Para empezar







Hola a todos. Arranca hoy esta andadura virtual, ilusionado por el tremendo potencial que ofrece este medio, que visto desde su lado romántico se asemeja a lanzar al océano un mensaje (esta vez no desesperado) dentro de una botella, con la esperanza de que alguien, en algún lugar remoto y azaroso, lo encuentre y se digne a leer.

Como he escrito en el perfil, en la actualidad dedico casi toda mi energía y tiempo a la Literatura, mi pasión desde niño. En abril he acabado de escribir una novela histórica (o una historia novelada, según se mire), que he titulado "EL TAGARINO: CRÓNICA DE UN DESARRAIGO". En esta obra relato las vicisitudes de una familia musulmana de Granada en los últimos años del reino nazarí y la transición al régimen castellano-cristiano. Su hijo mayor, un precoz y brillante impresor, decide no exiliarse a Mostagán (Mostaganem, en la actual Argelia) con su familia y resistir en su querido Al-Andalus. Quiso permanecer en su tierra por justicia, por orgullo y también por amor, lo que le acarrearía trágicas consecuencias. Sahid, en su ingenuidad, no llegó a ponderar la calaña de los dirigentes que les obligaron a convertirse o emigrar. El fanatismo de la clase política y eclesiástica causó el exterminio de centenares de miles de ciudadanos españoles, cuyo único crimen consistía en ser musulmanes y, por tanto, vivir según una creencia distinta. Creencia que los Reyes Católicos se habían comprometido formalmente, por escrito, a respetar.

Pero donde-dije-digo-digo-Diego... En febrero de 1502, espoleada por el tenebroso Francisco Jiménez de Cisneros, a la sazón arzobispo de Toledo, la reina Isabel I de Castilla firmó el famoso edicto, en virtud del cual los musulmanes tendrían que convertirse forzosamente al Catolicismo si pretendían permanecer en España. En caso contrario, deberían desterrarse sin permitirles llevar consigo oro, plata, armas, etc. Es decir, con lo puesto. Esta ignominiosa Pragmática de 1502 constituyó un gravísimo incumplimiento oficial del Estado, pues violaba el pacto alcanzado solemnemente entre tres reyes, y sería la base legal sobre la que se sustentaron las posteriores leyes opresivas que concluyó con la definitiva de 1609. Por ello sería lícito apuntar que la escabechina que generó aquella pragmática significó una de las páginas más bochornosas de la historia de España.

En virtud de la disyuntiva planteada, una minoría de musulmanes —mudéjares les llamaron desde la capitulación de Granada en 1492— optó por exiliarse en lugares más amigables. La mayor parte lo hizo al norte de África, sus vecinos naturales. Imaginen esa diáspora: miles de familias, con lo puesto, mendigando un techo en países extraños, donde seguirían siendo extranjeros. Ése era su sino. Sucesivas oleadas de emigrantes forzosos fueron poblando el Magreb, uniéndose así a los numerosos andalusíes ya establecidos allí durante los dos últimos siglos, procedentes de las ciudades españolas que iban capitulando ante el poder católico-castellano. Marruecos, Argelia y Túnez, principalmente, vieron aumentar su población de forma considerable. Según las crónicas, parece ser que la acogida fue, en general, digna y generosa. En las grandes migraciones suele prevalecer el espíritu de solidaridad hacia el derrotado. Y máxime en este caso, en que la emigración era obligada para quien deseara preservar su creencia y su modo de vida, y afectaba además a individuos provenientes de una civilización superior como era Al-Andalus, y, por tanto, portadores de un bagaje profesional, artístico e intelectual que mucho podría aportar a sus anfitriones.

No obstante, la mayoría de musulmanes españoles optó por bautizarse para poder permanecer en su tierra y preservar sus bienes. Con la violación de aquel pacto en 1502 comenzó una campaña de cristianización, bastante mal organizada, a la que sucedió otra de feroz opresión contra el colectivo de los “cristianos nuevos de moro” —ya empezaron a ser llamados moriscos—, cuya conversión estaba siempre bajo sospecha. Como todos los territorios españoles eran cristianos por decreto, todos sus habitantes, cristianos viejos y nuevos, caían ya oficialmente bajo la jurisdicción del infame Tribunal del Santo Oficio —de la Santa Inquisición—. Ahí es donde se dirimía la sinceridad o no de la conversión. Miles de españoles fueron encausados, unos acabaron quemados vivos en la hoguera, otros encarcelados y todos ellos arruinados y vilipendiados. Así estuvieron los 107 años siguientes. Cada rey sucesivo confería su propio matiz al conflicto, pero todos fueron en la misma dirección: el exterminio de toda huella islámica. Durante todo el siglo XVI nuevos edictos continuaron el pertinaz avasallamiento a los moriscos, hasta que Felipe III firmó el definitivo en 1609, en virtud del cual fueron expulsados de los reinos españoles todos los individuos que tuvieran cualquier ascendencia islámica. Los conversos sinceros y los fingidos.

