los judíos. Recalca que cada grupo se esforzaba en esconder sus ganancias a los turcos. También señala la cooperación entre comerciantes andalusíes y judíos, que atribuye a afinidades de origen hispánico, pero que quizás habría que relacionar sencillamente con afinidad social de comerciantes. En los pocos documentos de compra y venta que se conservan del siglo XVII, también aparece la riqueza de algunos andalusíes de Argel.
     
5. Aportación andalusí al aprovechamiento del agua
     La aportación andalusí a la vida económica y al urbanismo de la sociedad argelina tiene su símbolo, perfectamente documentado, en la construcción de un acueducto para traer agua a la capital desde la fuente costera de Al-Hamma, distante de la ciudad cuatro kilómetros y medio, con un caudal de nueve litros por segundo. El constructor fue un técnico andalusí, Usta Musa. Es muy probable que la construcción del acueducto se debiera precisamente a una mayor necesidad de agua para la ciudad, como consecuencia de la llegada de los moriscos de la gran expulsión, porque el acueducto se realizó en los años 1610-1611, en tiempos del Pachá Mustafá Kusa (1610-1613). Era también la solución a la tradicional y penosa dependencia acuífera de la ciudad de las cisternas de aguas pluviales, según testimonio de diversos viajeros europeos del siglo XVII, como Dan en 1637 y Dapper en 1686. En el siglo XVIII seguía siendo legendaria la aportación de ese andalusí, según cuenta el viajero francés en el capítulo «Fuentes» en la ciudad de Argel:
                
Como esta ciudad no tenía más agua que la de las cisternas, lo cual no le bastaba, en 1611, un moro andalusí propuso llevar a ella las aguas de una fuente que está a un cuarto de hora de la ciudad, cerca del castillo del Emperador. El proyecto fue ejecutado y desde entonces se ve una cantidad de fuentes en la ciudad...
                
     Un informe de mediados del XVIII añade otra información sobre suministro de agua de los andalusíes, en las colinas que dominaban a la ciudad, precisamente encima del nuevo arrabal de los Tagarenos.
                
Antiguamente no avía agua dulce en esta ciudad, sino en las cisternas, que en cada casa procuraran hazer; por lo que padecían mucha incomodidad, por tener que traer el agua media legua distante de la ciudad, hasta que en el año de 1612 un moro, descendiente de aquéllos que fueron echados de España, aviendo visto un manantial en una colina, cerca del castillo que llaman del emperador, propuso al Rey el conducir dicha agua a más de cien fuentes, que se hicieron dentro de la población; y aviéndole admitido el proiecto, hizo venir dicha agua, como avia prometido (Castillo).
                
     Estas informaciones documentadas se nos han conservado por tratarse de importantes obras públicas que afectaban a la capital, pero hay que situarlas en un contexto más amplio que proporciona más informaciones, aunque no estén directamente documentadas.
     En primer lugar, hay que tener en cuenta la importancia y las funciones polifacéticas del agua en la sociedad musulmana. No sólo tiene función de bebida y de elemento para la cocción de alimentos, a nivel doméstico, o de riego agrícola, sino que es necesaria para las importantes prescripciones de purificación e higiene, en casas, mezquitas y baños, de forma que la construcción de la mezquita, con sus fuentes de abluciones y agua en evacuatorios, y de los baños de vapor es el signo mismo de la fundación de una ciudad musulmana. La falta de agua puede hipotecar la existencia y, sobre todo, la expansión de una ciudad. Por otra parte, las necesidades de agua para la artesanía (cerámica, textil y sus tintes, curtidos, etc.) definen la riqueza de una ciudad. Jardines y huertas urbanas y periurbanas requieren también abundantes aguas.
     Argel no carecía de aguas, sobre todo en su época primitiva, cuando no era más que un pequeño fondeadero, antes de que los hermanos Barbarroja y los otomanos la convirtieran en una importante metrópoli. Pero los andalusíes contribuyeron al aprovechamiento humano de dos grandes almacenamientos de aguas de la región: primero, los depósitos freáticos de las colinas de Argel, que asomaban muy poco en manantiales de sus laderas o desembocaban en el mar por fuentes como la de Al-Hamma, que ellos supieron canalizar hacia la ciudad y sus jardines periurbanos, y segundo, los amplios marjales de La Mitidja, producidos por las corrientes superficiales procedentes de los montes vecinos, que ellos supieron aprovechar disecando tierras para cultivos de esa rica zona agrícola.
     Por su creación de nuevos aprovisionamientos de agua para usos agrícolas y urbanos, los moriscos inmigrados a Argelia no sólo contribuyeron a solventar los problemas de carencias de agua que ellos mismos habían agravado al aumentar con su inmigración la población de las ciudades. También contribuyeron a la expansión de esas ciudades proporcionándoles tres elementos fundamentales para esa expansión: agua, mano de obra y construcciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario