Antecedentes andalusíes de emigraciones al Magreb Central (ARGELIA 2)



Míkel de Epalza (1938-2008)
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos
Universidad de Alicante
                          
Fragmento de su magnífica obra Los moriscos antes y después de la expulsión. Madrid, Editorial MAPFRE, 1994.




     1. La cercanía geográfica
     La vecindad geográfica había hecho de las costas argelinas un lugar privilegiado para emigraciones desde Al-Andalus, ya desde la instalación de los musulmanes a ambos lados del Mediterráneo: eran «las dos orillas» o al-adwatn de un mismo mar, tal y como las describe el geógrafo del siglo XI Al-Bakri, que enumera los puertos de la costa magrebí mencionando los puertos de la costa andalusí que tienen enfrente. La costa levantina de la Península de Al-Andalus era realmente «puerta de Al-Andalus», porque por ella se embarcaba o se atracaba en el camino que unía por vía marítima a Córdoba con Kairuán y el Oriente mediterráneo, por el cabotaje de la costa argelina, como describe también el geógrafo del siglo IX Al-Ya'qubi. Sólo unos 200 kilómetros separan las actuales costas argelinas de amplias regiones de la península, desde Cataluña y las Baleares a toda la zona costera valenciana, alicantina y murciana, hasta Almería. Todo el llamado Xarq-Al-Andalus (Oriente o Levante de la Península Ibérica árabe) está abocada a la costa magrebí y viceversa.
     En época morisca (siglos XVI-XVII), grandes zonas de mayoritaria población morisca se encontraban orientadas, en sus relaciones con el mundo musulmán, hacia esa costa fronteriza. Es conocida la expresión de las autoridades valencianas que analizaban las relaciones de los moriscos con los argelinos en La Marina alicantina actual diciendo que allí mandaba más el señor de Argel que el señor de Polop. Tanto la costa peninsular como la magrebí de la actual Argelia constituían una especial «frontera» entre el Islam y la Cristiandad europea, tal y como lo han descrito muy acertadamente Burris, para la Valencia medieval, y Hess, para el siglo XVI.
     Unas anécdotas documentadas, del siglo XVI, muestran bien el carácter de frontera de ambas costas, donde los moriscos hacían frecuentes y variadas travesías.
     Un tal Juan de Oriola, cristiano viejo catalán, instalado en Paterna (Valencia), había hecho de su casa el lugar de encuentro de moriscos de Aragón, de Valencia y de Argel. Era por los años 1575-1578, en la época en que el enviado otomano Duarte tenía que organizar la coalición para un levantamiento general de los moriscos. Juan de Oriola lo que hacía era un muy fructífero comercio, comprando armas que vendía a los moriscos y también comprando tierras a los ricos moriscos de Paterna que iban a Argel a preparar la invasión y necesitaban dinero líquido para obtener el apoyo de las autoridades argelinas y la adquisición de los medios militares necesarios.
     De Valencia procedía también un morisco, cuyo padre era de Segorbe, que fue apresado en Orán, como espía al servicio de Argel, en fecha indeterminada, entre 1554 y 1558. En cambio, también a Orán venían directamente de Cherchel y de otros lugares de Argelia unos «moros mudéjares», ya instalados en tierras islámicas, a negociar rescates con intercambio de cautivos. Su conocimiento de la lengua española les recomendaba para esas negociaciones con las autoridades españolas de Orán, hacia 1551.
     Por eso, así como se ha especificado un poco las distintas regiones y clases sociales de Argelia donde se insertaron los inmigrantes de Al-Andalus en ese país magrebí, hay que especificar también las diversas etapas de esa emigración y sus características.


2. Emigraciones anteriores al siglo XIII
     Símbolo de las instalaciones andalusíes en Argelia es la fundación o poblamiento de Orán del año 903, como lo es en Marruecos la fundación de Fez por andalusíes a principios del siglo IX. Esta acción urbanizadora se refleja muy bien en los textos del geógrafo andalusí Al-Bakri ya mencionados y en las diversas tradiciones, más o menos documentadas, que atribuyen la fundación o el desarrollo de diversas ciudades a inmigrantes de Al-Andalus, hasta para el caso de Msila, en las vías de comunicación del interior. El constante trasiego entre «las dos orillas», fomentado particularmente por la obligación musulmana de peregrinar a La Meca y el hábito científico de viajar para estudios, con lucrativas operaciones comerciales concomitantes, provocó el establecimiento de numerosas comunidades de andalusíes en los núcleos urbanos del Magreb y también el correlativo establecimiento de magrebíes en Al-Andalus.