Felipe III ya contaba con exhaustivos censos de población, que le posibilitaron concretar la orden dictada, especificando nombre por nombre de los expulsados, fecha, navío y puerto por el que debía abandonar su patria. Se había acabado la ambigüedad. Así se completó el lento genocidio, que afectó a casi medio millón de españoles sólo en esta última oleada. Se dice que algunos regresaron después clandestinamente, y que algunos otros permanecieron agazapados, pero, en cualquier caso, sólo fueron unas cuantas anécdotas que representaron un pequeño fleco, la excepción que siempre confirma la regla.

Los descendientes de aquellos desterrados han mantenido con orgullo durante siglos su origen andalusí, intentando preservar como un preciado tesoro su pertenencia a aquellos linajes arrancados a la fuerza del idílico Al-Andalus. Se convirtieron en una nación de desarraigados en la que la nostalgia fue su principal seña de identidad. Tengo el gusto de conocer a algunos descendientes directos de aquellos expulsados, y todos mantienen aún hoy ese sentimiento de pérdida, a pesar de haber transcurrido cuatro siglos. Quizás algunos de los que ahora se juegan la vida emigrando hacia España —en patera, de polizones en un buque o agazapados bajo el eje de un camión— sean descendientes de aquellos moriscos que antaño fueron expulsados con desprecio por nuestras autoridades.

Los quince meses que invertí en escribir mi libro antes mencionado me dieron la ocasión de penetrar en el viejo mundo de los moriscos, conocer algunas de sus tragedias y sensibilizarme con este hecho histórico que sacudió tantas conciencias. A nivel humano, el fenómeno me ha cautivado (también me ha horrorizado e indignado, claro), motivo por el cual he decidido abrir esta página, con el deseo de contactar con personas que conozcan experiencias, quizás de sus propios antepasados, que podamos compartir. De algún modo, significaría un modesto homenaje a la memoria de quienes sufrieron aquel dramático desafuero, ilegítimo, inmoral e ilegal, que quebrantó la secular convivencia de diferentes maneras de entender la vida.

Para terminar, permítanme decir que, en mi humilde opinión, como musulmán y como español, la España moderna y modélica del siglo XXI merece algún gesto de desagravio por aquel genocidio, que, aunque parece tan lejano en el tiempo, sucedió anteayer. Quedaríamos satisfechos con escuchar algún detalle, por pequeño que fuera si es sincero. Nadie habla de indemnizaciones económicas, sólo se trata de la restitución simbólica de la dignidad arrebatada. Con el mayor de los respetos, animo a Su Majestad Juan Carlos I, cuya tolerancia tiene más que demostrada en otras lides, como sucesor formal de quienes promovieron aquel desafuero, a dirigir unas palabras respecto a aquella indecorosa página de nuestra historia. Palabras que de algún modo devolverían la honorabilidad truncada a tanta gente, y que significarían un paso de gigante para la concordia entre civilizaciones.

©José Urbano Priego


21 comentarios:

  1. Saludos José. Agradezco tu iniciativa por tratarse de un tema con el que yo me siento muy sensibilizada, y porque tus palabras denotan que abordas el tema con respeto y rigor histórico. Si me topo con algún dato interesante te lo haré llegar con sumo placer. ¡Ánimo!
    antes_muerta_que_sensilla

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  2. hola
    http://moriscostunez.blogspot.com/

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  3. El único antídoto con el que cuentan los pueblos para no repetir antiguos errores, es la memoria.
    Un besito de tu vecina.
    Gracias por hacer memoria.

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  4. Así es querida Laura. Pero mucho me temo que la memoria es insuficiente. En la última década, y ahora mismo, siguen viéndose episodios de intolerancia, como el genocidio en los países balcánicos, brotes xenófobos en la Europa modélica, etc. Me da la impresión que a los humanos nos cuenta demasiado aceptar al diferente.
    Gracias por tu comentario. Un besito.

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  5. Porque pueblos como filipinas y otros ,tienen mas derecho que los españoles musulmanes que viven en el exilio ,a acceder a la nacionalidad y el reconocimiento español.Y dime cual es la editorial de tu libro el tagarino,Gracias

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  6. El tema de las colonias es diferente. Por supuesto que los pueblos colonizados por España tienen derechos civiles, pero no creo que más que los moriscos expulsados por la fuerza de su tierra y confiscados sus bienes. Mi libro "El tagarino..." se publicará en papel probablemente en 2010, pero todavía no le puedo decir la editorial. Un saludo.

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  7. Gracias juseff yo tambien soy musulman español,en cuanto salga el libro voy a por el.Y que me dices de la nacionalidad de los judios,sefarditas ¿como se come eso?.saludos

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  8. En realidad, los sefardíes también tenían esos derechos históricos por la expulsión forzosa que sufrieron los judíos en 1492. Me alegro de que el Estado reconociera y "reparara" aquella injusticia contra ellos, pero entonces, ¿por qué se resiste a hacer lo mismo con los descendientes de los moriscos? Pero verás como al final se conseguirá también, porque si no las instituciones democráticas tendrían que explicar las razones de este nuevo desagravio. Saludos desde Granada.