3. Emigraciones del siglo XIII al XV

     En el siglo XIII, una gran oleada de musulmanes andalusíes invade el Magreb como consecuencia de la conquista cristiana de amplias y muy pobladas zonas musulmanas de Al-Andalus (Algarve, Andalucía del Guadalquivir, Murcia, Valencia, Baleares), después de las ocupaciones cristianas del siglo anterior, en la meseta meridional y el valle del Ebro. Esto provoca una abundante emigración hacia el Magreb, ya definitiva, especialmente de miembros de las clases dirigentes de época almohade, que encontraron especial refugio en los reinos post-almohades de Tremecén y de Túnez, del que dependían políticamente las dos importantes ciudades argelinas de Bujía y Constantina.
     Esta emigración del XIII se veía favorecida por los contactos de épocas anteriores, ya mencionados. Ejemplo de emigración puede ser el de los pocos sabios alicantinos que se conocen, mencionados por Ibn-Al-Abbar, que acaban emigrando a Tremecén. El propio Ibn-Al-Abbar, polígrafo y político valenciano en el momento de la conquista de Valencia en 1238, emigra a Túnez, pasando por Bujía. Tremecén y Bujía son, efectivamente, en el siglo XIII las dos principales ciudades de los territorios actualmente argelinos y por eso canalizaron por ellas el flujo de los refugiados.
     Después de la gran emigración del siglo XIII, un continuo goteo de mudéjares hispánicos se va trasladando a las costas y ciudades del Magreb central: un alfaquí aragonés pasa por Mallorca, a principios del siglo XV, para preparar su instalación en tierras musulmanas y volverá más tarde para llevarse finalmente a su familia a Bujía. Territorios musulmanes como la Menorca del XII o la Granada del XIII-XV no son muchas veces más que etapas para la emigración definitiva al Magreb, a ciudades como Tremecén, Bujía y otras poblaciones más pequeñas de los actuales territorios argelinos.
     Pero la inestabilidad política de la zona en el período post-almohade, por las guerras entre las dinastías hafsí de Túnez, abdelwadí de Tremecén y meriní de Fez, y de éstos con diversos poderes locales, frenaron muchas posibilidades de instalación de andalusíes en el Magreb central y les orientaron más hacia las capitales extremas de Fez y Túnez. Son muy numerosas las descripciones del Magreb central que hacen diversos escritores andalusíes de estos siglos medievales.
     La toma de Granada en 1492 provocó una nueva emigración, dirigida sobre todo a las costas marroquíes, pero también a las argelinas. Es simbólica la probable instalación en Tremecén de miembros de la familia real granadina, «conocidos popularmente en Tremecén como los Banu-Sultán de Al-Andalus» (descendientes de los soberanos musulmanes de la península). Esta conciencia popular en la ciudad de Tremecén, de ser en cierta manera herederos de Al-Andalus, inspiraría seguramente al tlemcení Al-Máqqari su monumental historia sobre los andalusíes, a mediados del siglo XVII, el Nafh-at-tib y el Azhar-ar-riyad.

     Son alfaquíes argelinos —con el marroquí Al-Wanxarixi— los que más se interesan por las situaciones religiosas de los musulmanes bajo poder cristiano: Al-Magrawi de Orán, Ibn-Miqlás de Argel y Az-Zarkali de Bujía. Este interés se explica fácilmente por la mencionada vecindad y constante emigración de grandes zonas de población mudéjar de la península (Aragón, Cataluña del Ebro, Valencia, Murcia, Andalucía oriental).
     Las fatwas o respuestas jurídico-religiosas de estos alfaquíes solían acabar con una viva recomendación a los musulmanes de Al-Andalus para que abandonaran las tierras de cristianos y emigraran a tierras islámicas. No sólo era para poder cumplir mejor con sus preceptos religiosos, sino sobre todo para reforzar a los territorios musulmanes en su lucha contra los ataques cristianos, como puede verse también en el teólogo marroquí Al-Wanxanxi, al servicio de los intereses de sus soberanos. Estos dictámenes coinciden curiosamente con el de un teólogo musulmán argelino moderno, que apoya totalmente la opinión de los alfaquíes que imponían a mudéjares y moriscos el que abandonaran sus tierras dominadas por los cristianos.


4. Emigraciones a la Argelia otomana
     Según el autor anónimo del Kitb al-gazawt o Libro de las expediciones de Arruy y Jair-ad-dín, contemporáneo a los hechos, Argel se pobló de andalusíes, tras la rebelión granadina de 1502, aun antes de que se instalaran los hermanos Barbarroja en la que sería capital de Argelia.
     Orán, por su parte y a partir de 1493, va a recoger un número importante de granadinos refugiados y va a convertirse en el punto de partida de numerosos ataques a las costas españolas. Las costas argelinas van a ser cada vez más beligerantes contra los cristianos, lo que permitirá justificar a la Corona de Castilla, aliada a la de Aragón por el matrimonio de Isabel I y Fernando V, el ocupar a principios del siglo XVI los principales puertos magrebíes: Melilla, Honéin, Mazalquivir, Orán, Tenes, Cherchel, Peñón de Argel, Bujía, Tedellis, Djidjel, Bona, Tabarka, Bizerta, La Goleta, Kelibia, Hamamet, África (Mahdia), Gelves (Djerba), Trípoli, etc. La reacción magrebí, a partir de Argel y con el apoyo otomano, va a reducir las ocupaciones hispánicas, a lo largo del siglo XVI, a solamente Orán y Mazalquivir.
     En la nueva reestructuración del espacio político del Magreb central, con la creación del vilayet otomano (wilya, en árabe, o «gobernorato») de Argelia, va a tener un papel determinante la acción de los hermanos Barbarroja y de sus sucesores en el gobierno de Argel, centro político de la región. Para su política anticristiana contarán siempre con fuerzas andalusíes. Recogerán a los expulsados por la ocupación española de Bujía. Instalarán a andalusíes en su territorio, repoblando entre 1501 y 1529 las fértiles llanuras alrededor de Argel y Blida, la Mitidja, y atraerán a emigraciones clandestinas de España, sobre todo después de la derrota de la flota de Carlos V en Argel en 1541. Los gobernantes de Argel tienen en 1551 cuerpos de ejército con 5.000 tiradores «turcos y moros mudéjares». Los militares andalusíes apoyarán especialmente con Uluy Alí las revueltas de Las Alpujarras en 1568. Recogen emigrantes granadinos de 1570 y organizan el transporte de más de 2.000 moriscos de la zona de Alicante en 1584 y de Lorca en 1591, entre otras acciones en favor de la emigración morisca hacia tierras argelinas.
     Muy escuetamente resume Haedo, a finales del siglo XVI y ya en vísperas de la gran expulsión de España, el papel de los inmigrantes andalusíes en la Argel del XVI, en su capítulo IV:
                
Cómo Argel vino en poder de los Turcos:... después que fue ganado el reino de Granada por el Rey Católico en el mes de Enero del año del Señor 1492. Muchos de los moros de aquel reino, y otros de Valencia y Aragón se pasaron a Berbería, porque siendo todos pláticos en las guerras de toda España do nacieran y se criaran, y teniendo mucha noticia de todas las islas cercanas, como Mayorca, Menorca, Ibiza y otras, tenían más ocasión y aparejo para robar y hacer grandísimos daños en todas aquellas partes y lugares, como de hecho hacían.
                

5. Argel, foco de la emigración morisca en el siglo XVI
     El anónimo autor del mencionado Kitb al-gazawt 'Urrj wa-Jair-ad-din (de mediados del siglo XVI) afirma expresamente la intencionalidad política de las autoridades de Argel al acoger a refugiados andalusíes e instalarlos en sus territorios para reforzar la lucha contra los cristianos. No indica, pero es evidente, que los andalusíes reforzaban, como forasteros, la posición política de esos gobernantes de Argelia que eran también de origen foráneo, frente a la población originaria del Magreb que estaba bajo su mando. Esta es una constante de toda la emigración andalusí en el Magreb, especialmente en los territorios bajo autoridad otomana. El ideal conquistador del califato islámico turco otomano, en nombre de la defensa del Islam, no podía encontrar mejor causa en el Magreb que la labor de recuperación de los territorios de Al-Andalus, por los mismos que habían sido despojados de su patria.
     No sólo los textos argelinos, como el Kitbb al-gazawt..., o los dramáticos llamamientos de los moriscos de España a la suprema autoridad otomana señalaban a Argel como el centro del apoyo musulmán a los moriscos. La situación de los demás estados magrebíes, a lo largo de los dos primeros tercios del siglo XVI (antes del esplendor de la dinastía saadí en Marruecos) no permitía a los demás estados musulmanes del Magreb ninguna intervención eficaz en su favor. El historiador argelino que mejor ha estudiado el éxodo de los andalusíes a Argelia resume así las causas del protagonismo argelino:
                