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  9. Hola a todos, tambien soy musulmán español y descendiente de moriscos (mudejar) de la línea Ashari y magdhab maliki.
    Wasalam

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  10. Acabo de encontrar tu blog por el sistema de alarmas que tengo puesto en relación con Cantoria, Valle del Almanzora, provincia de almería y esta siendo una grata sorpresa todo lo que estoy leyendo, enhorabuena.

    Dolores

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  11. Gracias por tus palabras, Dolores. Un saludo desde Granada.

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  12. saludos ,desde la tierra de acogida de los moriscos,Argelia...Estoy trabajando sobre la influencia de la fetwa de ibn jumu'a...Encontré este espacio muy interesante...Seré muy encantado para colaborar basandome sobre la bibliografia local...Estoy redactando el papel de los moriscos en Argelia...Animo,hermanos...

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  13. Muchas gracias, amigo Mustapha Bedai, por sus palabras y por su ofrecimiento de colaboración. Será un placer estar en contacto con usted y profundizar en el conocimiento y divulgación del papel de los moriscos en Argelia. Un cordial saludo desde Granada.

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  14. Después de mi investigacion modesta,encontré un testimonio de un morisco que nacio en Murcia y murio en la Meca...Lo que relataba de su infancia hasta llegar a diez anos y lo que veia era muy horrible,pero gracias a Allah pudo escapar a Marruecos,Cairo y murio en Meca y dejo un libro muy interesante que existe en Marruecos.

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  15. Masha Allah, como española revertida al Islam, llevaba tiempo queriendo encontrar informacion sobre los moriscos y me alegro de haber llegado hasta tu blog,

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  16. Queridos hermanos, refiriéndome a cristianos, musulmanes y judios, imaginad a Jesús, Mahoma y Moisés viviendo en una misma época.
    ¿Qué ocurriria?
    Al parecer seguidores de nuestros profetas coincidieron bajo el dominio musulmán en España, hubieron riñas, quejas, indiferencias, incomprensión, pero en general supieron vivir y convivir durante varios siglos.
    Si estas tres religiones son monoteistas, ¿por qué no podemos tener o reconocer a un mismo DIOS bajo distintos profetas?¿Por qué no leemos y estudiamos el CORÁN, la TORÁ y la BIBLIA?
    ¿Por qué nos incomodamos con nuestros hermanos en vez de echarles una mano?
    Los tres libros sagrados unidos posiblemente traerian la paz mundial, respeto, educación, saber vivir, no olvidemos que están repletos de experiencias.
    Imaginad en nuestro mundo los desiertos convertidos en un vergel, animales de todas las clases, árboles y hierbas curativas, manantiales, etc.
    De la nostalgia últimamente se dice que es un gran error.

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  17. La tierra es "un prestamo de los hijos a los padres y no una herencia de los padres a los hijos".

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  18. La belleza está en el orden, según Platón y San Agustín, hay que seguir con estas enseñanzas y no con la venganza, el odio y los recuerdos negativos.

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  19. Verá usted, señor Urbano; en un primer momento el propio subtítulo del blog , y el poco comedimiento con el que hace usted uso de adjetivos y adverbios en sus propios artículos, me echaron un poco para atrás temiendo un sesgo general de los contenidos, pero hay que reconocerle que ha sabido usted recopilar aquí un excelente material, ajeno en muchas ocasiones a su propia visión del asunto.

    Intersantísimo. Enhorabuena.

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  20. Estimado Sr. Javier MR: Todo ejercicio crítico es enriquecedor, y máxime si se hace desde el respeto. Por ello agradezco profundamente sus palabras sobre la objetividad o subjetividad de los contenidos, que he pretendido que fueran, ante todo, plurales y de autores con cierta autoridad en la materia. Autoridad de la que, obviamente, yo carezco. Por otro lado, me ha hecho gracia su alusión lingüística. Y lo cierto es que tiene razón: el empleo desmesurado de adjetivos y adverbios quizá sea uno de los rasgos de mi poética. Pero he de decirle que durante el periodo que media entre el arranque de este blog y el día de hoy prácticamente he concluido los estudios del grado en Filología Hispánica, y supongo que me servirán al menos para ponderar ese desenfreno adjetival al que usted hace referencia. Muchas gracias, de corazón, por su tiempo y por sus observaciones. Un saludo desde Granada.

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  21. Estimado Sr. Javier MR: Todo ejercicio crítico es enriquecedor, y máxime si se hace desde el respeto. Por ello agradezco profundamente sus palabras sobre la objetividad o subjetividad de los contenidos, que he pretendido que fueran, ante todo, plurales y de autores con cierta autoridad en la materia. Autoridad de la que, obviamente, yo carezco. Por otro lado, me ha hecho gracia su alusión lingüística. Y lo cierto es que tiene razón: el empleo desmesurado de adjetivos y adverbios quizá sea uno de los rasgos de mi poética. Pero he de decirle que durante el periodo que media entre el arranque de este blog y el día de hoy prácticamente he concluido los estudios del grado en Filología Hispánica, y supongo que me servirán al menos para ponderar ese desenfreno adjetival al que usted hace referencia. Muchas gracias, de corazón, por su tiempo y por sus observaciones. Un saludo desde Granada.

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