Las circunstancias históricas que conoció Argelia a partir de fines del siglo XV animaron a un número importante de emigrantes de Al-Andalus a que se dirigieran hacia allí, mientras que no les ayudaron las circunstancias de Túnez en el último período hafsí, ya dominado por las ingerencias españolas entre 1534 y 1574, que no pudo acoger a masas de emigrantes hasta que se instaló allí el poder turco, en tiempo del Dey Uthmán. Tampoco el Magreb extremo, a pesar de sus lazos históricos, de sus relaciones humanas y de su cercanía geográfica de Al-Andalus, no conoció la emigración masiva que se dio en Argelia, por la naturaleza política de los saadíes y la posición de algunos sultanes saadíes que buscaban el equilibrio entre la fuerza otomana en el Mediterráneo occidental y los españoles (As-Saiduni).
                
     En España, Argel era también el centro de la esperanza de los moriscos y de los temores de las autoridades cristianas. Argelia estaba relativamente cerca de las grandes zonas peninsulares pobladas de moriscos, En 1565, un informe de la Inquisición de Aragón señalaba que parte de las armas y pólvora que los moriscos hacían clandestinamente en la comarca de Villafeliche iba a la costa valenciana, donde un rico morisco aragonés, natural de Calanda y vecino de Argel, los hacía pasar a tierras magrebíes. A Argel huían muchos moriscos y de allí venían a animar a sus correligionarios para que se rebelaran. A Argel afluían también muchos exiliados andalusíes, desde otras regiones del mundo musulmán. La Inquisición siempre sospechaba que libros y otras influencias islámicas llevan a los moriscos españoles desde Argel. Si el turco era la «suprema esperanza de los moriscos» (Cardaillac), los moriscos concretizaban sus esperanzas y profecías en el poder de Argel, como predicaba en 1569 en Granada cierto morisco llamado Zacarías:
                
Tenían por sus libros y cuentas que esta tierra se havía de tornar a perder y que la avían de ganar los moros de Berbería.
                
     Hay una documentación, muy esparcida pero abundante, sobre moriscos hispánicos instalados en Argelia a lo largo del siglo XVI, antes de la gran expulsión de 1609-1614. Baste mencionar al médico valenciano Jábar, que pasó por Marsella desde Barcelona, se dirigió a Roma y desde allí a Bona y finalmente a Argel, desde donde escribe a su familia valenciana. Diversos testigos en los procesos de Inquisición —marineros y comerciantes— describen su holgada vida en Argel, donde se le había visto cuidar
                
así a moros como a judíos, disputar con ellos y andava en hábito de moro y entrava en la mezquita de los moros, y que tiene una botica de boticario.
                
     Pedro de Valencia, en 1606, argumentaba el tema de la expulsión de los moriscos con la buena acogida que tendrían en Argelia, reforzando a los turcos:
                
Pues si havían de ir, con sus haziendas bien armadas irían, y de buena gana los reciviría el Turco, para servirse de ellos o para depolarlos.
                
     No se puede negar que el temor de que la expulsión reforzara a los musulmanes del Magreb pesó mucho, durante décadas, contra la decisión de expulsar a los moriscos, retardando la medida e impidiendo —ineficazmente— el paso de moriscos al Magreb. Pero parece que uno de los detonantes finales de la gran expulsión fue también Argel, con la supuesta alianza o pacto entre Enrique IV de Francia y Ramadán, pachá de Argel, para hacer un desembarco conjunto en Denia, auxiliados por un levantamiento general de los moriscos, que cogería a las fuerzas españolas en tenaza. El pacto no se llegó a concretar, pero los españoles tomaron la iniciativa de la expulsión general.
     Todos estos datos indican claramente cómo Argel era el faro al que se dirigían las esperanzas moriscas. El que no fuera el principal destino de los moriscos de la última expulsión se debió a las especiales circunstancias de la transferencia.
     De todas formas, el mejor testigo de la instalación de los moriscos en Argelia, antes de la gran expulsión, insiste en que fueron los andalusíes los que más reforzaron a los poderes turcos en Argelia. De Haedo se ha podido escribir que
                
su libro ha contribuido más que ningún otro, quizás, a difundir sobre Argelia —y Berbería— nociones que serán clásicas, especialmente de que el refuerzo del potencial económico, industrial y militar de las repúblicas corsarias fue consecuencia del establecimiento en el Norte de África de los moriscos expulsados de España (Turbet-Delof).

                

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